JUAN RODRÍGUEZ TORREGROSA

Texto de José R. Carbonell Beviá en su sección SAN VICENTE, SU MÚSICA Y SUS MÚSICOS EN MI RECUERDO

Nace en nuestro San Vicente en el año 1929. De muy temprana edad, se pone a estudiar piano con una profesora de Alicante, doña Pepita, pero por mediación de unos amigos de su padre, que trabaja de camarero en una afamada cafetería alicantina, y que desea asegurarle el porvenir a su hijo, ingresa como aprendiz en la compañía de seguros “La Unión y el Fénix” y a la que dedica toda su vida profesional hasta el día de su jubilación. Por tal motivo deja la asistencia regular a las clases pero no su afición a la Música y más concretamente al piano. Como posee un oído extraordinario y a base de constancia y perseverancia, de un modo totalmente autodidacta llega a dominar el instrumento hasta el punto que en el tiempo libre que le permite su trabajo, se dedica a tocar en diferentes clubs, salas de fiestas, casinos y allá donde se le requiere, a veces sólo y en ocasiones como pianista y director de una reducida orquesta, amenizando bailes y otros eventos festivos.

De este modo interviene en el entonces muy afamado Club de Regatas de Alicante; así como en el cine que había en el Altet, en donde los sábados y los domingos, una vez finalizada la proyección de la película programada, se retiraban las sillas y se organizaba un animado baile acompañado por la genialidad improvisadora de Juan Rodríguez. Con el órgano electrónico, amenizaba fiestas, comuniones, e incluso a la hora del almuerzo en restaurantes como los Charros entre otros. También estuvo tocando de modo totalmente desinteresado y altruista en la Asociación de Mayores que había en el Hogar del Camarada. Poseía una facilidad personal con la que enlazaba, encadenaba melodías distintas con el piano formando como un bello caleidoscopio musical de romanzas y números de zarzuela.

En 1958, es requerido por Pepita Moltó Peral (mi maestra artística) y ahí es donde empieza mi relación con él. Se fija en mí y a partir de ese momento me empieza a enseñar, canción tras canción, con mucha paciencia y profesionalidad como maestro, pues gracias a él, no me costaba demasiado aprenderlas. Con él fui a la radio a un programa que realizaba el gran locutor de la Voz de Alicante, Pepe Mira Galiana y que tenía pianistas de la talla de Horacio Ronda o Fina Martínez. Personalmente prefería a mi maestro. Si estaba él, sabía que no había problema. Lógicamente, mi familia le estaba muy agradecida. En noviembre de 1962 hubo unas inundaciones en Cataluña que causaron grandes daños en esta región. España entera se volcó en su ayuda y el Ayuntamiento de San Vicente, organizó un evento para recaudar fondos en ayuda de tal catástrofe, y al que se le tituló “Festival Pro–Barcelona”. Actuó la Banda de la Esperanza; el grupo teatral local “Carlos Arniches”; la Masa Coral “La Aurora” y claro está, el grupo de niños dirigidos por Pepita que para esta ocasión quiso que interpretásemos la romanza “Soy de Aragón” de la zarzuela “El Divo”. Un grupo de chicas hicieron las evoluciones que ella dispuso y quien esto escribe, cantó la mencionada pieza. Todos vestidos de baturros. En esta ocasión se eligió el Cine Avenida. Al piano, Juan Rodríguez Torregrosa.

En este mismo año, para la festividad de Santo Tomás de Aquino, el Instituto Jorge Juan de Alicante organiza un festival en el que he de intervenir acompañado, al piano, por mi maestro que dada la hora en que se realiza el evento, ha de pedir permiso en el trabajo para tal acto. Se hacen la cinco y por el micrófono del salón de actos nos llaman para que actuemos. Junto a mi padre estábamos en la puerta esperándole, pues no acaba de aparecer. El público en el salón de actos, ya impaciente por la tardanza en proseguir el espectáculo. A las cinco y diez oímos un ruido de motor espantoso y una humareda negra que se aproxima por la cuesta. Era mi maestro, todo sudoroso y preocupado por la tardanza debido a que se le había estropeado la moto Vespa con la que subía. Pese a ello, tuvimos un éxito clamoroso. Canté “Soy de Aragón” y “La donna e mobile”.

Tanto a Juan Pastor Huesca como a mí, nos acompañó al piano en el Club Catalá de Alicante y al entonces presidente de dicho club, el Sr. Farrell (dueño de una afamada ferretería alicantina), le gustó tanto que le ofreció el que se quedara como pianista oficial para amenizar la fiesta de la Noche Vieja de ese año, así como las sesiones de baile de los domingos por la tarde.

En cierta ocasión, estaba montándole la canción “Camino Verde” (Carmelo Larrea) a una joven sanvicentera con un órgano eléctrico que tenía en su oficina de la calle Pintor Picasso. Casualmente me encontraba presente. Al terminar, les pregunté si podía decir algo, dar mi opinión. Los dos me contestaron afirmativamente. Le hice una observación de cómo debía de finalizar la pieza. Recuerdo perfectamente lo que dijo: Hazle caso a Ramón porque es correcto lo que te ha dicho. Ha tenido muy buenos maestros y sabe cómo se ha de hacer. Era todo “un señor”

Después de una larga enfermedad, nos dejó el 1 de febrero de 1996. Tenía 67 años. Fui a la iglesia y subí a donde canta el coro y en donde no hacía mucho tiempo, me había acompañado con el órgano la pieza Panis Angélicus (Cesar Franck), para la comunión de mi hija Mireia. Y allí, en un rincón me quedé sentado despidiéndome de él. No podía controlar mi sentimiento, mi llanto, mi pena por la pérdida de una persona tan especial para mí. Se me había ido un gran amigo, un magnifico maestro, amable, educado, culto, inteligente…para mí, una persona EXCEPCIONAL de la que guardo un hermosísimo e inolvidable recuerdo. Muchísimas gracias, querido “Maestro”.

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