JOSÉ RAMÓN CARBONELL BEVIÁ

Nací el 17 de mayo de 1950 (festividad de San Pascual Bailón).

Mi abuelo materno, tocaba la guitarra. Me dijeron mis padres que estando en la cuna se acercó, se sentó a mi lado y empezó a tocarla. Lógicamente volví la cabeza para escucharle. Se levantó y sin decir nada, se puso a tocar a la otra parte de la cuna y volví la cabeza y entonces el hombre parece ser que dijo: “Este serà músic”. Tuve un tío materno llamado José María Beviá Pastor que fue músico, de la Banda de Música de la Esperanza, tocaba el clarinete. Otro tío, éste por parte de mi padre, Vicente Carbonell Lillo fue músico de la Banda Municipal de Alicante y de la Esperanza de San Vicente. Tocaba el trombón. Y como no, nombrar a mi padre Ramón Carbonell Lillo, también músico de la Banda de la Sociedad Musical La Esperanza. Tocaba el bombardino, y la caja, si había necesidad de ello. El principio de mi inclinación hacia la Música fue él. He podido saber, por referencias, que siendo un niño, era una especie de atracción, porque mi padre me traía por todo el pueblo y cuando veía a otro amigo suyo me provocaban para que sobre las sillas, con las manos o con dos palitos tocara el tambor. Eso me ocurría a los tres y cuatro años, de lo cual, claro está, no me acuerdo.

Pero en el San Vicente de por aquel entonces no había más atracción o más divertimento de fin de semana que el cine. Había tres salas. El Principal, el Avenida y el Teatro Cine la Esperanza. Entonces los sábados y los domingos mis padres, con su único hijo, íbamos al cine. Vivíamos en la calle José Antonio nº 16 (hoy Pintor Picasso). El inmueble tenía un patio muy amplio. De tal modo que si la película que habíamos visto ese fin de semana, era de romanos, pues a la hora de jugar me convertía en un romano, si por el contrario era de vaqueros, pues esa semana era un vaquero. Pero resulta que un día fuimos a ver una película titulada “La mujer más guapa del mundo”. Es una film del año 1956 interpretada por Gina Lollobrigida y Vittorio Gassman. En ella, con la voz en off, el tenor Mario del Mónaco canta la famosísima aria “E lucevan le stelle” (el “Adiós a la vida” de la ópera, Tosca, de Puccini). Por lo visto. a mí se me quedó esa tonadilla como grabada y un día, cuando me pongo a hacer los deberes sobre la mesita de la dibujadora del taller de bordados de mi madre, sin saber ni cómo ni por qué empiezo a cantarla imitando la película. Al escucharme mi padre le dice a mi madre: Herminia, Herminia, ¿has sentit aixo? Torna-ho a fer. Torna-ho a fer. El xiquet canta. Bueno, pues lo volví a hacer. El caso es que a partir de ahí, parece ser que se dieron cuenta que tenía un oído en condiciones para poder cantar y para poder interpretar. No recuerdo lo que pasó a continuación. Solo recuerdo ya mi relación con Pepita Moltó Peral, mi maestra artística.

Con ella hicimos una función a la que tituló “El Abanico de la Verdad”. La primera vez que subo al escenario fue el 27 de febrero del 59. No había cumplido todavía los nueve años. Tuvimos tal éxito que la repetimos tres veces. Teniendo en cuenta el censo de por aquel entonces del municipio de San Vicente, podríamos decir que la vio todo el pueblo. En esta función el gran éxito, el número que más gustó y que tuvimos que bisar en las tres representaciones fue el pasodoble “La Cirila”. Fue un éxito, como diría Pepita, APOTEÓSICO. Contando con la dirección musical y el acompañamiento al piano de Manuel Lillo Torregrosa.

Los ensayos se realizaron en varios sitios. Recuerdo cuando se hacía en el local que más tarde se denominaría “Bar Hogar del Camarada” y que sobre la gran puerta de madera de entrada tenía una aldaba a la que no llegaba y tenía que esperarme a que pasara una persona adulta para pedirle, por favor, que la golpeara dada mi pequeña estatura.
Realmente mi inclusión en el mundo del canto se lo debo a tres personas. A mi padre Ramón Carbonell Lillo, a mi maestra Pepita Moltó Peral y a mi querido y siempre recordado maestro, Juan Rodríguez Torregrosa.

Un año más tarde, concretamente el viernes 23 de diciembre de 1960, a beneficio de Cáritas Parroquial, se escenificó un bonito guión creado y dirigido por nuestra maestra y directora, titulado “Un contrato ventajoso” y en el que interpreté: “Por la Calle de Alcalá” de la zarzuela Las Leandras, con Emma Gosálvez; “Comunicando” con Lolín Domenech y la romanza de tenor “Canción del vagabundo” de Alma de Dios. También interpreté “Bella enamorada”, de la zarzuela “El último romántico” y la “Maredeuta”. La dirección musical, en este caso, corrió a cargo de Juanita Ibáñez, afamada pianista alicantina.

Por aquel entonces en la emisora de radio, La Voz de Alicante, había un programa titulado “Cantera de Artistas”, que se realizaba todos los domingos en sesión matinal. En dicho programa actué varias veces. El locutor, al que, parece ser, le caí muy bien, era José Mira Galiana. Hay una anécdota de ese tiempo. Entre los participantes y colaboradores del programa radiofónico, había un profesor de guitarra (Morenito de Hellín) que acompañaba a gente que cantaba e incluso que bailaba. En cierta ocasión, estando yo cantando en el escenario, se acercó a mi padre por detrás y le dijo: ¿Maestro, el niño ese es su hijo?, A lo que mi padre le contestó afirmativamente. “Pues eso es un polvo bien aprovechao”.

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