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De verdad, ¿han muerto las ideologías?

Ángel Sánchez

Opinión

Ángel Sánchez

Desde que Daniel Bell (profesor de Harvard) publicase en 1960 su obra El Fin de las Ideologías, ha llovido mucho. «El fin de las ideologías», fue una obra a la que siguieron otras, si cabe, más conservadoras sobre el fin de la historia y el pensamiento único, fundamentalmente neoliberal. Tras la caída del muro de Berlín y el colapso de los países del “socialismo real”, En 1992 se publicó otra de las obras que preconizaban el fin de las ideologías: El fin de la historia y del hombre , en el ,Francis Fukuyama defiende la teoría de que la historia humana como lucha entre ideologías, ha concluido.

Fruto de la ola neoliberal se impulsó un nuevo paradigma hacia la siempre “sospechosa” administración pública: La Nueva Gestión Pública, cuyo objetivo era, en teoría, modernizar la administración para hacerla eficiente y eficaz, palabras que se convierten en un eufemismo si nos fijamos en que la aplicación de éste paradigma se ha limitado a la imposición de dinámicas privatizadoras de los servicios públicos. Ejemplos creo que tenemos en mente algunos. Entonces, ¿han muerto las ideologías?. En mi opinión, simplemente han cambiado como ha cambiado la sociedad, pero la ideología, como instrumento de dominación y hegemonía se ve con claridad en éstos momentos. Recuperemos a Marx para entenderlo mejor.

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Según Raymon Wiliams, hay diferentes versiones del término, desde una perspectiva marxista. La primera, como conjunto de creencias e ideas de un grupo o de una clase y la segunda como un conjunto de creencias ilusorias o falsa conciencia. Y en mi opinión, ese “fin de las ideologías” se encuadra en la segunda acepción: falsa conciencia o creencia ilusoria. Mejor una explicación práctica.

La Presidenta de la Comunidad de Madrid ha decidido que el proceso de vacunación ( que ha cuestionado, si pruebas y con un ataque directo al gobierno del Estado en cuanto al reparto de la vacuna entre las diferentes comunidades autónomas) va a desarrollarse, también, desde la sanidad privada. La dirigente del PP madrileño, a través de su furibundo ataque ( sin datos o, más bien, ocultándolos convenientemente) al Gobierno, se ha cargado de argumentos y ha vendido a la ciudadanía madrileña ( que todavía la escuche) que no hay más remedio ( sin haber incrementado la plantilla de la sanidad pública y construyendo un hospital teniendo plantas completas cerradas…) que recurrir a lo privado. Y éste argumento, es el mantra y el alma de los neoliberales aplicando su ideología: no hay más remedio. ¿Buscar soluciones intermedias?. ¡Para qué!: ya está la empresa privada para solucionarlo todo.

Esa apuesta unilateral por la iniciativa privada, que en la Nueva Gestión es parte de una dinámica de colaboración ( amen de otros aspectos que interesadamente se olvidan, como dotar de sentido al término “gobernanza”), es una apuesta claramente ideológica travestida de “necesidad”.

En nuestro municipio  la ideología se impone a través, por ejemplo, del mantenimiento de una instalación terminada y cerrada (piscina) hasta que no se den las circunstancias idóneas para ponerla en manos de la gestión privada, o del contrato de la poda de gran volumen, sin buscar soluciones desde la colaboración público-privada ( alquiler de maquinaria necesaria junto a la formación de trabajadores locales para la prestación del servicio, por ejemplo) y optando, “porque no hay más remedio” por un contrato privado.

Eso si, desde la ideología conservadora se señala con el dedo acusador a las “ideologías de género, o las ideología social comunista”, y no solo sin ruborizarse, sino envolviéndose en símbolos y emociones que utilizan en su propio beneficio.

Es más necesario que nunca que la izquierda recupere el concepto de ideología como conjunto de creencias, ideas y valores que inspiran sus propuestas programáticas en confrontación con la imposición de la ideología conservadora que, insisto, hábilmente se ocultan tras retóricas patrióticas para imponer un discurso hegemónico que la ciudadanía asume de forma acrítica por el contenido emocional de que dota la derecha su discurso.

Hay vida más allá del neoliberalismo, pero hay que construirlo, porque sí, hay alternativas. No se puede vivir de la historia, sólo  hay dos opciones: o revelarse, o simplemente resignarse (eso si, cómodamente) a ser irrelevantes siguiendo el paso a la derecha en sus políticas basadas en la resignación del “no hay más remedio. Pero amigos y amigas, si que lo hay.

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