Pascual Andrés Tévar

Allá por los años 1958 a 1963 había unos niños, y unas niñas, libres y desafiantes y sin miedos, en mi hermosa tierra de mi Yecla natal, que jugaban con el tirachinas, y desafiaban, sin ser conscientes, los esquemas, y los peligros, en medio de una dictadura de las libertades ocultas, encorsetadas, y desaparecidas, cuando jugaban a ser libres, en sus abiertas calles.

En aquellas batallas interminables, en los ratos que podíamos liberarnos de los controles rigurosos del colegio y de los padres, nos subíamos a los montes, cerca del castillo de la Virgen Inmaculada, y con el arma del “tirachinas”, desafiábamos la integridad, y nos divertíamos, sin
importarnos los peligros. Éramos más libres que el viento, en el sentido interminable de la palabra, porque la dura dictadura no se metía en nuestra libertad, porque nos consideraban inofensivos.

También éramos libres cuando juagábamos, en los veranos calurosos e interminables, al juego que le llamábamos “el palito tieso”. Reuniendo en la calle los niños y las niñas , poníamos un palito de madera , sujeto en un montoncito de tierra bien apretada, y en las largas y calurosas noches, nos divertíamos , quitando por turnos rigurosos, uno a uno, un poquito de tierra, sin que le palito se cayera, para ver hasta donde conseguíamos que el palito estuviera tieso. Y al niño ó niña, que este juego de paciencia y de constancia, se le cayera, tenía que enseñar la pilila o el chochete, y mostrarlo a los demás como recompensa. Así que el erotismo estaba inmerso en el en el juego, sin ser conscientes del todo. Era una forma, de levantarte la moral, y te desahogaba en las largas y tediosas noches veraniegas.

Todo lo cual, nos lleva a la conclusión, de que es bueno y necesario, no perder la condición de
ser niño o niña, y recurrir a los valores de esa etapa de la vida, para tener claro, que siempre ha
y motivos, y argumentos para seguir adelante, con la ilusión a cuestas.
Ahora, cuando volvemos la vista atrás, y con inapelable paso del tiempo, nos damos cuenta, y
somos conscientes, que nos falta imaginación, y la libertad increíble y sin fronteras, de esos niños
del TIRACHINAS, y de esos niños y niñas del PALITO TIESO, nos empujan a reflexionar de verdad,
para de alguna forma intentar reinventarnos, para de alguna manera, no dejar de ser niños o
niñas, siempre.
Así que, cuando nos invaden las ideas absurdas, y nos atacan sin piedad el estrés, la ansiedad, y
el miedo al futuro, dentro de la vida aburrida , monótona, y convulsa, y agitada, que nos
amenaza, es vital, es imprescindible, que todo tiene sentido, y que nuestra responsabilidad, es
ponernos a luchar , sacando de esos niños y niñas infinitamente libres, que fuimos, y sacar a
flote, la moral y el buen ánimo , para intentar sobreponernos, y hasta sonreír , cada día.
Tal vez, no éramos conscientes de los desafíos, de una época tan compleja, dura y difícil y de
sufrimientos innombrables, hasta donde no caben palabras, para nuestros padres. Pero de
alguna manera, casi mágica, la inconsciencia desatada de nuestros juegos, estaba desafiando la
dictadura, sin apenas darnos cuenta. Era una forma, de ser rebeldes, a través de nuestros juegos
y de nuestros inconscientes desafíos.
Toda esa hermosa e increíble etapa de nuestras vidas, con el paso del tiempo, y de las terribles
discusiones políticas con mi padre, para sacarme de lavamiento del celebro de las normas
dictatoriales de la época, me sirvió para darme cuenta, lo duro que es sufrir la dictadura
constante en las libertades .Y ser capaz, de descubrir que los sufrimientos de nuestros padres,
han forjado un descubrimiento del verdadero valor de ser y de compartir la libertad, en todos
los sentidos de la vida.
Tal vez, aquellos niños del TIRACHINAS, o esos niños y niñas del PALITO TIESO, tienen claro, que
aunque no hay marcha atrás, aquellas conquistas y desafíos inconscientes de un guerrillero, y
de una guerrillera, les han forjado un carácter luchador, y le han metido en las venas, la moral
y la ilusión, para seguir adelante bajo la increíble luz mediterránea.