Texto de Pascual Andrérs Tévar
A veces en la vida, una celebración en familia significa un momento único para detenerse a reflexionar, algo que en la vida normal casi nunca hacemos. Eso sucedió el pasado 22 de diciembre de 2024, cuando celebramos la Navidad en familia en casa de mi hermana Tere, eligiendo una fecha fuera de las tradiciones porque era la única forma en que podíamos reunirnos este año. Esa comida navideña da motivos a estas reflexiones sobre la generación inconformista.
Los protagonistas son los jóvenes treintañeros y cuarentones, que es la generación que, desde nuestras familias —la de mi hermana Tere y la mía—, hemos hecho posible a través de nuestros hijos e hijas y parejas, que nombro sin orden de edad y que son los protagonistas de este artículo: David, Ángel, Tere, Adrián y Julia. En sus conversaciones, después de la comida navideña, sacaron a relucir el lado inconformista en sus vidas, en sus vocaciones y en su filosofía de luchar por el futuro como forma de enfrentarse, en libertad, al trabajo, a la convivencia y a los retos de cada día. Lo ven, lo sienten y lo viven desde el lado inconformista, como una filosofía para vivir intensamente y compartir con fe luchadora.
Es inconformismo dialogar con calma, siendo conscientes de que los políticos no dan la talla, ni en España ni en Alemania, porque Ángel vive y trabaja en Alemania y los demás en España. Lo viven, lo sienten y lo palpan a través de sus trabajos, enfrentándose a la dura realidad. Se debaten, se rebelan y se superan cada día.
Es inconformista David, mi hijo, de 38 años, como arquitecto y profesional autónomo. Desde su ubicación en Alcázar de San Juan, lucha y se rebela como arquitecto y emprendedor en la empresa que ha creado con un compañero y amigo.
Es inconformista Adrián, hijo de Tere, de 34 años, como licenciado en Farmacia, ejerciendo su profesión de especialista en una empresa de dispositivos médicos en Madrid.
Es inconformista Julia, de 32 años, como pareja de Adrián, licenciada en Bioquímica y asesora de una empresa farmacéutica en Madrid.
Es inconformista Ángel, de 44 años, hijo de Tere, licenciado en Química y empleado en una empresa de electrodos en Alemania, donde reside.
Es inconformista Tere, de 47 años, licenciada en Trabajo Social y Sociología, que ejerce como profesora de instituto en la provincia de Alicante.
El inconformismo de todos ellos tiene un denominador común: son jóvenes a quienes les hemos dado la oportunidad de prepararse a conciencia para enfrentarse al mundo. Aunque no están de acuerdo con muchas cosas, se rebelan y quieren cambiarlo a su manera. Con su lucha, coraje y superación constante, lo están haciendo posible paso a paso, a través de sus trabajos, que son a la vez sus vocaciones y desafíos al futuro.
Es inconformismo cuando, en sus hermosos y vibrantes diálogos, nos cuentan que se rebelan contra los compañeros de trabajo que no se entregan por completo a sus cometidos diarios. No están de acuerdo con quienes no cumplen con sus responsabilidades profesionales o no asumen su labor con entrega. Argumentan razones que no tienen una explicación razonable. Ellos, en cambio, ejercen con fe, sacrificio y lucha de superación el trabajo con el que se identifican como su vocación.
Es inconformismo cuando se rebelan contra la administración, que no cumple con los plazos, como cuando un proyecto de arquitectura se retrasa meses o incluso años, con excusas inexplicables. Aunque exijan documentos interminables, ellos siguen en su lucha con fe en su trabajo y en su misión diaria.
Es inconformismo cuando, en el mundo de la enseñanza, se desea avanzar más rápido de lo que las circunstancias y los argumentos políticos permiten. Se rebelan contra estas limitaciones y tratan de dar lo mejor de sí mismos para sentirse satisfechos con su trabajo, esfuerzo y superación, buscando con fe avanzar cada día.
Con este espíritu se identifican estos jóvenes, esta generación de inconformistas que, a través de su duro trabajo, se rebelan porque están convencidos de lo que hacen. Esta convicción les da argumentos para tener ilusiones, soñar con cambiar las cosas y seguir caminando con fe en el futuro.
Así pues, en esta hermosa y navideña comida del 22 de diciembre de 2024, la hemos hecho posible: por mi hermana Tere, su compañero Ángel, sus hijos Tere, Ángel y Adrián, Julia, compañera de Adrián, y su hijo Adrián, que nació en mayo de 2024 y ya forma parte de la siguiente generación. Esta familia está enlazada entre Alicante, Madrid y Alemania.
Por mi parte, mi compañera Carmen, nuestros hijos Rebeca y David, y Pedro, compañero de David. Formamos una familia enlazada entre San Vicente del Raspeig, Alicante y Alcázar de San Juan.
La jornada fue un impulso hacia el futuro, con ilusión infinita. Nos enseñó que todo el esfuerzo, sacrificio y dedicación por transmitir valores en los que creemos ha dado sus frutos. No existe mejor herencia que ver cómo los aceptan, los hacen suyos y nos superan, porque están cargados de buena preparación para caminar por la vida y hacerlo posible a su manera.
Esta comida navideña de 2024, organizada en la fecha elegida, fue una convivencia que nos mostró cómo la generación inconformista nos llena de orgullo y nos da fe en su trabajo, lucha y sentimientos solidarios. Eso nos llena de ilusión, siempre acompañados por nuestra increíble luz mediterránea.
Desde estas páginas de Somos Raspeig, quiero enviar un mensaje, en nombre propio y de nuestras familias, de homenaje y memoria a las víctimas de la tragedia de la DANA del pasado 29 de octubre de 2024, siempre vivas en nuestra memoria. También deseo expresar nuestro apoyo y solidaridad a los afectados, para que puedan reconstruir sus vidas y recuperar la normalidad en todos los sentidos. Que puedan volver a vivir con fe e ilusión renovadas, impulsados por nuestra increíble luz mediterránea.