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Ángel Sánchez Sánchez

«En la actual crisis sanitaria, aquellos cuyo objetivo fue mercantilizar la salud salen a los balcones a homenajear ( dicho sea de paso, merecidamente)a los hombres y mujeres de la sanidad pública»

La crisis financiera sufrida a partir de 2008 produjo una fuerte sacudida en la que muchos de los que antes decían aborrecer la intervención estatal, ahora la exigían. En la actual crisis sanitaria, aquellos cuyo objetivo fue mercantilizar la salud salen a los balcones a homenajear ( dicho sea de paso, merecidamente)a los hombres y mujeres de la sanidad pública. ¿Paradojas o contradicciones?.

         Parece que ya no recordamos que en el contexto de la crisis económica y financiera, el Estado era interpelado por los mismos que proponían su demolición controlada. Pero es humano que en momentos en los que nos sentimos aterrorizados por lo que no controlamos, nos sintamos más cerca de aquellos que nos dan seguridad.

         Recordar que, para salvar el sistema económico el Estado tuvo que “sacar” de la sociedad miles de millones que no van a recuperarse. Recordar que en los primeros golpes de la crisis financiera, los intentos keinesianos fueron sustituidos rápidamente por más desregulación y, por consiguiente, más precariedad. Es necesario recordar que quienes más lo sufrieron y ahora lo sufren, son los más débiles, víctimas propiciatorias que crisis tras crisis, se ceban en las mismas capas de la sociedad.

         Nuestra sociedad se vuelve comunidad cuando se aterroriza, pero retorna a ser un mero agregado de intereses cuando aparentemente escampa. Pero el mal tiempo siempre es cíclico, como los problemas de un mundo globalizado.

         Me sumo al aplauso a los profesionales de la sanidad pública, pero personalmente exijo altura de miras a nuestros representantes: blindemos a través de nuestras leyes un sistema sostenible que no esté sujeto a mercantilización, una vez dejemos de setirnos amenazados. Pero la actual crisis no debe cegarnos: los problemas de nuestro débil sistema de derechos sociales volverá a ponerse en evidencia cuando, ya sea financieramente o por el problema sanitario que sufrimos ahora, vuelva a amenazar nuestro sistema de vida. Por ésto, creo que debemos extraer enseñanzas, más allá de los sentimientos que ahora podamos tener a flor de piel, más allá de ese simbolismo pasajero de alabanza a aquellos que siempre fueron héroes y heroínas. Los mayores, los y las dependientes no son ahora más sociedad, al igual que los cuerpos de seguridad del Estado o el personal sanitario no son ahora más héroes que lo fueron ayer.

         Creo que es necesario que los débiles pilares del Estado de Bienestar ( fundamentalmente familiarista al ser éstas las que sostienen la solidaridad intergeneracional en momentos de crisis) formen parte de un gran acuerdo político blindando a través de las leyes nuestra sanidad pública, nuestra educación, la solidaridad con los y las dependientes, la igualdad de los cuerpos de seguridad del Estado, las pensiones como instrumento, no individual, sino de solidaridad intergeneracional. Creo que es el momento de no olvidar, de recordar y poner en valor lo que hoy aplaudimos.

         La estructura del Estado está sostenida por miles de trabajadores y trabajadoras públicos, la mayoría de las veces y en situaciones de normalidad, siempre mirados de reojo, con desconfianza e incluso con soberbia ( ¿quien no ha oído aquello de “tu sueldo lo pago yo”?). Pero es necesario recordar que entre esos miles de funcionarios y funcionarias están los maestros y maestras, los policías, los guardias civiles, los bomberos, los y las profesionales de la sanidad. No hay que olvidarlo nunca, pues es el sustento de lo que llamamos sociedad y que hoy aplaudimos.

         Si salimos de ésta situación ( que lo haremos) con reproches y sin propuestas que nos aseguren a la ciudadanía una mínima estabilidad; si salimos de ésta situación dejando que los más débiles sigan sufriendo los ciclos de todo tipo de un mundo globalizado, no habremos aprendido nada y repetiremos, una y otra vez las mismas situaciones de riesgo e injusticia.

         Y para ello, es necesario un sistema tributario fuerte, donde los desmanes del pasado, el despilfarro de políticos irresponsables ( aunque su irresponsabilidad haya sido avalada en muchos casos por los votos) no siga minando en la gente la confianza en nuestra democracia. Donde el despilfarro, los pufos, sean a cargo de quien los comete y no de los fondos de todos y todas. Entonces, creo que la gente volverá a confiar en nuestro sistema, con diferentes puntos de vista, con diferentes intereses, pero con acuerdo en lo que es importante: España como sociedad y no solo como metáfora.

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