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COMERCIO DE SAN VICENTE

San Vicente del Raspeig

CUANDO SE SALVAN LAS SOLEDADES

Texto de Pascual Andrés Tévar

En estos tiempos de la primavera de 2023 caminando sin prisas y sin pausas hacia los 73 sin
quererlo, sin desearlo, y en silencio, me invaden las SOLEDADES en la vida, y en el pensamiento,
y necesito reflexionar desde dentro y desde fuera, para tratar de entender lo que pasa, y lo que
se debate constantemente en mi interior.
Sentir la soledad, es cuando dejas a la compañera de la vida en casa, y sabes que solo tiene la
compañía de nuestro gato persa Lolo, que la acompaña a su manera, pero te sientes encerrado,
aunque sabes, que ella se las apaña bien, para combatir las soledades, y hasta me cuenta
historias intensas, llenas de pasión en cada mirada, que aprende, y medita en sus conexiones
con la tablet y con el móvil, y con el mundo, y que a su manera, me transmite en esos instantes
mágicos y desafiantes.
Sentir la soledad, es cuando piensas en los hijos, fuera de casa, ella en su piso tutelado en barrio
del Benacantil de Alicante, y el en su despacho y en su trabajo de Alcázar de San Juan. Echas de
menos la convivencia diaria, y al pasar junto a sus habitaciones cerradas, te vienen como olas de
un mar intenso, los recuerdos y las vivencias de tantos años. Pero, es necesario seguir adelante,
y sentirlos cerca a tu manera, y sin perder nunca la conexión mental de las emociones
interminables.
Sentir la soledad, es cuando piensas en los amigos, que quisieras sentir la convivencia más a
menudo, pero aceptando, que las circunstancias de la vida, no te permiten estar cerca, cuando
lo deseas, y tiene que entender, que los pensamientos te acercan a ellos , porque es complicado
estar y compartir más a menudo. Tal vez, es necesario trabajar de otra forma esas relaciones, y
dejar paso a las emociones de los buenos momentos vividos, y los que sientes por vivir.
Sentir la soledad, es cuando piensas, en los ratitos en la sede social de la Peña, que se te hacen
tan cortos, que casi te parecen instantes. Pero, el deseo de volver cada semana, con el partido
de nuestro equipo del alma, y con los debates intensos y pasionales, se te hace más corta la
espera, y te anima para seguir adelante.
Sentir la soledad, es también, saber soportar, y aceptar las rutinas de cada día en el trabajo,
porque de alguna manera, aunque estés compartiendo con el amigo y compañero de aventuras
de la empresa, y con los compañeros y compañeras del trabajo, el intenso y desafiante mundo
de los retos, muchas veces, sentando en tu mesa, estás más solo nunca. Porque de alguna
forma, te toca enfrentarte al estrés del trabajo, y de tus pensamientos, y aunque sean
momentos, es como si estuvieras en el desierto del Sahara, y no tienes más remedio, que
encontrar el camino de vuelta a la convivencia normal, para no caer en depresiones, y otras
historias.
Sentir la soledad, es cuando los domingos de cada semana, camino desde las 6 de la mañana,
por las rotondas , de la carretera de nuestro querido San Vicente del Raspeig, hasta la rotonda
de San Juan de Alicante, o hasta la rotonda que pueda , y como decía el poeta “caminante no
hay camino se hace camino al andar”. Y voy metido en mis pensamientos, en mis debates, y
hasta tengo tiempo de emocionarme de estar vivo, y sentir que el futuro merece la pena, y que
queda mucho por descubrir, antes de llegar al aburrimiento y al cansancio interior, porque el
físico me sacude, sobre todo en el camino de vuelta a casa.
Sentir la soledad, es también, cuando en los fines de semana, voy a mis rutinas, en mi bar y a mi
restaurante favorito, y sentado en mi mesa, me invade un aislamiento, como si estuviera en una
isla, en medio del océano, a solas con mi café y con mi zumo, o mi medio bocadillo y cerveza,
copita, o con mi comida favorita, y copa favorita, y me pasa desapercibido, por instantes, todo
lo que bulle a mi alrededor. Es como, si fuera capaz, de meterme en una burbuja, en medio de
una tormenta. En definitiva, es otra forma de vivir las soledades de la vida.
Así que, combatiendo, y reflexionando con las soledades, voy conviviendo con mis soledades,
por dentro y por fuera. Y sin buscar recetas mágicas, aceptando que existen, y que me acechan
cada día, estoy aprendiendo a convivir con ellas, y de alguna forma , son mis confidentes, como
una buena amante secreta, y me llenan de dudas, y de emociones , y trato de salir airoso, eso sí,
con la inestimable y fantástica ayuda, de nuestra increíble luz mediterránea.

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