FRANCISCO CANALS BEVIÁ Doctor en Economía y Presidente del Cercle d’ Estudis “Sequet Però Sanet” de Sant Vicent del Raspeig
Contenido patrocinado por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de San Vicente
Se cumplen en este año 2021, concretamente en este mes de julio, ochenta y cinco años de uno de los sucesos más trágicos, bárbaros y salvajes de la Historia del municipio sanvicentero. En la noche del 18 al 19 de julio del año 1.936, se produjo un auténtico atentado al patrimonio histórico, cultural y patrimonial del pueblo. Se trata del asalto a la Iglesia Parroquial, con incendio de partes del edifico y la destrucción y quema de imágenes y otros objetos artísticos. Con independencia de que sea un hecho antirreligioso, objetivamente es un atentado cultural, ya que se destruye un edificio emblemático, singular, con valores artísticos y arquitectónicos. Un edificio histórico es siempre un activo de un municipio, con independencia de cuál sea su función.
La desaparición y, sobre todo, la demolición deliberada de edificios y espacios emblemáticos de una comunidad, supone la destrucción de la Memoria de esa Comunidad. De forma deliberada, es decir, cuando se hace de forma voluntaria e intencionada después de haberlo pensado.
El atentado cultural es el mismo, se trate de un templo pagano, una sinagoga o una mezquita. Es una pérdida arquitectónica, artística, cultural y patrimonial de una comunidad. Los hechos a los que nos referimos, además de destrozar los elementos simbólicos y artísticos de un templo neoclásico, supusieron también la desaparición de otros bienes culturales, los cuales con independencia de su función religiosa, eran de suma importancia para comprender la evolución y los orígenes del actual municipio sanvicentero.
La Iglesia Parroquial y su anexa Casa Abadía o “Casa del Cura”, era el edifico más importante, emblemático, de la antigua Partida de El Raspeig. No solo por su función religiosa, sino también social, cultual e incluso política que había desempeñado. La estructura definía y ordenaba el primitivo Caserío. El templo, el edificio, había sido testigo de la formación urbanística de lo que hoy es nuestra ciudad. Recibió a Cavanilles, cuando llegó a lo que hoy es el centro del pueblo, a finales del siglo XVIII; y describió el Raspeig desde su torre. Vio pasar, y albergó, a ejércitos españoles, franceses, británicos, portugueses. Milicias liberales, conservadoras y republicanas. Incluso fue cárcel de disidentes.
Sobrevivió intacto hasta esa fatídica fecha. Los destrozos a los que se sometió su estructura lo dejaron irreconocible. Tenía un pavimento de losas de piedra, en la que cual figuraban inscripciones de posibles enterramientos; una cripta que ocupaba el pasillo central, etc. etc. (en el Cercle nos hemos ocupado de ello en diversos estudios). Desde entonces entró en franca decadencia, nunca recuperaría su “antiguo esplendor”. Si hubiese permanecido intacta, hoy sería un “BIC” (Bien de interés cultural).
En las imágenes que acompañan a este artículo, recogemos el inventario de 1.817, y mediante su análisis podemos apreciar la magnitud de las pérdidas culturales para el municipio. No solo objetos del culto religioso, sino también cuadros y otros elementos artísticos. Pero, sobre todo, a nuestro juicio, la pérdida fundamental para las bases documentales del municipio, fue el Archivo parroquial, aunque en un primer momento se salvó de la “Cremá”, los documentos que nos informaban sobre la vida y la muerte en la antigua partida. Las inscripciones de nacimiento, bodas, y “mortuoris”, el devenir cotidiano de sus habitantes en una economía de Antiguo Régimen, todo ello se perdió para siempre. La primera inscripción de un nacimiento era del 28 de julio de 1748.
En lo que respecta a la Casa Abadía popularmente “Casa del Cura”, fue demolida en esa etapa de la Guerra Civil. Era, igual que la Iglesia, un edificio de mediados del siglo XVIII y el más antiguo del municipio. Y en un urbanismo en el que no había ni palacios, ni mansiones, ni casas señoriales, ni nada parecido, era el único edificio relevante del Caserío y después centro urbano del municipio. Llegó a desempeñar funciones político-administrativas y el primer Ayuntamiento, del que también se cumplen ahora 185 años, reivindicó su propiedad para ser su sede y las Corporaciones lo incluían en su inventario patrimonial.
Con independencia de que existiera un litigio entre Municipio y la Iglesia sobre su propiedad, el hecho de demolerlo no fue una decisión acertada, por no utilizar otra expresión, ya que se trataba del edificio más antiguo del término municipal (aparte del templo), y siempre podría haber tenido un uso social, cultural o administrativo. Según testigos presenciales el despacho del Cura Párroco era espléndido con muebles antiguos dignos de conservación. Lo mismo podemos decir del edificio.
La “sabiduría popular” sanvicentera, dejo establecido que: “el Alcalde de entonces en guerra va aprofitar pa tirar la Casa del Cura”. Si era esa una manera de hacer valer su propiedad (¿?¡¡), el lector tendrá su opinión a la vista de los hechos. El resultado fue la pérdida para la sociedad sanvicentera de su más importante e histórico edificio.
En otra ocasión abordaremos el tema de quién tendría más derechos a la propiedad, titularidad, del emblemático y simbólico edificio de la “Casa Abadía”, si la Iglesia o la Corporación Municipal.