
La famosa cinta del inmortal Carlos Saura se le queda corta a Ana Aracil Carratalá. El título de la película “Mamá cumple cien años”, en su caso se podría ampliar con “La abuela cumple cien años” y “La bisabuela cumple 100 años”. Pero a ella eso no le gusta, y prefiere que digamos “La yaya Ani cumple cien años”, porque es así como es conocida en el pueblo.
Ana nació tal día como mañana, 19 de julio, en el año 1925. Hace un siglo nada menos. Es la séptima persona centenaria de El Campello, pueblo que la vio nacer en la calle Pal, donde reside hoy con una de sus hijas, rodeada e hiperprotegida por familia y vecinos (mejor dicho, amigos) “de toda la vida”. Ha roto la paridad, y ya son 4 mujeres centenarias, por 3 hombres.
Nació un domingo de luna menguante, bajo el signo zodiacal de Cáncer. Ha vivido 36.500 días, en los que ha visto pasar de todo. Y de nada se ha olvidado, porque mantiene una mente absolutamente nítida, plagada de recuerdos y vivencias que marcaron su personalidad para siempre.
Era aquella una etapa convulsa en el mundo, que recuerda en parte a los tiempos actuales. Años en los que Mussolini y Hitler diseñaban sus estrategias, escalaban puestos en la cadena de mando militar y llevaron al mundo mayor desastre conocido en la historia de la humanidad.
Existe cierta necesidad, impuesta por el marketing y los medios de comunicación o por la sociedad, de definir generaciones actuales y/o anteriores basadas en una realidad social determinada con el fin catalogar o etiquetar.
Así, tenemos la generación del Baby Boom, Generación X, Generación Milennials, Generación Z, Generación Alfa, Generación Beta… La suya se agrupa bajo la denominación “Niños de posguerra”, aquellos nacidos tras la Primera Gran Guerra Mundial.
Tras este siglo de existencia, Ana Aracil Carratalá ha dado forma a un árbol genealógico importante, con tres hijos (Marita, José Carlos y Ana), ocho nietos y siete bisnietos. Su única hermana, Zita, vive en La Vila Joiosa, y sobrinos, sobrinos-nietos, primas hermanas y resto de familia en otros puntos.
En estas circunstancias, todos y todas echaron mano de calendario para determinar un día en el que pudieran reunirse la mayor parte de ellos para celebrar un cumpleaños tan especial. Y eso fue el pasado día 12, en plenas fiestas patronales dedicadas a la Virgen del Carmen, con presencia de familiares, vecinos, amigos… y dos concejales del Ayuntamiento que no podían faltar a la cita: Maricarmen Alemañ y Cristian Palomares, que le hicieron entrega de un ramo de flores en nombre de todo el pueblo.
TESTIMONIO VIVO DE UNA EXISTENCIA PLENA
El Campello celebró de esta forma un acontecimiento verdaderamente extraordinario: el centenario de una mujer que, con su vida llena de historias, amor y sabiduría, ha dejado una huella imborrable en mucha gente.
Cumplir 100 años no es solo un número, sino un testimonio vivo de una existencia plena, de experiencias que abarcan toda una era, y de una fortaleza que inspira a todos los que la conocen.
Nació, como decimos, en la calle Pal, en el corazón del pueblo, detrás de la Iglesia de Santa Teresa, en un tiempo en el que el mundo era muy diferente. Desde sus primeros pasos, fue testigo de los cambios que han transformado España: parte del reinado de Alfonso XIII, la proclamación de la Segunda República Española, la dictadura, la llegada de la democracia, la modernización del país, nuestra incorporación a la Unión Europea, y los avances tecnológicos que hoy parecen mágicos. Ella, Ana, veía pasar esas páginas de la historia siempre con una mirada serena y una memoria que permanece intacta.
A lo largo de su vida, ha visto cómo El Campello crecía y se convertía en un lugar de belleza y tradición, que pasó de marinero a turístico, manteniendo siempre su esencia mediterránea. Su saga familiar es el reflejo de su legado… y de su ejemplo de vida. Cada uno de ellos lleva en su corazón la huella de su madre, de su abuela o de su bisabuela, esa mujer fuerte y llena de sabiduría.
Ha sido modista de mujeres, para las que confeccionaba trajes de chaqueta, abrigos, chaquetones, vestidos, faldas… Quizás por eso, afirma que lo que más le ha gustado y le gusta en esta vida es la costura. Ahora hace ganchillo, y alguna bufanda que otra para nietos, bisnietos, sobrinos nietos y vecindad. Vamos… que faena no le falta.
Desde hace 10 años, precisamente por problemas de movilidad, reside con su hija Marita (la primera y por ahora única alcaldesa que ha tenido El Campello) en la calle Pal. Ahí es feliz rodeada de los suyos, y se siente más segura porque tiene servicio médico y farmacia cerca. Y eso, con 100 años, es dato importante a considerar.
Viuda de José Carratalá Terol, su vida ha estado marcada por vivencias de todo tipo: momentos de alegría y de tristeza, de esperanza y de lucha. Ha trabajado duro, cuidando de su familia y participando activamente en la vida del pueblo.
Siempre con una sonrisa, con esa mirada que ha visto mucho y que aún conserva la chispa de la juventud en sus ojos. A pesar de los dolores en las piernas y las articulaciones, que le recuerdan que el tiempo pasa, ella sigue disfrutando de cada día, con esa mente perfectamente amueblada, que atesora todos sus recuerdos con cariño y precisión.
La historia de su vida es un reflejo de la historia misma de España, con sus cambios sociales, dificultades y victorias. Ha sido testigo de la llegada de la televisión, del teléfono, de internet y de cómo el mundo se ha acelerado, pero en su corazón siempre ha prevalecido la sencillez, la familia, la tradición… y El Campello, por supuesto.
En su centenario, los suyos le han agradecido haber sido ejemplo de fortaleza, de amor incondicional y de esperanza. “Por enseñarnos que la vida, aunque a veces dura, siempre merece ser vivida con alegría y gratitud”.