«El síndrome de Procusto» por Eduardo Seva

Opinion de Eduardo Seva sobre el cementerio de mascotas. Moción de Ciudadanos y REDcv

Hace unos días fui invitado por mi formación política a echar un vistazo a la sesión del Pleno Ordinario del mes de febrero del Ayuntamiento de El Campello. Los puntos habituales de la rutina del Consistorio fueron visionados rápidamente y me concentré más en las intervenciones de los distintos partidos de la oposición (incluyendo Vox, naturalmente). No diría decepcionante pero sí que me atrevo a calificarlo de cansino, repetitivo, es la misma película vista quince veces en la misma tarde: agotador. 

Los partidos de la oposición tienen el deber de interpelar, de sacudir, zarandear, de hacer que despierte de la inoperancia el poder. Es una obligación no aceptar el mundo tal y como viene impuesto desde el otro lado, de lo contrario entraríamos en un bucle aburrido sin ideas, sin rastro de la inteligencia que caracteriza al ser humano. Algo parecido al síndrome de Procusto -síndrome que define a aquellos que, al verse superados por el talento de otros, deciden menospreciarlos y el miedo los lleva a vivir en una mediocridad permanente donde no se avanza ni se deja avanzar a los demás-. No me dirán que esta descripción no les recuerda algo. 

Hace casi dos años que caducó mi acta de concejal de este ayuntamiento y la secuencia escenográfica del pleno del día 27 de febrero fue para mí el más de lo mismo. Es una y mil veces la misma escena, las mismas palabras férreas de la imposición gracias a un voto más, las mismas excusas, las mismas palabras huecas utilizadas siempre para ajustar la realidad a sus deseos. Estoy hablando del mando único, único porque detenta el mando ya cuatro legislaturas, con el vicio que comporta ese hecho, ahora es más Procusto que nunca con los años. No se hagan ilusiones, este territorio no va a cambiar en mucho tiempo mientras una mayoría de los pobladores piense que no es necesario cambiar. 

Pero les propongo un juego. Vamos a pensar por un momento –esto no cuesta nada- que no es el mando único el que, después de tantos años, encabeza las decisiones del ayuntamiento y es otra cabeza, otro pensamiento, otra cultura, otro modo de hacer las cosas, el día a día y los proyectos a futuro. Que el denominador común fuera la cultura, en todas sus vertientes y facetas. Esa cultura que siempre se ha de defender, que es frágil, que es débil, que siempre es raquítica para la izquierda y suficiente para la derecha, que siempre es preciso subvencionar, que siempre necesita tutela y que necesita todo eso porque siempre se encuentra amenazada. Pensemos que no es un parche, sino que forma parte de la esencia del que manda. Esto podría dar la vuelta completa al escenario. Podríamos tener un Villa Marco restaurado y en activo, podríamos tener un programa musical contemporáneo de chirriante actualidad como antaño en el Gallo Rojo, podríamos gozar de un patrimonio arqueológico, arquitectónico, etnológico e histórico con apéndices como museos en diversas ramas muy apetecibles; podríamos acometer obras y proyectos de restauración de monumentos hoy abandonados como la torre de Rejas o el de Convento de los Mercedarios; podríamos disfrutar de una calle convertida en boulevard, la de san Ramón, que podría ser la envidia de muchos pueblos.  

Procusto y su síndrome se pegan de bofetadas con la idea de contrastar sus acciones con el parecer del resto de mortales y es por lo que vomita con el asociacionismo, el Consejo de Ciudad, el Casal Asociativo, tan importantes para enderezar rumbos tomados al principio de la legislatura. El cajón de su mesa está repleto de propuestas de los contrarios pero que su altivez y orgullo personales le impiden desarrollarlos si no es a hurtadillas, de tapadillo, que no haga destacar su tibieza. 

 Son tantas la cosas que se podrían hacer en el mismo territorio, con los mismos recursos, con las mismas gentes, solo si hubiese un Teseo que retase al viejo rey a someterse a las nuevas reglas. Estoy convencido de que en El Campello hay gente culta, muy culta; gente amante de otros ambientes más refinados, que no descartan un golpe de timón. Es por eso por lo que me da tanta pena ver las caras amargas por las calles de este casi mi pueblo, un pueblo atascado en el barro de la rutina, en el lodazal de la ignorancia, en el imperativo del mando único que ha empapado de vacuidad las cabezas más próximas. Pensadlo, pensadlo. Tarea para el hogar.

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