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YA NO HABRÁ FIESTAS PARA MAÑANA

DANZA INVISIBLE se despidió el sábado del público alicantino, después de que el pasado mes de enero anunciaran el final de la banda.

Se van “sin decir adiós”, como el nombre de la gira de despedida, como el título de la canción cuya letra es oportuna para la ocasión, pero el caso es que se van después de más de 40 años siendo una de las piezas clave de la música española, tras su irrupción en La Movida allá por los 80.

Ojalá no lo hicieran, porque la cultura de nuestro país pierde uno de sus valores de referencia.

Se bajan de las tablas pisando en Alicante el primero de los escalones, ya que éste ha sido el primero de los 12 conciertos de esta gran fiesta de despedida.

Y el lugar elegido no podría haber sido más acertado, en un entorno mágico como los Jardines de Abril, y en el marco de la fiesta solidaria del Festival Noches Mágicas en la que una parte de la entrada iba destinada a distintas asociaciones benéficas; además, había programadas una gran cantidad de actividades para recaudar fondos benéficos.

Con algo de retraso, debido a la programación durante todo el día, salía la banda al escenario, con Javier Ojeda al frente del equipo, Manolo Rubio y Antonio Luis Gil en las guitarras y también con el teclado éste último, y Chris Navas en el bajo; además, les acompañaban Miguel Batum a la batería y Nando Hidalgo en la guitarra, que se han convertido en habituales en los últimos tiempos.

Saludo al público de un recinto casi lleno, con alguna que otra autoridad discretamente camuflada entre los asistentes, y un Javier Ojeda enérgico, casi electrizante, como si una descarga recorriera todo su cuerpo, empezaba a cantar “Tu Voz”; a continuación, el regalo para el público era un repertorio salido desde lo más profundo del alma de la banda, como no podía ser de otra manera para esta ocasión.

No faltaron grandes éxitos como “Reina del Caribe”, “Catalina”, “Naturaleza Muerta”, “A este lado de la carretera”, o la inconmensurable versión de “Yolanda” de Pablo Milanés, que nos toca el corazón desde la primera hasta la última nota.

Pero también estuvieron presentes canciones de la primera época del grupo, como “Sin aliento”, o “Agua sin sueño”, que casi podrían considerarse temas de culto para sus seguidores, y que cobraron un peso importante en el set-list.

Con cariñosas referencias a las tierras alicantinas, de las que Javier Ojeda afirmó ser gran conocedor, se ganó el cantante al público agradeciendo a distintas localidades de la provincia, que recitó de memoria, o reivindicando la presencia del vino de Alicante en los restaurantes.

Pero cuando verdaderamente enloquecieron los asistentes fue en las diversas ocasiones en las que el cantante bajó entre el público, lo que causó más de un dolor de cabeza al personal de seguridad, al que un amable y cercano Javier Ojeda pidió algo de calma para poder disfrutar con su público de este último viaje.

También hubo tiempo para recordar y agradecer a Luis Ivars, ex componente de DANZA INVISIBLE como teclista, que se subió al escenario para abrazar a la banda, mientras Javier tarareaba unas estrofas de una de las canciones de Mediterráneo, la otra gran banda de Luis. Y es que se despiden no sólo del público, sino también de los amigos.

El cantante acabó descamisado sobre el escenario, producto de esta energía que derrocha de principio a fin y que se ha convertido en marca de la casa a la hora de bailar.

Para cuando llegaron los bises, tuvo que recurrir a una camiseta de sport, aunque más bien debería haberse vestido de gala, porque vaya forma de terminar: “Sabor de amor” y “El club del alcohol”, dos de los grandes himnos. Un punto y final digno de las últimas páginas del libro de DANZA INVISIBLE, de La Danza, de nuestra Danza.

Gracias por estos 40 años de emociones. Ya no habrá fiestas para mañana.

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