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Los paseos interminables en el mar de las dudas

Pascual Andrés Tevar nos envía otro texto de contenido propio:

Hace unos meses, situándome en el inicio de enero de 2020 me asaltaba un virus estomacal, que me dejo tocado en lo físico, y que me llenaba de dudas de la insignificancia de nuestro cuerpo, si no somos capaces de activar la mente, para encontrar respuesta a la forma de enfrentarnos a los desafíos de nuestras debilidades físicas.

Con el paso de los años, ahora que camino hacia los 70, empiezas, aunque no quieras, a plantarte, que nuestro cuerpo va caminando a soportar lo mejor que puedas las debilidades, y que tienes que compensarlo, y ahí está la ardua tarea, activando las capacidades de tu mente. Y en ese desafío, intentar, no ponerte límites, para luchar, contra todo lo que seguro va a surgir en el camino.

Como ya he dicho en otros artículos, hay que trabajar el cuerpo, pero al mismo tiempo, hay que tener entrenada cada día la mente.

Así que toca, hacer deporte, cada uno a su manera, con el cuerpo y con la mente. Por mi parte, tengo asumido, continuar trabajando, y como el trabajo, bien entendido, es todo, menos monotonía, no hace más que empujarme, a tener que esforzar la mente, para poder estar a la altura de los retos. Y continuar estudiando, porque no queda otra, para intentar estar a la altura de la responsabilidad del trabajo bien hecho, y no dejarte inundar por el camino de depresiones, y angustias vitales. Es decir, que el trabajo te agote en lo físico, y te salve en la mente, para así, ir sobreviviendo, y hasta ganando en nuevas emociones y retos.

Entiendo que el trabajo en la asesoría, no es comparable con la construcción y otros similares, donde el esfuerzo unido a la técnica profesional, desgasta mucho más lo físico. Pero si tiene que llegar la jubilación en el trabajo, que no se jubile nunca la mente. Por eso se hace necesario, tener un plan de vida, que implique otra forma de trabajar, y mantener la mente activa, para que no exista nunca un final, sino un punto y seguido.

Como no podemos detener el tiempo, si podemos, acoplarnos a su caminar, y ser capaces de estar activos y motivados siempre, cada cual, a su personal manera. Y nunca, nunca, dejarse arrastrar, por las dudas y las depresiones, porque seguro que van a venir, y habrá que saber cómo luchar para doblegarlas. Así que, lo que tenga que venir, vendrá, pero no nos va a encontrar fuera de juego, porque tendremos motivos, para luchar con todas nuestras fuerzas y convicciones, para seguir adelante, y con ilusiones renovadas cada día.

Es decir, es necesario, vivir al día, y que el futuro sea el día siguiente, y lo que tenga que suceder, lo viviremos, y lo lucharemos, en ese momento, ni antes, ni después. No vamos a deprimirnos, absorbidos en angustias imposibles, y retos llenos de miedos, pensando en el futuro. Lo único que importa es luchar, y compartir, cada día, a tope, en todos los detalles, por pequeños que puedan parecer, porque cada uno, en su aparente insignificancia, tiene un valor incalculable.

No estamos aquí, para escribir finales. La vida es apasionante en cada momento, en cada instante, en cada detalle. Y si somos capaces, por mucho que nos cueste, de llenar nuestras alforjas de una mezcla de ilusión, de coraje, de sufrimiento, de sacrificio, y de pasión por reinventarnos, y levantarnos después de cada caída, estaremos preparados, para la batalla, y hasta para ganar la guerra. Y no pensaremos en finales, porque cada día, es un principio, y merece la pena, vivirlo a tope. Tal vez, así, sea una de las pocas maneras, que las amenazas, angustias, y depresiones, que siempre conviven con nosotros, tengan una vida corta. Porque al amanecer siguiente, estaremos preparados, y reseteados, por dentro y por fuera, y le
pondremos coraje, y le pondremos paciencia, y le pondremos humildad, y le pondremos ilusión, para empezar el camino en el desafío de la desafiante e inquieta aventura de vivir. Y por cada duda, y por cada angustia existencial, habrá seguro una nueva oportunidad, de sobrevivir, de levantarnos de nuevo, por dura que sea la caída, y no perder la fe en nuestros valores, llenos de libertad y de futuro.

Al final, hago esta humilde reflexión, para que cada uno y cada una, lo traslade, a su personal e indescifrable manera de darle argumentos a su forma de existir, y compartir. Teniendo claro, que todo tiene sentido, si lo llenamos de pasión, si somos capaces de apartar los árboles que no nos dejan ver el infinito bosque por descubrir, y todo ello invadido por la increíble luz mediterránea.

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