Adrián Martínez, Médico y profesor en el CIPFP Canastell
Ahora, cuando está a punto de finalizar el último proyecto en los que a lo largo de mi vida académica he participado, me doy cuenta que hay uno muy especial: el último al que me refería. Este dejará una impronta duradera, es posible que para siempre, y también, debo admitirlo, cierto grado de desasosiego personal, una especie de prurito sin materia que ataca la inconsciencia y te hace gritar sorprendido y ya consciente que la realidad en mayúsculas, queramos o no, se construye sobre la base de vivencias compartidas y no tanto de complacencias asumidas.
El 10 de febrero ¡qué largo se no está haciendo este año! algunos miembros del departamento de sanidad del CIPFP Canastell de San Vicente del Raspeig presentábamos un proyecto de título ¡NO SIN ELL@S! Proyecto que fue elegido entre más de 200 presentados a nivel nacional en una nueva edición convocada por la Asociación FP Empresa y la Fundación Bankia por la FP Dual.
¡NO SIN ELL@S! estaba dirigido a estudiantes del ciclo formativo de Técnico en Cuidados Auxiliares de enfermería de nuestro centro y se articulaba en esa visión formativa que relaciona la formación académica de base ampliándola, de forma específica y presencial y a través de la participación de determinados centros (APCA, ADACEA, COCEMFE y CASAVERDE), en el cuidado integral de personas con daño cerebral. Buscábamos, en definitiva, ampliar las salidas laborales de nuestros alumnos facilitando el acercamiento de los mismos a aquellas empresas e instituciones dedicadas al menester del cuidado y la rehabilitación de aquellas personas, de todas las edades, aquejadas de daño cerebral.
En las deliciosas sesiones formativas en las que participaron miembros de las citadas instituciones me surgieron, al margen de los contenidos, varias realidades superpuestas al discurso asistencial. Por un lado que el colectivo de personas con discapacidad, y muchas instituciones que les dan apoyo y asistencia, hace tiempo propusieron el concepto de “diversidad funcional” para reivindicar su derecho a tomar decisiones y a abandonar la marginación a la que tradicionalmente ha sido sometido superando las definiciones en negativo, tales como discapacidad o minusvalía. Así, digámoslo claro, reclaman el derecho al pleno reconocimiento de su dignidad como una expresión más de las muchas diversidades que en la actualidad son reconocidas de forma positiva en nuestra sociedad. Por otro lado, y abundando en el análisis efectuado de la realidad, quisiera poner de relieve otros puntos que debemos apoyar con fuerza, como son la “desmedicalización”de la diversidad funcional, la “desinstitucionalización”, la promoción de la autonomía moral de todas las mujeres y hombres discapacitados, la transversalidad de la diversidad funcional y, por último y no menos importante, el cambio terminológico que tanto nos cuesta asumir. Ni que decir tiene que todavía se han de superar ciertos presupuestos asociados a la concepción de la discapacidad que tienen que ver con la moderna normalización del cuerpo y de la salud derivados de la hegemonía del discurso de la ciencia médica. Por eso, por ese prurito asimilado y asumido al que hacíamos referencia y por ese desasosiego formulado en primera persona, se deben proponer elementos diferentes que, frente a dichos presupuestos, habrá de afrontar la perspectiva de la diversidad funcional.
Estos elementos diferentes, quizá no tan novedosos pero igualmente recalcables, consisten en un cambio de apoyo y principio fundamental en la lucha por la igualdad de oportunidades de las mujeres y hombres con diversidad funcional. El eje fundamental debería ser el del discurso de la dignidad: la percepción de que la misma es la clave de bóveda, la punta de lanza, del modelo de la diversidad. Y esto significa un cambio importante en el desarrollo teórico y práctico a seguir en la lucha social por la diversidad funcional ya que influye en lo más básico del ser humano: la visión que tiene de sí mismo, la visión que tiene sobre el valor de su propia vida y la percepción de su propia dignidad respecto a la de los demás. La percepción de la dignidad, por tanto, es fundamental en el modelo propuesto. En el derecho y en la bioética encontraremos claves para construir una sociedad en la que todas las mujeres y todos los hombres vean preservados plenamente su autonomía moral y su dignidad. Hay que construir una sociedad en la que la diversidad, y en concreto la diversidad funcional, sea vista como una diferencia con valor y no como una carga exenta del mismo y perceptora de beneficencia autocomplaciente sin más. Una sociedad en la que exista la igualdad de oportunidades y nadie sea discriminado por su diferencia. En definitiva una sociedad más justa en la que todas las personas sean bienvenidas, aceptadas y respetadas por el simple hecho de ser humanos.
Me resta agradecer desde estas líneas el trabajo de todos los compañeros que han participado en este proyecto y cuyo denominador común es su capacidad de trabajo y su liderazgo entre los alumnos. Agradecer a todos los miembros de todas las instituciones antes citadas que de forma magistral han impartido las sesiones formativas. Dar gracias a todos los alumnos que se han formado en dicho proyecto pues ellos son la materia que configura nuestro trabajo. Dar la gracias al director del CIPFP Canastell por su apoyo incondicional. Y agradecer especialmente su entrega, su entereza, su voluntad y su entusiasmo a todos los usuarios de los centros de daño cerebral. Conocerlos es quererlos. Ellos han sido el centro de nuestra diana y motor de nuestras acciones. No nos olvidaremos de ellos pues ya configuran nuestro devenir emocional.
Así que digámoslo alto y claro: todo es posible, todo es y todo será pero… ¡NO SIN ELL@S!