Pascual Andrés Tévar nos envía un nuevo artículo
En una tarde de este verano de septiembre de 2022, calurosa y calmada, y acogedora a ratitos,
se me pasan por la mente, los retos de acudir al confesionario de los pensamientos, y las
elucubraciones desafiantes.
En primer lugar, tengo que constatar, que no soy capaz de cuanto fue la última vez, que acudí al
confesionario de una iglesia, porque tal vez era un niño, distraído en otros menesteres. Pero no
importa, voy a convertir esta mesa de la cocina de casa, en la soledad consentida, para ponerme
el reto de pensar y sentir, que estoy en un confesionario.
Estar en el confesionario, es intentar aceptar que no podemos ser perfectos, y que los vicios,
inseguridades, y dudas, nos tienen siempre con el alma en vilo. Pero, para no llegar a la
desesperación, vamos a descifrar a continuación, algunas confesiones, que no nos atrevemos a
expresar en la vida cotidiana.
Estar en el confesionario, es intentar vencer los disimulos y caras sonrientes , y expresar con
contundencia , y con calma al mismo tiempo, que en tu trabajo no aceptas las hipocresías, y las
medidas verdades, y que exiges las cosas , cara a cara, bien alto y claro. Pero a continuación, se
queda en un pensamiento, en una idea, que no te atreves a llevar a la práctica. Pero la vida sigue,
y es necesario adaptarse.
Entrar en el confesionario, es no conformarte con nada, de lo que alrededor sacude tu vida. Y
engullido en razones y argumentos para protestar, cuando cualquier hecho no te parezca bien.
Y te da lo mismo, que sea en casa y en tu familia, que en el trabajo, que paseando, o que estando
en una terraza tomando un café. Es reaccionar, levantar la voz, cargado de razones, y poner,
según tu criterio, a cada cual en su sitio. Al final, te desahogar contigo mismo, y todo queda
incrustado en el universo de los pensamientos atrevidos e inconfesables.
Entrar en el confesionario, es sentir, que puedes alcanzar a decirles a la cara, a nuestros políticos
y políticas, sean del partido que sean, que no dan la talla, que no tienen ni saben lo que es el
carisma, y que dan una enorme pena. Y lo que es peor, que tenemos que arrastrar su
incompetencia, y miserias varias, esperando en el lado imposible, esperando, que sean capaces
de cambiar. Y todo se queda en el pensamiento, y en los debates contigo mismo, de la memoria
agitada y solitaria.
Así que, al final de la tarde en el confesionario, ni siquiera me ha servido, para desahogarme de
los demonios internos y desafiantes, pero al menos, ha servido para constatar, que el
confesionario, que cada uno y cada una , tenemos en nuestro interior, va a seguir pujando, por
hacernos tambalearnos en las dudas. Pero al mismo tiempo, teniendo meridanamente claro,
que solo queda luchar. Y los planes de egoísmos y manipulaciones de los medios de
comunicación, que sin darnos cuenta, nos coartan los pensamientos en libertad, en tolerancia y
en convivencia, nos hagan saltar las alarmas a tiempo, para reaccionar, e intentar ser y encontrar
lo mejor de nosotros mismos y mismas. Y en libertad, en responsabilidad, con la ayuda de la fe
en los valores, que de verdad creemos, caminemos, y convivamos pacíficamente, bajo la
increíble luz mediterránea.