Este artículo nace de la preocupación por los prejuicios a los que últimamente se enfrenta el desarrollo de la acuicultura en nuestras costas, prejuicios basados en información errónea, que daña la imagen de una actividad clave, según todos los organismos internacionales, para el desarrollo de un sistema alimentario seguro y sostenible.
La población mundial no para de aumentar, y se espera que se acerque a 10.000 millones hacia mitad de siglo. Uno de los principales retos de este crecimiento es disponer de alimentos de calidad, como el pescado, para todos. Así lo manifiestan la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación -FAO- y científicos de todo el mundo, como los pertenecientes a la plataforma de la Comisión Europea “Food from the oceans”. La producción reciente de las pesquerías extractivas parece haber alcanzado su máximo nivel sostenible, con lo que el aumento tiene necesariamente que proceder de la acuicultura si queremos proteger nuestros recursos naturales.
Por otro lado, la “Estrategia de la Granja a la Mesa” y la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, demandan sistemas de producción de alimentos sostenible, algo de lo que la sociedad es cada día más consciente. La acuicultura marina nos proporciona un pescado fresco, sabroso y saludable, pero ¿es una actividad sostenible?
La acuicultura es uno de los sistemas más eficientes de producción de proteína del mundo, con una huella de carbono muy baja y una alta eficiencia. En los últimos años ha disminuido de manera muy importante la cantidad de pescado requerido para alimentar a los peces, uno de los principales cuestionamientos a la sostenibilidad de la acuicultura. En término medio, la acuicultura usa menos de 0,3 kg de pescado extractivo para producir 1 kg de producto acuícola, y las harinas animales están siendo sustituidas por harinas vegetales, microalgas, harinas de insectos, subproductos alimenticios o proteínas derivadas de microorganismos. Además, es importante subrayar que la utilización del alimento por parte de los peces es mucho más eficiente que por parte de los animales terrestres.
¿Y su sostenibilidad ambiental y el impacto que originan sobre el medio ambiente? Las instalaciones acuícolas requieren de una declaración de impacto ambiental que evalúa sus potenciales efectos sobre el medio y en donde se impone un plan de vigilancia ambiental mientras dure la actividad. Solo son permitidos aquellos cultivos con una baja incidencia, estos son continuamente evaluados, y la Administración puede determinar una reducción de la producción autorizada o incluso la paralización de la actividad.
Respecto a la sostenibilidad económica, las instalaciones de acuicultura son una oportunidad para el desarrollo económico en España, que posee unos recursos hidrográficos idóneos para la actividad, crea empleo y atrae inversión en zonas rurales donde en ocasiones no llega otro tipo de industria o inversión.
La buena acuicultura, como sucede con la española, es una actividad complementaria la pesca extractiva responsable, que no puede ser ilimitada ni nos puede dar de comer a todos. Ambas deben convivir para garantizar el suministro, tanto a nivel local como nacional, de pescados y mariscos elaborados de forma sostenible. De esta forma, consolida el tejido económico y social del municipio, siendo compatible con otras actividades, como el turismo.
Comencemos a acercarnos a nuestra acuicultura con una mirada renovada, para conocer mejor los beneficios a nivel de calidad nutricional, seguridad alimentaria, sostenibilidad y origen nacional que nos puede aportar.