Pascual Andrés Tévar

Estamos inmersos en las ELECCIONES convocadas para el 23 de julio de 2023, con luminosidad,
alevosía, retorcimiento a la altura de los mejores urdidores, de entresijos y cosas incontrolables
para obligarnos a saltar brutalmente las monotonías, y ponernos el traje de faena, para no
equivocarnos, a la hora de depositar el voto.
Es asaltar la normalidad, convocar las elecciones en pleno puente veraniego, obligando a
rediseñar las vacaciones, los que las tienen programadas, para llegar a tiempo a depositar su
voto en la urna, si así siente más dueño de su elección. Y no tener que recurrir al voto por correo,
del que no estás del todo seguro, de su resultado final.
En cuando a los políticos, los que convocan las elecciones, tienen claro, que después de un
repaso en las autonómicas y municipales, no hay que perder un minuto, en dejar regocijarse en
la victoria a la otra parte. Y ponen el reloj electoral al día siguiente, para que todo, empiece de
nuevo a girar, como si las anteriores elecciones no hubieran cambiando nada, porque no les ha
dado tiempo, ni siquiera a formar gobiernos municipales y autonómicos.
La cuestión es, una unos partidos políticos no se conforman con el resultado de las elecciones
autonómicas y municipales del 28 de mayo de 2023, y convocan elecciones generales para el
23 de julio de 2023. Y otros partidos políticos, les pilla con el paso cambiado, sin haber saboreado
el triunfo de las municipales y autonómicas, y se sienten que es justo, y hasta sienten que podría
ser ilegal, aunque sea por rabia contenida, sin base legal, esa convocatoria de las elecciones
generales.
Es por lo tanto, necesario con independencia de las interpretaciones políticas, y partidistas,
centrarse en que el reloj se ha puesto en marcha de forma inexorable, que no se puede detener
de ninguna manera. Y que solo queda defender las ideas, y los programas de cada partido hasta
las últimas, pacíficas, y libres, consecuencias.
El eterno debate está en marcha de nuevo, unos defienden bajar impuestos por doquier, y que
todo el mundo se gasta el mejor dinerito posible, que se muevan las inversiones sin cortapisas,
que todo el mundo trabaje, y se conforme, porque paga menos, y que la economía vaya como
una moto, sin que nadie la controle desde el estado, es decir, aquí todo el mundo se apaña con
su trabajo, o lo que se le parezca. Otros defienden, que el estado, inviertan en protección de
determinados estados de la población, que paguen los que más tienen, y que los impuestos
recauden lo suficiente, para que el estado pueda pagar todas las ayudas y subvenciones, que
quiere controlar como necesarias para determinada parte de la población vulnerable, y para
tener otros controles estatales. Aquí, en cuestión, es saber discernir, en los tiempos que ahora
estamos viviendo, que opción política es la más adecuada, para que nos vaya mejor, a la mayoría
natural de los ciudadanos y ciudadanas de nuestra querida tierra.
Así que, inmerso y dubitativo, en estos menesteres de las reflexiones políticas, quiero lanzar, un
mensaje de ánimo, y consuelo sosegado, para que cada uno y una, una vez superada la ansiedad,
de la fecha de las elecciones, elija su voto, libre, y en conciencia. Porque es una decisión tan
personal, que a pesar de todas las parafernalias, debates y campaña, nos corresponden
inexorablemente de forma individual.
El futuro es nuestro, a través de nuestro voto, o de nuestra decisión, libre, y responsable, y
teniendo meridianamente claro, que nada ni nadie, puede meter por nosotros la papeleta en la
urna, o puede quedarse en casa o en cualquier otro sitio, y no votar. Hasta ese momento,
podemos tener todos los pensamientos, dando vueltas en nuestras sensaciones y en nuestras
emociones, pero la última decisión es nuestra, esa es, y debe ser, la esencia de la democracia. Y
con esa emoción, y ese espíritu, tengo claro que voy a seguir, con la ilusión a cuestas,
debatiendo, discutiendo, contrastando, equivocándome, caminando, y, construyendo, por
duro, y sacrificado, que a veces, sea ese trabajo, la convivencia libre y pacífica, y debatiendo, y
reflexionando, de forma interminable, bajo la ilusionante, e increíble, luz mediterránea.