Incluir o excluir
Opinión
Ángel Sánchez
Los que hayan tenido la amabilidad de leer algunas de las opiniones que he ido publicando durante éstas semanas, quizá pueda concluir que mi objetivo ha sido criticar, aunque de forma indirecta, únicamente a una opciones políticas porque mis preferencias condicionan mi opinión. Evidentemente, los condicionantes ideológicos suponen un cierto lastre a la hora de construir argumentos mínimamente válidos, pero tras haber releído los diferentes argumentos que he expuesto ( quizá de forma compulsiva, por lo que pido disculpas y lo achaco al tiempo que uno tiene para leer y releer, pensar y repensar durante los largos días del confinamiento) no puedo decir que mis textos estén libres de sesgos, pero sí creo que denotan un esfuerzo por plantear un análisis “opinativo” en la línea del acuerdo y el diálogo; en el marco de una realidad plural, sí, pero como una necesidad expresada de forma explícita.
Un apreciado amigo, me decía estos días que le había defraudado la salida de tono del Alcalde, con la publicación de una opinión claramente tendenciosa en su perfil personal de una red social sobre las soluciones “habitacionales”, ondeando el mismo “fantasma” que sus dirigentes nacionales: los social comunistas. Mi respuesta es que, la acción, en mi opinión, tenía un doble objetivo. Por un lado, coincidir con sus dirigentes nacionales en cuanto a la construcción de ese relato apocalíptico, para ellos tan necesario, en función del sesgo de confirmación ( dar por cierto algo en lo que creemos, ignorando cualquier explicación que contradiga nuestra opinión) que imprimen al relato que, en torno a la mejorable actuación del gobierno del Estado, construyen día a día. Por otro ( y sigo tirando de la psicología social), reforzar el “ingroup” para consolidarse como el único referente de la derecha ( lo de ingroup, como identidad colectiva de grupo que discrimina, consolidando por lo tanto los frentes opuestos). También me ha dicho este querido amigo que no contestase a lo que definió como una “provocación intencionada” ( y éste amigo, sospechoso de ser contrario al Sr. Alcalde, no es). Y le voy a hacer caso, pese a que hay infinidad de argumentos que podría exponer, porque soy consciente, que en el contexto en el que nos hemos situado, de nada servirían porque yo estoy (en esa dinámica excluyente) situado en ese “otro grupo”: el de los adversarios.
Sigo creyendo, que pese a esa ( en mi opinión) salida de tono de quien tiene la obligación institucional de estar trabajando para lograr un acuerdo de amplio recorrido ( no sólo consolidar su mayoría para sacar adelante sus políticas) donde todas las fuerzas políticas pudieran expresarse y sentirse representadas de alguna manera, vale la pena seguir apostando por el acuerdo. Una de las grandes virtudes de la democracia es la posibilidad de la que dispone la ciudadanía para poner y quitar gobiernos, algo que, si en verdad la lealtad expresada es para con el pueblo como concepto colectivo, debería considerar más allá de sus mayorías coyunturales.
Y sigo sin querer decir nada, aunque sí creo que en las redes sociales algo comenté referente a la “radicalización” de nuestro Alcalde. Y no lo voy a hacer porque sí, considero que éste Alcalde es el de todos, y los que no le hemos apoyado en las urnas, no le vamos a cuestionar su legitimidad para gobernar con los apoyos que pueda o quiera los cuatro años del mandato. Simplemente vamos a aceptar que la democracia es así, y que si la ciudadanía así lo considera, quizá los que vemos la política de otra manera, podamos sentirnos más representados por un gobierno de otro signo cuando las urnas así lo decidan. Mientras tanto, simplemente decir que, pese a que fortalece el sentido de pertenencia con la retórica frentista; pese a que con ese tipo de declaraciones le come el terreno a uno de sus amigos/enemigos electorales por la extrema derecha; la lealtad con El Campello se demuestra a través de las políticas; a través de la gestión, y sobre todo, a través del talante democrático, que no es otra cosa que, asumiendo la responsabilidad institucional, considerar que más del cincuenta por ciento del cuerpo electoral local piensa de forma diferente. Propiciar que los que no somos parte de ese grupo, no nos sintamos demasiado excluidos (políticamente) debería ser una premisa democrática para cualquier dirigente político.
El aplauso que determinadas figuras retóricas pueda provocar en los incondicionales no puede prevalecer sobre los intereses generales, pues si así fuera, esa máxima de todos los dirigentes que alcanzan el poder se convertiría en una falacia más de la política: gobernar para todos, aunque no se pueda contentar a todos.
No soy quien para dar consejos, pero creo que el valor de la mesura y de la contención, sí pueden incidir en que cuando salgamos de nuestro encierro, podamos sentirnos como parte de esa sociedad local que tantos y tan importantes retos tiene ante sí.