Texto de Pascual Andrés Tévar
Hace unos días en este mes de agosto de 2022, cuando caminaba como de costumbre, por el
carril bici de las rotondas desde San Vicente del Raspeig camino de otras rotondas, en la mañana
tempranera desde antes de las 06 horas, de un habitual domingo, sufrí una caída, golpeándome
en el costado izquierdo, por culpa de salirme de la ruta, para atender necesidades físicas
imprevisibles e inesperadas. Pero, a pesar de los dolores, surge una moral inesperada, que me
hizo aguantar, hasta regresar a casa. Luego vendrían las secuelas, pero esa es otra historia.
Este hecho puntual, me invita y empuja a unas reflexiones, que quiero compartir con los demás,
y hacerlo a través de esta ventana, como una forma de transmitir este debate que me asalta, y
me desafía al mismo tiempo.
Está claro, que tenemos que ser conscientes, que cuando avanzando con la edad de más de 71
años, todos los actos tienen sus consecuencias proporcionales y directas, y una de ellas es en la
capacidad física, aunque me rebelo contra la misma, cada día. Pero al mismo tiempo tengo las
sensaciones, que debo de trabajar mentalmente, para adaptarme a los inevitables cambios. Es
decir, que las inexorables limitaciones físicas, se tienen que intentar compensar, con estímulos
mentales, para que seamos capaces de descubrir otras alternativas, que solo trabajando muy
duro nuestro interior, podemos intentar descubrir.
Puestos en este punto, y a pesar de lo duro que es no poder manejar tu cuerpo, con soltura, y
recurrir a los múltiples medicamentos y demás productos farmacéuticos, buscas, con ansiedad,
no venirte abajo con los dolores, e intentar, pensar y sentir, que la vida te pone delante, cada
amanecer los motivos suficientes para que el desánimo no te invada. Y todavía te queden
argumentos para seguir adelante, con las gotas de ilusión necesarias.
Es entonces cuando te asalta la memoria:
De la compañera de tu vida, durante más de 47 años, que cada día te recuerda y te sacude todo
lo que desde más de las estrellas significa, para tener motivos de seguir a su lado. Con ilusión
descubierta de momentos que no tienen explicación, pero que son la sal de la vida, en una sola
y limpia y serena e infinita mirada.
Del compañero del alma y de aventuras empresariales y de la vida, que desde hace más de 44
años, te enseña, que el trabajo, y en la vida, con pasión, siempre tiene sentido, por mucho que
sean los problemas y los debates. Y te sobrepones a los retos, que no te dejan acostumbrarte a
la rutina, y te pone a prueba cada día, y como un buen equipo los vamos soportando, y
venciendo al mismo tiempo, y ganando un futuro paso a paso.
De la hija, que desde el desafío de convivir con el pozo sin fondo de las aventuras de la mente,
es ella, la que me enseña, a entender la enfermedad, y a saber tener motivos para estar
ilusionado cada día de escucharla, y de compartir momentos y encuentros cada semana. Y de
atreverme a darle mis consejos, para que nunca pierda la moral de seguir luchando, y sobre
todo, de dejarte invadir por su enorme sonrisa.
Del hijo, que rompe todos los esquemas de las libertades encorsetadas, y salta las barreras, y
sobrepasa los límites de pensamientos egoístas de entender, y compartir la vida. Y por encima
de las dudas cicateras, se abre paso, día a día, y a su manera, convencido en encontrar y seguir,
su camino, en las infinitas manifestaciones del trabajo, y de convivencia. Y en la lucha de la
superación constante, con fe que se alimenta de imaginación, y de ilusiones, que tienen el futuro
abierto de par en par.
De los amigos de la Peña, como justificación fehaciente, que los valores, se pueden atar al Equipo
como tú lo entiendes, y a una historia de defensa de esos valores, que tenemos que saber hacer
nuestros, y a nuestra manera, transmitirlos a los demás, salvando dudas y mentiras. Y buscando
siempre lo que hacemos, como parte de nuestra forma de pensar, de vivir, y de compartir.
De los ciudadanos y ciudadanas, con los compartes cada día tu trabajo, tu rutinas, y tus
conversaciones, que de alguna forma, también le dan sentido a la libertad, a la convivencia, y a
la forma de entender, y de sufrir, y de saborear la vida, en todos los pequeños y mágicos matices.
Tal vez, pienso, como encorsetado en pequeños, repetidos e incesantes instantes, en todo lo
que envuelve cada día mis agitados pensamientos, que me llenan de reflexiones y dudas, en un
cóctel, que nunca voy a ser capaz de descifrar del todo. Pero que me estimula, y me sacude en
todos los sentidos, para seguir vivo. Para tambalearme en debates, y en certezas inacabadas, y
para intentar buscarme a mí mismo, en todas sus consecuencias.
Ante tanta avalancha de pasiones, y de dudas, y de debates, que la mente te pone delante, cada
día, para que de alguna forma, no tengas un instante de venirte abajo, de desesperarte, de sentir
el vértigo inacabado, de la angustia y la depresión, se te abre, casi sin quererlo, un mundo
nuevo, que salta de los orgullos y prejuicios físicos, y se rebela. Y te transmite, que tienes que
ser capaz, de abrir otros caminos en tu mente y en tu vida, forjado de valores, y de pasiones,
que te encauzan, si sabes buscarlos de verdad, hacia mensajes positivos y valientes, de forma
de pensar, y de vivir. Que están por encima de los tiempos. Y que se agarran, a la serenidad, a
la superación, a la lucha, al sufrimiento, y a le fe, en todas sus sacudidas y dimensiones, que te
empujan, y te conducen de mil maneras, hacia el infinito, bajo la increíble luz mediterránea.