La educación pública se cuece en San Vicente

Tribuna de Begoña Monllor Arellano y Raquel Rodríguez Llorca (área d’Educació EU Raspeig)

La vuelta al cole en San Vicente del Raspeig ha llegado este año acompañada de un invitado indeseado: el calor sofocante. Con temperaturas que superan los 30 grados, incluso rozando los 35, las aulas del municipio se han transformado en auténticas saunas donde aprender se convierte en una tarea casi imposible.

Lejos de ser una exageración, la situación se repite en colegios e institutos a lo largo y ancho del País Valencià, donde la llegada de septiembre no ha traído alivio, sino una prolongación de las olas de calor que han marcado este verano. La consecuencia es clara: alumnado y profesorado sometidos a condiciones extremas, soportando mareos, golpes de calor e incluso desmayos.

La imagen es tan real como preocupante. Estudiantes que deberían estar concentrados en resolver problemas de matemáticas o conocer la historia, se ven obligados, en cambio, a luchar contra un calor asfixiante que bloquea cualquier posibilidad de aprendizaje. Profesores que deberían guiar con paciencia y energía acaban agotados, sin recursos más allá de ventiladores insuficientes o ventanas que apenas alivian.

EU Raspeig no habla de un fenómeno nuevo ni imprevisible. El cambio climático ha convertido los veranos prolongados y las temperaturas extremas en una constante, y sin embargo los centros educativos siguen sin estar preparados. La mayoría de colegios e institutos de San Vicente del Raspeig carecen de sistemas de climatización, como si la escuela fuera un refugio del siglo pasado y no un espacio adaptado a las necesidades del presente.

Resulta difícil no percibir aquí una enorme falta de previsión política. La Conselleria de Educación conoce esta realidad, pero no garantizar soluciones, como si el calor fuera un simple inconveniente estacional. No lo es: es una amenaza a la salud, un obstáculo al derecho a la educación y una prueba del desinterés político por garantizar unas condiciones dignas en los centros públicos.

La educación pública no puede funcionar bajo estas condiciones. Exigir la climatización de los centros, no es un capricho, es una urgencia. Porque el derecho a la educación no debería depender de la resistencia física al calor extremo, ni convertirse en una carrera de fondo en medio de temperaturas insoportables.
San Vicente del Raspeig, como tantos municipios valencianos, necesita una respuesta inmediata. No se trata de esperar a que pase la ola de calor: se trata de reconocer que el futuro será cada vez más cálido y actuar en consecuencia. Las aulas no son saunas, y nunca deberían serlo.

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