Pascual Andrés Tévar nos envía un nuevo artículo propio
Siempre entendemos la soledad en su significado triste y solitario, pero es vital, que aprendamos a reinventarla en todas las vertientes de su existencia.

La soledad, es saber aislarse del mundo, aunque sea un instante, para descubrirse a uno mismo, y todo lo que aún no has sido capaz de sacar de tu interior, y de ofrecerlo a los demás en sentido positivo. Es como satisfacer una necesidad vital como ciudadano del mundo.
Estamos mediatizados, a entender la soledad como un problema, como una falta o incapacidad para la convivencia, en un debate del subconsciente, que nos mediatiza, y nos llena de limitaciones, con solo pensarlo. Cuando, por muy solos que podamos sentirnos, siempre hay una puerta que buscar incansablemente, y atreverse a abrirla, sin miedo. Y encontraremos, arropados de ilusiones nuevas, la forma de superarla, y abrirnos a la convivencia, sin barreras, sin miedo a caer, para volver a levantarnos más fuertes.
A veces nos sentimos tan solos, que no somos capaces de sospechar, que siempre existe una compañera, un amigo, una pasión, que nos está esperando, para que le demos una oportunidad de llevarnos a la luz y la alegría de nuevos retos.
Nunca, nunca, podemos consentir que la soledad, se transforme en monotonía, y nos invada la existencia, porque entonces estaremos cerrando muchas puertas, que luego, no tendremos más remedio, que buscar ayuda, para volver a abrirlas. Y aun así, no podemos dejar arrastrarnos a la ansiedad de la desesperanza. Siempre, si sabemos buscarlo, encontraremos el camino de superarlo, aunque dejen secuelas, asumidas, en el camino.
Ahora, que hemos estado confinados tanto días y semanas, parece que hemos dado una vuelta de tuerca a la soledad, como si la hubiéramos hecho desaparecer, pero sigue estando ahí, no nos engallemos. Porque de alguna forma, se ha instalado de otra manera, y nos llena de dudas y de miedos, aunque nos cueste mucho, reconocerlos e identificarlos.
Ahora, que las noticias de cada día de la pandemia, de los afectados, de los hospitales, de las restricciones, de las fases, de las desescaladas, de los confinamientos, de los políticos, de la vacuna, nos tienen navegando en un mar de dudas, y no nos dejan mirar el futuro, es hora también de atrevernos a compartir nuestra soledad. Y tal vez, sentiremos, que no estamos tan solos, si somos capaces de ser solidarios.
Así que, toca abrir la ventana de par en par, para que entren los vientos libres y frescos, y atrevernos a conectarnos de nuevo con el mundo. A luchar por nuevas metas, a reunirnos en familia, con los amigos, en la Peña, y salvando protocolos y mascarillas, reírnos con los demás, y con nosotros mismos. Y emborracharnos de palabras, y de otras invenciones, pero manteniendo el control. Y a buscar sin descanso nuevas ilusiones, con los ánimos de los campeones, que no tienen miedo a caer, porque su inconformismo vital, les hace siempre levantarse.
En definitiva, la soledad, que tiene dosis de abatimiento, y miserias, es un buen antídoto, para redescubrirnos, el sabor de la vida, bajo la increíble luz mediterránea.