César Ponce / Somos Raspeig
Alejandro Moreno es uno de los empresarios más reconocidos de San Vicente. Desde que llegó a nuestro pueblo, se especializó en su oficio y desarrolló una pequeña industria de la que sus hijos cogieron el testigo, superando varias crisis por el camino y reinventándose dentro de un gremio que ha cambiado mucho con el paso de los años.

Nació en Casas de Haro (Cuenca) en 1944, dentro de una familia numerosa de hasta once hermanos. Con diez años, emigraron a San Vicente, afincándose en una casa situada en Montoyos donde se mudó toda la familia. “Fui unos meses a las tres escuelas pero enseguida me puse a trabajar”, cuenta Alejandro, que con sólo once años comenzó a aprender el arte de la ebanistería.
La madera se convirtió en una compañera de viaje habitual para el resto de su vida y dio trabajo a muchísimas personas a mediados de siglo. Sus primeros pasos fueron junto a Manuel Camarasa, donde calentaba cola para unir distintas piezas. “Mi primer jornal fue de cuatro pesetas a la semana”, recuerda.

Poco después pasó al taller de José Santana Lillo donde comenzó a embalar muebles y hacer cajas de madera para facilitar los transportes. Fue en 1964, ya con mayoría de edad, cuando se traslada al taller de Manuel Monllor como oficial, antes de realizar el servicio militar en 1966. “Por aquel entonces faltaba mano de obra y los talleres te buscaban para trabajar”, rememora en comparación con la actualizar donde el trabajo brilla por su ausencia.
Tras el servicio militar comenzó a emprender una aventura por su cuenta. Primero montó una tienda en Villarrobledo (Albacete), de donde era su novia y dos años después volvió a la provincia para enfocar su trabajo hacia la venta. Primero se asienta en Elda y posteriormente vuelve a San Vicente (1975), ya casado con Adelina Melero, con la que tuvo cuatro hijos que años después heredarían su destreza con la madera.
Su destino siempre ha estado en San Vicente, “un pueblo que me ha acogido y del que me siento parte”, declara. Trabajó junto a Julio Salón y de nuevo en Monllor hasta que en la década de los 80 hereda la instalación y empieza por su cuenta. Poco a poco va puliendo su taller, perfeccionando sus técnicas y ampliando mercados. Abre nuevas tiendas en Calle Santiago y Calle Denia especializándose en el mueblo de cocina.
Supo adaptarse a los tiempos, siempre con la ayuda de sus hijos (José Juan, Alejandro, Francisco y Mª Mar), especialmente a la hora de superar las grandes crisis como la de 2008. “Tuve que indemnizar a varios empleados porque no había trabajo y no podía mantenerlos más. Mis hijos trabajaron día y noche, pedimos un préstamo y pudimos salir adelante hasta la actualidad”, cuenta Alejandro.
En esos años nuestro protagonista se jubiló tras una vida dedicada a la ebanistería, aunque ahora sigue muy pendiente del negocio familiar y es una persona muy activa y conocida en San Vicente. Pasa tiempo con sus cinco nietos, y en sus otras facetas ha sido fundador de varias asociaciones como el Club Petanca San Vicente. Perteneció a la asociación de comerciantes, fue cofundador de ASLIPO y formó parte del comité de la muestra de comercio, además de Presidente de honor de la misma. También colabora con Almorçarets sanvicenteros y en 2006 fue nombrado sanvicentero universal. Dentro del mundo del deporte, jugó al fútbol en su juventud y fue directivo del Español de San Vicente.
“He luchado mucho por crear un museo de la madera y espero que algún día pueda ser real”
Ahora, con 78 años recién cumplidos, quiere “agradecer al taller de José Santana Lillo que me permitió aprender el oficio”. Guarda innumerables recuerdos de esos tiempos en los que “éramos 56 y quedábamos todos para pasar el día en Sax”. Por desgracia, muchos talleres tuvieron que cerrar y el sector ha cambiado mucho con la llegada del siglo XXI, pero Alejandro no pierde la esperanza de que se cree un museo de la madera. “He luchado mucho por ello y ya estoy cansado, pero espero que algún día sea una realidad. Guardo juegos de herramientas que tienen más de 100 años de historia y espero que algún día formen parte de este museo”, confiesa. “En San Vicente se han repartido muebles para toda España”, añade Alejandro, por lo que es una pena que esta época no tenga un lugar físico donde exponer tantos recuerdos más allá de las crónicas y relatos como éste en el que tratamos de dar voz y relevancia a sanvicenteros de origen o adopción tan importantes como Alejandro Moreno Martínez.

