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Bodas de plata del dramaturgo Roberto Mira

FERNANDO ORTISSO

-Ensayista-

¡Parece que fue ayer! 25 años y sin divorciarse es un mérito, un demiurgo, o el esoterismo de las arcádicas cartas que, marcadas, claro, por su fundador, ideólogo, guionista, dramaturgo, director, actor y francotirador cultural, ROBERTO MIRA, quiere compartir con nosotros presentándonos en estreno su “TAROT DE TEÓDULO”. Sí, un verdadero paradigma de fidelidad de un cuarto de siglo, y lo que le queda, de creencia en su MIRA-NOS TEATRO, en su elenco y en sí mismo. Insólito en este original, indómito, polifacético, rebelde, extravagante, contestatario, excéntrico e irredento autor, de cuya fértil trayectoria, lo único que, con seguridad, nunca podremos predicar, es que deje de sorprendernos. Pero este maridaje, esta hibridación no ha sido fácil, ni pacífico: descalificaciones, incomprensiones, rechazos, extradiciones, críticas acérrimas, desdenes… ¿Pero quién no se ha enterado aún de que los éxitos no se aceran en la fragua de los fracasos, y que sus herramientas son dos: el yunque de la fe en sí mismo y el martillo infatigable de su trabajo? ROBERTO MIRA, nunca se desvinculará del Teatro, pero ha tenido que experimentar cerca de medio centenar de “aventuras”, de coqueteos con todos los estilos de la escena: la comedia, el drama, la tragedia, la tragicomedia, la comedia bufa, el esperpento, el sainete, el entremés, el monólogo… y hasta, temerario él, se atrevió con un auto sacramental y con la Iglesia se topó, ¡casi lo excomulgan! Le faltaba la astracanada y aquí la tenemos, en el TAROT DE TEÓDULO, ¡Y aún dicen que el Teatro está en crisis desde Esquilo!

Pues señores: ¡Pasen y vean! o mejor: ¡Llamen y escuchen! Y quien tenga orejas que oiga. Cualquier conejo puede salir, en un momento, de la chistera o de la inagotable Caja de Pandora de nuestro infalible y grotesco Tarotista. ¡No sean tímidos! ¿Quién puede resistirse a disfrutar del Paraíso de Odín o del Jardín de las Delicias?  Durante la representación suena el teléfono… y seguirá sonando una veintena de veces. Y con parecida letanía, nuestro hábil y místico Teódulo, va sonsacando de sus ingenuos interlocutores, ni más ni menos, que lo mismo que ellos esperan oír sobre su futuro inmediato del sortilegio de las Cartas. Y sometidos a esa macabra y bizantina dialéctica, comienza a desfilar una verdadera fauna de almas en pena y con soledad, sin sonrojarse de revelar sus íntimos secretos por las antenas: ¡Ah! ¡Si Aristófanes hubiera dispuesto de un Android, un portal bloguero y una tarjeta de influencer, no habría declinado escribir una obra parecida, y él, tal vez lo hubiera conseguido! Porque, seguro, que Cartas de Tarot, ya circularían por aquel magro Siglo V, a.C. Pero, sin viajar tan atrás en el tiempo, nuestros casi contemporáneos, recogiendo el testigo de nuestras tres insignias asimilables al género, desde Valle Inclán hasta Francisco Arrabal, habrían suscrito, cada uno con su caustico y original ingenio, su particular texto.

Bien está lo que bien acaba, y así es en este caso. Para permanecer todavía en pandemia y en ambiente de austeridad, a la representación no se le puede pedir otra cosa, lejos del boato y la ostentación, que sencillez y humildad, como lúcidamente ha ofrecido MIRA-NOS TEATRO. Decoración, luminotecnia y efectos, sobrios, robertianos. Su interpretación personal, con abundantes y brillantes improvisaciones, rotunda, como siempre, al igual que la de su elenco de actores que, aunque amordazados por la voz en off, están a la altura.

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