Carta de despedida del PSOE

José Luis Lorenzo Ortega

Después de catorce años de militancia en el Partido Socialista Obrero Español, he tomado la difícil decisión de cerrar esta etapa de mi vida política. No ha sido una decisión sencilla. El PSOE ha sido mucho más que una organización política para mí: ha sido un espacio de compromiso, de aprendizaje, de lucha por la justicia social, y, sobre todo, un hogar.

Desde que me afilié en 2011, he tenido la oportunidad de vivirlo de maneras diferentes: he sido locomotora cuando ha tocado tirar del carro, y también vagoneta, acompañando con humildad y compromiso, o simplemente en silencio, cuando no compartía el rumbo pero era preferible no estorbar. Ha sido un viaje lleno de aprendizajes y entrega, en el que he tenido el inmenso honor de representar al partido como portavoz y teniente de alcalde en distintas concejalías del Ayuntamiento de San Vicente del Raspeig, el meu poble, al que he servido con convicción y orgullo.

He formado parte de diferentes ejecutivas municipales, y también de la ejecutiva provincial, compartiendo espacios de trabajo donde se construyen las decisiones de la justicia social. Gracias de corazón a todos los compañeros y compañeras con quienes he tenido el privilegio de compartir etapas, debates, aciertos y errores. Si en algún momento alguien se sintió ofendido por alguna palabra o actitud por mi parte, sinceramente, lo lamento. Nunca fue esa la intención. Me quedo con todo lo aprendido y compartido, que ha sido mucho y valioso.

El PSOE ha marcado profundamente mi vida, mis convicciones y mi forma de entender la política y el servicio público. Por eso, me dolió especialmente la difusión interesada de capturas de WhatsApp descontextualizadas, llevadas a la prensa con la intención de construir una trama que nunca existió. Aun así, es cierto que reflejaban una opinión que sigo sosteniendo con claridad: San Vicente no se merecía el tipo de liderazgo que tuvo.

Quiero dejar claro, con toda la serenidad, que no soy una persona que vaya insultando ni atacando a nadie. Nunca lo he sido. Es una acusación profundamente injusta que duele especialmente a alguien como yo, que ha crecido en una familia marcada por el servicio público a través de mi padre. La persona que filtró los whatsapps tan tergiversados no sólo buscaba el daño reputacional de mi persona, sino atacar a mi propia familia.

Tampoco he cometido delito alguno. Mi dimisión en 2021 dejando el acta de concejal y todos mis cargos políticos fue un acto de responsabilidad, no de culpabilidad. Lo que algunos calificaron como filtración de información sensible en el grupo de Whatsapp que teníamos eran, en realidad, documentos públicos como actas de órganos de contratación u órdenes del día de asuntos municipales, materiales necesarios para coordinar el trabajo de un equipo que tenía la responsabilidad de gestionar una ciudad de más de 60.000 habitantes. Todo quedó demostrado ante la justicia, la jueza decidió archivar todo, ante la ausencia de delitos, pero nosotros ya estábamos sentenciados públicamente.

Hoy me despido del partido, pero no de los valores que me llevaron a militar en él: la defensa de lo público, la igualdad, la libertad y la solidaridad. Me voy agradecido por todo lo vivido y con el corazón lleno de recuerdos, luchas compartidas y personas que seguirán teniendo mi cariño y mi respeto.
En este momento ya no tengo la ilusión ni la fuerza necesarias para seguir siendo ni locomotora, ni vagoneta. Me duele profundamente reconocerlo, porque siempre sentí como una responsabilidad y un honor haber inspirado a otros a formar parte de este proyecto colectivo. Pero hoy siento, con tristeza, que no sería honesto seguir al frente sin la pasión que un día me movió a darlo todo. Un liderazgo sin convicción profunda pierde sentido, y yo no quiero convertirme en una referencia vacía para quienes un día creyeron en mí. Doy este paso al lado también por respeto a lo personal, porque hay vínculos y afectos que no quiero perder por culpa de la política, porque nosotros no hacemos todo bien.

Para mí es un verdadero placer poder afirmar, en esta carta de despedida, que he tenido la suerte de aprender de un gran político como Pepe Gadea. Quienes lo critican, lo hacen casi siempre desde el desconocimiento. Fue, y sigue siendo, el mejor estratega político que ha tenido San Vicente del Raspeig y como concejal fue un activo ejecutor de proyectos. Pocos ya en el partido saben que accedió al PSOE tras la llamada de Gabriel Molina Villegas, primer alcalde democrático de San Vicente, que le echó el ojo por su labor en UGT como trabajador en la fábrica de fibrocemento, que se situaba en el barrio de El Tubo. Allí, los trabajadores, con las carencias culturales de la época, acudían a él en busca de ayuda para gestiones administrativas y defensa de sus derechos. Su compromiso con la clase trabajadora no era un discurso.

Desde esa base, accedió al PSOE con la recién llegada democracia y fue creando equipos de trabajo que, con el tiempo, lideraron la política sanvicentera, compartiendo ese talento estratégico con otras figuras clave, como Antonio Bas Legay, Alberto Beviá Orts o Manuel Martínez Sánchez, cada uno en épocas distintas, pero con una visión común: construir un proyecto sólido, con tirón en el pueblo y comprometido con la justicia social.

Desde la victoria de 2019 con el resultado histórico de 10 concejales (uno de ellos peleado hasta el final con contencioso administrativo incluido), con un año duro y difícil por el covid, renuncié a mi acta de concejal tras constatar que el partido decidió entonces respaldar una opción que, a mi juicio, no solo ha desperdiciado el capital político construido, sino que ha sumido al partido en una decadencia progresiva, alejándolo de la ciudadanía (salvo en Instagram) y de su propia identidad.

Han optado por perseverar en una estrategia que, a todas luces, ha dejado de ilusionar y de conectar con la realidad del municipio. Persisten en un proyecto agotado, que camina sin alma ni dirección, convencidos de que es el camino correcto. No puedo, ni quiero, formar parte de esa ceguera voluntaria. Respeto las decisiones orgánicas, pero no puedo compartir un rumbo que conduce a la irrelevancia.

Gracias a todas y todos los que me habéis acompañado en este largo trayecto. Nos seguiremos encontrando, desde otras trincheras, pero con el mismo deseo de construir un mundo más justo.
Y como en la canción “23 de junio” de Vetusta Morla que tantas veces me ha acompañado: dejo el equipaje en la ribera. Hoy cruzo la frontera, sabiendo que todo está en regla. Cruzo la raya con la serenidad de quien ama profundamente esta casa, pero que ya no es mi hogar.

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