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PEPITA MOLTÓ PERAL Parte II

Texto de José R. Carbonell Beviá en su sección SAN VICENTE, SU MÚSICA Y SUS MÚSICOS EN MI RECUERDO

Tengo una anécdota de esta función. Recuerdo que Pepita nos había dicho, tanto a las chicas que formaban el cuerpo de baile como a mí, que en este último número, saliésemos descalzos, pues representábamos a gitanos húngaros. Las chicas, así lo hicieron, pero a mí me faltó tiempo para cambiarme y salí precipitadamente con calcetines blancos y zapatos negros de charol. Canto la primera parte de la romanza y cuando suena sólo la música, para enlazar con la segunda parte, desde la concha en la que estaba, me indica que me acerque. Cuando estoy muy cerca de ella, con los puños cerrados me golpea sobre los zapatos y me dice: ¿No t’havia dit que tenies que eixir descalç com les xiques? Lo que tenía que decir no lo dejaba para luego, fuese lo que fuese y cuando fuese. También interpreté “Bella enamorada”, de la zarzuela “El último romántico” y la “Maredeuta”. En esta ocasión se incorporaron los niños/as siguientes: Ana María de Mairena; Conchita Ñíguez; Conchita Torregrosa; Mª Carmen Beviá; Isabelita Monllor; José Manuel Cañizares; Tomás Albadalejo; Víctor Acevedo y Fermín Sirvent. La dirección musical corrió a cargo de Juanita Ibáñez, afamada pianista alicantina.

Pero, sigamos. En noviembre de 1962, hubo unas inundaciones en Cataluña que causaron grandes daños en esta región. España entera se volcó en su ayuda y el Ayuntamiento de San Vicente, organizó un evento para recaudar fondos en ayuda de tal catástrofe, y al que se le tituló “Festival Pro–Barcelona”. Actuó la Banda de la Esperanza; el grupo de teatro local “Carlos Arniches”; la Masa Coral “La Aurora” y claro está, el grupo de niños dirigidos por Pepita que para esta ocasión quiso que interpretásemos la romanza “Soy de Aragón” de la zarzuela “El Divo”. Un grupo de chicas hicieron las evoluciones que ella dispuso y quien esto escribe, cantó la romanza. Todos vestidos de baturros. En esta ocasión se eligió el Cine Avenida. Al piano, Juan Rodríguez. El ensayo fue el día anterior a la representación. Pepita estaba sentada en el patio de butacas viendo como se desenvolvía nuestro número. Al terminarlo, vino por el pasillo corriendo hacia mí, toda acalorada y visiblemente emocionada. En ese momento pensé que algo muy grave había hecho o me había equivocado y me esperaba una buena regañina. Me cogió entre sus brazos y comenzó a llorar mientras me susurraba al oído: Molt be. Ramonsín. Molt be.

En 1976 y como Delegada Artística de la Comisión de Fiestas Patronales, interviene, junto a los delegados de Moros y Cristianos, en el establecimiento del orden de la Cabalgata Oficial. En el año 1987, abandona todos los cargos oficiales, aunque siguieron solicitando su colaboración y asesoramiento, a lo que nunca se negó.

De lo que era nuestro pueblo en las décadas de los cincuenta y de los sesenta se podría asegurar que la mitad de las familias que lo constituían tenían por lo menos un miembro que de un modo u otro intervenía o había intervenido directa o indirectamente en algún evento montado, dirigido u organizado por Pepita Moltó; la otra mitad se ocupaba en aplaudir su trabajo. Es decir, tenía el pueblo, artísticamente hablando, a sus pies. Tiene dos hijos Ángel y Mª Eugenia, la que sería Reina y Alcaldesa de las Fiestas Patronales en 1964. Se casó con Ángel Merino Lechón, persona de una textura humana y social extraordinaria. Pepita Moltó nos dejó el 15 de agosto del 2006, día de la Virgen de la Ascensión. Fue también voluntad suya ser enterrada con el traje de Sanvicentera.

Pidió a sus hijos que en su entierro la Banda de Música tocase el pasodoble taurino “Camino de Rosas”, del maestro José Franco. Su hija Mª Eugenia, apeló a la directiva y como era un pieza que la mayoría de los músicos no conocían, se hizo un ensayo el mismo día por la mañana, y de ese modo, en su sepelio, no se escuchó otra marcha que la escogida por ella misma. Amó tanto las fiestas de su San Vicente, del alma, que se quiso marchar, desfilando. Dejó escrito cómo debía de ser la lápida, que comparte junto su marido, así como la frase que escogió para que se esculpiera sobre el mármol, y que es la siguiente: “El amor los unió, la muerte no los separó”. Realmente, “excepcional”. 

El Pleno del Ayuntamiento de San Vicente de fecha 31 de julio de 2013 aprueba que la plaza conocida popularmente, hasta ese momento, como Plaza de las Acacias, confluencia de las calles Moraira, Altea y Atocha, quede conformada como lugar de homenaje a la insigne sanvicentera Pepita Moltó Peral, y en ella colocar un monolito dedicado a su persona. Siendo inauguradas ambas cosas el jueves 17 de julio de 1914 por la entonces alcaldesa Luisa Pastor. Congregando en dicho acto a representantes de las Fiestas Patronales y de Moros y Cristianos, así como del mundo de las Hogueras y Barraca y de otras entidades festeras y culturales.

Mi opinión es que Pepita Moltó Peral, ha sido un emblema, un paradigma para San Vicente. Vivió una vida repleta de intervenciones festivas tan numerosas, tan intensas, que de ella, se podría decir: “Artísticamente tuvo una vida de escaparate”. Personalmente la considero “la más grande”. A pesar de su escasa formación académica y musical, todo lo que hizo lo realizó ella sola, salvo alguna ayuda mecanografiada de su marido y muy poco más. Ella era la directora de escena, la presidenta, la guionista, la coreógrafa, la tesorera, la diseñadora, era el Todo, la factotum. No hubo nadie por encima de ella. Sin ella, probablemente, muchos/as sanvicenteros/as de por aquel entonces no hubiéramos sido tan felices con tan poco. Pepita, muchas gracias por haber existido, muchas gracias por haberte conocido, por hacernos partícipes de tus inspiradas y geniales creaciones, por haberte fijado en mí por lo cual te estoy muy, muy agradecido. Siempre te llevaré en mi corazón.   

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