Roberto Mira
Hace ya unos cuantos años comencé la aventura de publicar quincenalmente, en el entonces periódico “La Rambla”, una serie de opiniones que resultó muy gratificante para mí. Hoy, de nuevo, comienzo otra andadura con la misma ilusión que el primer día. En esta ocasión se me brinda la oportunidad de publicar, en el presente periódico, los artículos de opinión que vaya desarrollando a través del tiempo, mi tiempo, gracias al apoyo de mi entrañable amigo Antonio Sogorb.
Una vez prologado el artículo que detallo a continuación, mi agradecimiento a los lectores que tengan a bien ocupar su tiempo en su lectura y, cómo no, desear, que la recompensa de la que son merecedores, todos y cada uno de los que configuran el equipo, les asista en este nuevo proyecto que ha nacido con el nombre de “SOM SANT JOAN”.

Soy consciente de que el tema que mundialmente ocupa y preocupa es la pandemia que machaconamente estamos sufriendo, pero necesito obviar tal circunstancia creando una burbuja que me aísle de tal drama y me haga valorar que, a pesar de todo, la naturaleza nos ofrece de nuevo el nacimiento de la primavera y de que yo, de momento, formo parte de ella y de que ésta, la del presente año 2020, no va a volver y que, por lo tanto, debo vivirla y saborearla como si fuera la última de mi vida extrayendo los recuerdos que me han hecho llevadero mi pasado. Éste, el recuerdo, es el que cuando lo hacemos protagonista de nuestro presente, nos ayuda y alimenta.
Sé que me ha sido complicado, por no decir imposible y complejo, el encontrar una inspiración coherente al artículo que estoy escribiendo y consciente de ello me he dirigido hace unos instantes a la orilla de la playa, y al contemplar el horizonte tan definido como nos gustaría tener nuestro futuro, como si fuera un singular cangrejo, emerjo a la superficie de mis recuerdos y envidio, con acritud, el vaivén de las olas que ajenas a todo, incansablemente, escapan y regresan a la orilla que, con fidelidad, las espera y soporta, (algo parecido me gustaría que me ocurriera a mí: que aquí, al borde del abismo de lo previsiblemente temido, pudiera partir y regresar a ese tiempo perdido que entretuve estando pendiente y dando importancia a todo aquello que, frente a la vida, por nada ni por nadie merece que sea perdido por ti: la dignidad.