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MANOLO GARCÍA BENDECIDO POR LOS DIOSES

Más que cantante MANOLO GARCÍA es artista y por eso nos tiene acostumbrados a unos conciertos que, en realidad, son un espectáculo más allá de la esfera musical.

En nuestra memoria pasada y reciente, los conciertos de Manolo, y también de El Último de la Fila con Quimi, son como ver una obra de teatro o como observar un cuadro colgado en un museo; pero eso sí, un cuadro vivo donde las cosas se van sucediendo dentro del marco que es el escenario. Un espectáculo de luces, colores, fotografías, pinturas y vídeos, en una época muy distante de la era digital que vivimos, donde los músicos quedaban arropados por esa escena cuidadamente descuidada.

En esa escena, además, habitaron multitud de objetos constumbristas y cotidianos, aparentemente absurdos, pero que jugaban un papel fundamental en la obra, y que dotaban al espectáculo de una aire de irreverencia, transgresión y, por qué no, modernidad. No en vano con El Último de la Fila veíamos embudos a modo de sombreros, gafas fabricadas con coladores de cocina, o peces nadando en el aire.

Es cierto que MANOLO GARCÍA en lo musical ha derivado hacia un rumbo totalmente distinto de lo que fueron sus inicios, pero no es menos cierto que es un tipo libre y con una trayectoria alejada de convencionalismos, un artista con criterio que no renuncia a lo que lleva dentro de la mochila, y que sigue experimentando en la modernidad, la transgresión y la irreverencia, aunque muchos pretendan disfrazarlo de caducidad. No en vano, Manolo es Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.

En la retaguardia, pudimos ver a su hermana Carmen (ex Carmen Virus), cuidando los detalles y al tanto de que todo saliera bien; es un lujo que sea Carmen quien baje al foso a recibir a los fotógrafos, y más aún que te diga que puedes quedarte allí todo el concierto y hacer cuantas fotos quieras, no es lo habitual. Detalles como el reparto de agua a las primeras filas del público hasta el final del show, o las 3 horas de duración del espectáculo, cuando lo fácil hubiese sido resolverlo en 1 ó 2.

Antes de que el jefe saliera al escenario, la banda habitual de Manolo se situaba en su lugar: Charly Sardá escondido detrás de la batería, Ricardo Marín, Víctor Iniesta, y Josete Ordóñez retorciendo las guitarras, Íñigo Goldaracena golpeando el bajo, Juan Carlos García a los mandos de los teclados y la percusión, y Olvido Lanza acariciando el violín.

Con los primeros acordes de “Insurrección” caía una tela tras la que aparecía el cantante y el público enloquecía. A continuación sonaron temas del doble último disco “Mi vida en Marte” y “Desatinos Desplumados”, pero también de los anteriores trabajos de MANOLO GARCÍA, y por supuesto éxitos de El Último de la Fila.

“Nunca el tiempo es perdido”, “10.000 veranos”, “Volvíamos tarde”, “Mientras observo al afilador”, “No lloras y juras”, “Llanto de Pasión”, “Como quién da un refresco”, “Zapatero”, “Azulea”, “Rosa de Alejandría”, “Maturranga”, “Laberinto de Sueños”, “Con los hombres azules”, “Quisiera escapar”, “Pájaros de Barro”, “Lápiz y tinta”, “Un giro teatral”, “Sobre el oscuro abismo en que te meces”, “Levedad”, “San Fernando” y “Viernes” continuaban en el repertorio.

Hasta aquí todo bien, más de 2 horas de concierto, y podría haberse acabado en ese momento, pero Manolo concedía 12 minutos de descanso y continuaba con “Reguero de mentiras”, “Lejos de las leyes de los hombres”, “Aviones plateados”, “A veces se enciende”, “Como un burro amarrado en la puerta del baile”, “Prefiero el trapecio” y “Si te vienes conmigo”, que cerraba el espectáculo mientras el confeti y los globos de colores llovían sobre el público.

Como siempre Manolo bajó varias veces a saludar al respetable, y como siempre se dio un par de vueltas por el ruedo entre la gente, pero además cantó desde lo alto de una de las barras, desde la que terminó tirándose al público como si fuera el más punk de los presentes.

Volvieron a aparecer sobre el escenario los embudos, y los utensilios de cocina, y es que MANOLO GARCÍA no ha perdido nunca su esencia, como tampoco ha perdido la raíz flamenca que envuelve y amplifica las historias cotidianas que cuenta Manolo desde la fuerza y la energía del rock de la calle. Una raíz flamenca que en esta gira se ve representada, además de la música y las letras, por la impresionante bailaora Coral Moreno que acompaña a Manolo en varios de los temas y que nos dejó a todos boquiabiertos, hasta el punto de quitarle el protagonismo al propio cantante en algunos momentos del espectáculo. Vaya descubrimiento el de Coral que está a la altura de unas canciones que han sido himnos para varias generaciones. Seguiremos de cerca a la malagueña.

MANOLO GARCÍA siempre es casa, es como una isla en mitad del océano, como el canto de las sirenas de un embelesado Ulises.

MANOLO GARCÍA es mar antiguo y uva de la vieja parra, una llanura, un dulce sueño con olor a pinos y a jazmín, es levedad, una tarde de sol, una playa en calma, un viernes, una serena barca; es un vino dulce, las hojas que ríen, es carbón y ramas secas, pájaros de barro, es el faro del fin del mundo, es septiembre y Portugal. Pero Manolo también es las cosas que pasan, es insurrección, el loco de la calle, el dios de la lluvia, el músico loco, la risa tonta, el barrio triste y el trabajo duro, ese solitario que se reconcilió con el mundo, que lo quiere todo, que exprime la vida y que a sus casi 70 años sigue bendecido por los dioses.

Manolo es un accidente, de esos que ocurren y lo cambian todo.

Si no te importa me quedaré aquí…hasta el fin.

*Fotos: Juan Sáez

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