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25N: Una historia real

OPINIÓN

Nuria Bordes Oliva

Nuria Bordes Oliva
Nuria Bordes Oliva

Este año tan atípico se me hace raro no salir a la calle una vez más el 25N para dar soporte y visibilizar la lucha de la mujer por la igualdad real y mostrar mi repulsa a la violencia machista. Durante este confinamiento, muchísimas mujeres han tenido que convivir las 24h con su agresor sin tener ni un respiro, una situación espelúznate y que me deja sin palabras.

Esta es otra pandemia que en silencio mata a cientos de mujeres diariamente en todo el mundo por el simple hecho de ser mujeres. Hoy os voy a contar mi historia, una historia real y de la que salí con el fin de dar ánimos, esperanza y fuerza a otras mujeres que están pasando por esto. ¡Se sale! 25N, un día agridulce, ya que me vienen a la cabeza recuerdos terribles aunque ya no me hagan daño. ¡Hoy es mi 11° cumple vida! Mi hija nació el 25 de octubre de 2009, al día siguiente de parir y en el mismo hospital sufrí de nuevo una agresión delante de mi bebé junto con numerosas amenazas, a parte, el individuo, cogió a la niña diciendo que se la llevaba.

Tuvieron que intervenir Servicios Sociales, enfermeras que me custodiaron al bebé y la seguridad del propio hospital. Fue algo desgarrador, y encima mis padres estaban delante. Al mes de todo esto, (día 25N) yo ya estaba con algo`de fuerzas y nací de nuevo poco a poco. Entonces decidí escribir esta carta: «Querida hija: siento la necesidad de escribirte esta carta, después de tantas preguntas sin respuestas. Eres lo más bonito que me ha pasado y gracias a ti de mis pesadillas más negras he despertado. Cuando estabas en mi vientre tus patadas yo sentía, y al mismo tiempo que me moría de agonía, tú me llenabas de alegría. Al tenerte entre mis brazos, me di cuenta de que ya no era yo sola, tenía que pensar en ti, y evitar verte sufrir como me pasó a mí. Mamá se enamoró del hombre equivocado, y sin darme cuenta me encerré en una cárcel oscura, de barrotes negros, de pena y amargura. Papá no me quería pero me hacía creer que me amaba tanto y tanto… Poco a poco me iba aislando, alejando de mi familia, de mis amigos. No los veía ni tampoco hablaba con ellos. Tu padre no me dejaba tener un teléfono, él lo llevaba por mí, y si me llamaban a su móvil estaba controlándome las llamadas y los mensajes. A la calle sola tampoco podía salir, y cuando salía con él al suelo tenía que mirar, ¡miro a otros hombres!, eso me decía, eso era su forma de pensar. Lo decidía todo sobre mí, como me tenía que vestir, no me podía pintar… Me mandaba y ordenaba y todas sus vejaciones tenía que aceptar. Nunca me dio nada, y a escondidas yo lloraba. En él la violencia se acrecienta, y el miedo que yo sentía era una tormenta. Me hablaba mal, me insultaba y nunca podía parar: puta, zorra, guarra, estás loca, estás gorda, no sirves para nada… a estos insultos mamá se tenía que callar, ya que él no tenía medidas, no se controlaba y ese calvario iba a más. Era una marioneta, su marioneta, y ese hombre me movía mis hilos y me manejaba a su antojo. Yo ya no pensaba ni decidía, tampoco elegía, no tenía más opciones. No le importaba que estuviera embarazada, no le hacía falta motivos para pegarme y dejarme marcada. Sin razón se enfadaba y con furia cargaba su arma, su arma eran sus manos, sus puños de acero, no tenía reparo, no se paraba. Llorando y asustada yo le preguntaba que porqué me golpeaba si yo no le había hecho nada. Le daba lo mismo humillarme delante de la gente, y menospreciarme, nunca se le ocurrió valorarme. Siempre con ataques de celos y amenazas de muerte, siempre con sus mentiras y sus patrañas. Me quitaba el dinero, y lo controlaba y en él se lo gastaba. Si no teníamos para comer, a los abuelos no les podía pedir más, ya que no quería que sospecharan nada, pero él si tenía dinero para sus vicios. Angustiada siempre le preguntaba que como íbamos a alimentar al bebé, y me respondía que ese no era su problema. Quería salir del infierno, pero no podía, tenía mucho miedo, me temía que cualquier día me diera un golpe mal dado y acabara con mi vida. Querida hija; no tenía compasión de su mujer. Yo deseaba que aunque solo fuera por un segundo sintiera mi dolor y mi temor. Mi niña, llegué a un punto en el que ya no pude más, y no sé cómo, me llené de valor, me armé de coraje y a tu padre denuncié. Hija mía, quisiera enseñarte que tu vida es tuya, y que no has sido ni serás nunca propiedad de nadie, ni si quiera de mamá. Eres un ser libre para decidir y vivir como quieras vivir. Nunca dejes que nadie te quite tu libertad. Quiérete a ti misma, y nunca tengas miedo por el qué dirán. Nunca me arrepentiré de tenerte, y te querré siempre, hasta el día de mi muerte. Quiero que sepas y te conciencies que ningún hombre es mejor que tú, nadie es mejor que nadie, todos tenemos virtudes y defectos. Nunca aguantes un insulto, nunca permitas que te levanten la mano, tienes tu propia independencia, y todas las llaves de todas tus puertas. Nunca regales esas llaves, ya que son tu más valioso tesoro, con ellas abrirás y cerrarás las puertas de tu vida, esas llaves te sirven para tu camino. Nunca olvides que el amor no es una obsesión, el amor es un sentimiento de dos, una complicidad. Cuenta con mamá, que siempre te querrá y nunca te abandonará. ¡Te amo!” Nuria Bordes Oliva

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