Pascual Andrés Tévar

La solidaridad tiene sentido en esta tragedia infinita que ha ocurrido el pasado 29 de octubre de 2024 en los pueblos, ciudades y lugares de Valencia. En este contexto, solo tiene sentido ayudar a los ciudadanos y ciudadanas que han vivido y vivirán para siempre las muertes de las víctimas de lo que hemos llamado DANA, que para mí es la guerra de la existencia y de la convivencia con la naturaleza. Se merece la solidaridad de los hechos por encima de las palabras y los tiempos.
Es ser solidarios/as realizar homenajes en todos los sentidos a las víctimas, para que sean recordadas siempre, para que su vida tenga sentido y valor. Es necesario trabajar desde todos los sectores y poner todos los medios para la recuperación de los hogares, empresas, calles, carreteras, escuelas, infraestructuras, centros culturales, centros deportivos y, en definitiva, de todo lo que se ha llevado el agua. Hay que hacer lo imposible por recuperarlo.
Es ser solidarios/as acudir desde otros sitios, esos/as jóvenes con picos, palas y herramientas, para ayudar sin pensarlo dos veces, sabiendo que son necesarios. Lo hacen sin importarles el tiempo ni el sacrificio. Tienen fe, son inteligentes y saben organizarse o integrarse en los grupos de trabajo. Tienen claro que la fe mueve montañas y que hay un inmenso reto que superar para que la vida de los pueblos y ciudades vuelva a tener sentido.
Es ser solidarios/as todas las organizaciones del Ejército, policías, Guardia Civil, Protección Civil, organizaciones solidarias, etc., que se han puesto en marcha para ayudar, salvar vidas y buscar desaparecidos. Todo esto con la única misión de trabajar sin límites horarios y vencer todas las dificultades y retos para que nadie se sienta solo o sola en la lucha por la recuperación, cueste lo que cueste. El trabajo de reconstrucción de todo lo destruido debe seguir adelante sin descanso hasta que la palabra normalidad comience a tener sentido, al menos en las condiciones imprescindibles para dejar paso, poco a poco, al camino de la convivencia ciudadana, de vida y de trabajo.
Es ser solidarios/as estar al lado de quienes han sufrido las pérdidas de personas. Para eso no hay palabras ni hechos que puedan reconfortarlos, pero, al menos, debemos procurar que nunca se sientan solos/as. Que tengan claro que el dolor infinito permanece para siempre, pero que el homenaje será perenne en el tiempo. Estará vivo en cada gesto de ayuda y comprensión, y será el estímulo para rendir homenaje con la vida y el ejemplo de quienes nunca les olvidarán. Habrá millones de motivos para recordarlos y mantenerlos vivos en la memoria emocionada.
Es ser solidarios/as contribuir, como en mi humilde caso, enviando dinero a través de la Cruz Roja, de la que soy socio desde hace más de 30 años, dentro de mis limitadas posibilidades como jubilado. No hago algo especial porque estoy acostumbrado a colaborar de manera sencilla y humilde cada mes del año con distintas organizaciones. Pero ahora es algo especial, que desafía todos los esfuerzos.
En medio de este innombrable debate de dolor y reconstrucción, surgen un mar de dudas, desafíos y preguntas. Tiemblo en cuerpo y alma al solo atreverme a pensarlas, pero soy consciente de que están ahí, y más pronto que tarde tendrán que responderse. Lo más importante es que se juzguen en los tribunales y que se haga justicia en honor de los héroes de la DANA del 29 de octubre de 2024. No quisiera estar muerto antes de que esto suceda. En todo caso, me encargaré, a mi manera, de recordárselo a mi familia, a mis amigos/as, a mi peña y a todos los medios que puedan escucharme.
Eso me anima y me empuja como el mar Mediterráneo, cuando vivo esa hermosa e infinita bandera de Valencia envuelta en su himno, en el estado infinito que se convierte en ese mar inmenso que nos trae el homenaje a los héroes de la DANA del 29 de octubre. Es un homenaje infinito de respeto y cariño en todos los lugares del mundo, para que quede constancia de ese sentimiento inmortal.
En medio de este debate de dolor e incomprensión, pienso que existieron en su momento proyectos para encauzar los barrancos, entre ellos el Barranco del Pollo. Proyectos que hubieran permitido que las aguas desbordadas por las tormentas furiosas fueran prevenidas y encauzadas, evitando así muertes y tragedias. Quiero pensar que esos hermosos proyectos de vida y convivencia se quedaron encerrados en cajones, quién sabe dónde, o si han sido enterrados. Pero, como espero que la verdad prevalezca, confío en que al final, por mucho que cueste, se haga justicia. Porque la destrucción puede tener explicación; las muertes, nunca.
Inmersos en este mar de dolor y solidaridad, surgen noticias como la de los niños Rubén e Izan, de 3 y 5 años, desaparecidos en Torrent y encontrados en dos localidades diferentes a unos kilómetros. Me quedo con las palabras de un familiar en las redes sociales: “Angelitos míos, al fin han dado con vosotros. Desgraciadamente, con la peor de las noticias para todos. Gracias de corazón a todo el mundo que se ha volcado con ellos. Dos estrellas brillan más en el cielo.”
A lo largo de mi vida como articulista, antes en El Raspeig y ahora en Somos Raspeig, siempre he sentido el color mediterráneo como algo que da sentido a mis palabras, artículo tras artículo, cada semana. Ahora, más que nunca, pienso que todo lo que he escrito tiene más sentido que nunca. Siempre he buscado reflejar los sentimientos de la convivencia personal: en familia, con amigos/as del alma, en nuestras hermosas ciudades y pueblos, cerca del mar o junto a él, en la montaña, en la playa o en cualquier hermoso rincón.
Ahora, en medio de la perturbación existencial de esta tragedia de la DANA del 29 de octubre de 2024, todos los valores se tambalean. Sin embargo, cuando encuentro un mínimo espacio para la calma, soy consciente de que, si de verdad queremos ayudar y ser solidarios, no podemos detenernos ni un instante. Aunque estemos llorando por dentro, debemos trabajar con fuerza, con toda nuestra energía, para transformar las palabras en hechos que den aliento de vida y permitan la reconstrucción de todo lo destruido.
Con ánimo interminable, debemos procurar que sigan adelante los familiares y amigos que han sobrevivido a los héroes que esta DANA ha dejado en el camino. Pero nunca, nunca podremos olvidar. Tal vez no sé cómo expresar mejor mi apoyo. Sin embargo, alejándome de protagonismos, me siento empujado por mi conciencia y quiero enviar este mensaje solidario.
Cuando las palabras no son suficientes, es vital sacar a flote los valores que son la verdadera ayuda para que nadie se sienta solo. Así podremos sacar lo mejor de nosotros mismos, con fe y coraje, para que la vida tenga sentido.
En un rincón de mi casa, en una habitación que he convertido en despacho, pienso, sufro, medito. En medio de debates inmensos, a los que no encuentro sentido, me llega de muchas maneras un mensaje de agitado sosiego. Por mucho que existan debates de poderes que no controlo, este mensaje me empuja a seguir luchando con fe inquebrantable en la justicia, en la paz, en la libertad y en la convivencia. Todo ello, con la influencia infinita y serena de nuestra increíble luz mediterránea.