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EN BUSCA DEL DESAFIO DE LA NORMALIDAD

Pascual Andrés Tévar nos envía un nuevo artículo propio


En este otoño del mes de octubre de 2021 estoy reflexionando sobre el desafío de la normalidad, envuelto en mil dudas, debates internos y externos, y de buscar sin descanso, la forma de ser capaz de asimilar todo lo que hemos vivido con la pandemia del COVID 19, y lo que nos queda por vivir y resistir, y superar paso a paso razonablemente.

Normalidad es, entender y practicar, que en casa, con la compañera de la vida, igual, que con todos y todas, que traspasen la puerta, especialmente con hijas e hijas, quitarse la barrera de la mascarilla, y saltar protocolos, y saltar distancias, y pasar a los abrazos y besos, sin limitaciones.

Normalidad es, entrar en el despacho, y sin mascarillas, hablar, y escuchar, sin distancias ni limitaciones, con sonrisas abiertas y desacomplejadas, y escuchar limpia las voces, y las conversaciones ilimitadas y desacomplejadas.

Normalidad es, acudir al restaurante de confianza, y elegir mesa, sin pensar en distancias, y mascarillas, y apretados con más o menos espacio, pasarte un buen rato, solo o en compañía, en el almuerzo, en la comida, o en la cena, y dejar que te atiendan, lo bien que saben hacer su trabajo, los amigos y amigas que te atienden, y te cuidan con esmero.

Normalidad es, dejar abierta la Peña, de par en par, parque que entren cuantos socios y socias quieran, a participar con ilusión en el partido de tu equipo del alma, y en sus emociones, y en sus debates. Y volver a convocar reuniones, asambleas, y sobre todo, organizar viajes a nuestro querido Santiago Bernabéu, con todas las rutas, y paradas, cuidadosamente organizadas.

Normalidad es, hacer vida social y participativa, con miradas limpias, e ir pensando en viajar, para ver y sentir que no hay fronteras, ni cortapisas, en ninguna ruta, que te puedas plantear. Y volver a sentir la emoción infinita, que hasta habíamos llegado a sentir ansiedad, por saber cuándo podíamos recuperar esa forma de vivir y de pensar.

Normalidad es, salir a la calle, y liberado de mascarillas y de protocolos, intentar ser tú mismo, el de antes de la pandemia, o mejor dicho, el sobreviviente de la pandemia. Y sacar lo mejor de nosotros mismos, para demostrar, de alguna manera, que estamos más ilusionados y comprometidos, para desafiar los motivos del nuevo rumbo que la vida nos ha puesto a prueba.

Y que cada uno tiene que redescubrirlo, para tener ánimo para seguir adelante.

Normalidad es, caminar los domingos antes del amanecer, desde las seis de la mañana, sin acordarme que la llevo en el bolsillo trasero, la dichosa mascarilla, porque no la necesito. Y pensando caminando durante casi dos horas y cuarenta y tantos minutos, que vuelvo a casa, con la mirada limpia, el cansancio a cuestas, y cargado de motivos, para intentar tener
argumentos para luchar cada día, y para buscar las razones, que me hagan volver a tener fe en el futuro.

Esta lucha, y esta búsqueda de la normalidad, no nos pueden, nunca, pasar por alto, el enorme número de vidas, que han quedado en el camino. Y que tenemos que transformar, cada uno y cada una, a su manera, en un HOMENAJE ETERNO, que forme, para siempre, parte de nuestras
vidas, en los pequeños detalles, que todos y todas sabemos buscar.

Tal vez, nunca lleguemos a entender, lo que un virus llamado Covid- 19, nos ha cambiado la vida, y no tenemos que volvernos locos y locas en averiguarlo. Lo mejor que podemos hacer, es sacar, cada uno y cada una, a su personal y única manera, lo que significa sobrevivir, y volver, a empezar, de alguna manera, y darle un nuevo sentido a la vida, en todas sus consecuencias. Y lejos de los egoísmos y miserias, que tanto daño nos hacen, intentar sacar la concordia, y la solidaridad que llevamos, a veces muy escondida, dentro.

Así que, reflexionando, y alejado de los ruidos sobrevalorados, e intentando poner la humildad por bandera, y despojado de falsas apariencias, seamos, por mucho que nos cueste, capaces de sacar, aunque sea a cuentagotas, lo mejor de nosotros mismos. Y vivir, y dejar vivir, en busca permanente, de la normalidad, libre, inundada de miedos, sufrimientos, sonrisas y pasiones, y
ganada en la dura e incansable batalla de cada día, bajo la increíble luz mediterránea.

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