No cabe duda que a las catástrofes humanas, como fue la Guerra Civil en España, se le pueden añadir dificultades exógenas como el tiempo atmosférico que contribuyen a agravar calamidades. En estos tiempos de amenazas de “gotas frías”, ponemos en relieve en los siguientes párrafos los acontecimientos catastróficos que se padecieron en pleno ecuador de la Guerra Civil a Sant Vicent del Raspeig.
Con el frente de sublevados avanzando hacia el litoral castellonense, se produce hacia el 24 de abril una fuerte inestabilización atmosférica producida por una profunda vaguada inclinada de NE-SW y con una depresión en altura aislada (gota fría), en la zona del golfo de Cádiz. La tarde del 27 de abril de 1938 un fuerte aguacero torrencial descarga sobre San Vicente del Raspeig y alrededores generando graves problemas. Las aguas alcanzan más del metro de altura en la Rambla de Alicante y la calle Bailen, en la barriada de Santo Domingo se derrumbaron 2 casas y pereció una mujer.
El miedo mayor era el desabastecimiento de la población ya que muchos bancales quedaron anegados por la fuerte y repentina tormenta. Por suerte, el abastecimiento no se interrumpió, eso sí, lo vivido aquella tarde quedó en la retina de muchos, como el caso del testimonio oral del sanvicentero José Pastor Lillo que, con 12 años, le pilló por las lomas de los montes de Orgergia donde los alicantinos habían excavado refugios
clandestinos para refugiarse de las bombas. Él mismo presenció como la fuerte tempestad “va fer desbordar els vessants de les llomes, va omplir les sèquies i un sifó, que hi havia, va fer de contenció de l’aigua i va entrar a les coves de la gent”. Ante las dificultades que de por sí ya generaba la retaguardia a una guerra total, el tiempo atmosférico contribuía en la desgracia. El temporal de lluvia, frio y nieve inusual de primavera duró hasta mediados de mayo, una vez concluido, el mal tiempo dejó paso otro tipo de lluvia, las bombas.
Hay múltiples factores que condicionan los devenires históricos, el tiempo atmosférico es uno de ellos. En muchas ocasiones no se han tenido en cuenta la relación que tienen, tampoco se ha recopilado los problemas que pueden acarrear a la población local. En abril de 1938, una tarde de primavera, se paralizó la vida en el campo de Alicante. Luego, el 1939 fue uno de los años más secos del siglo XX, en muchas ocasiones estos fenómenos ligan las memorias vividas y las historias locales de la población que los ha vivido.