Texto de Serafín Serrano

En el solar donde hoy se levanta la Universidad de Alicante hubo una vez un rugido de hélices, un cruce de destinos y una torre que fue vigía del cielo, refugio de palabras y también trinchera de rebeldía. Hablamos del antiguo Aeródromo de Rabasa, una infraestructura tan olvidada como fascinante, cuyas piedras aún susurran historias de pioneros del aire y de la radio.
Todo comenzó en 1919, cuando la compañía francesa Lignes Aériennes Latécoère eligió Alicante como escala clave para su ambicioso trayecto Toulouse-Casablanca. El 23 de febrero de ese mismo año, dos biplanos Salmson 2 A2 aterrizaron en Rabasa, marcando uno de los primeros vuelos comerciales de la historia de España. Por ese mismo campo rodaron nombres legendarios como Antoine de Saint-Exupéry, quien encontraría en la claridad de los cielos alicantinos una inspiración que luego se intuirá en El Principito.
Durante la Guerra Civil, Rabasa se transformó en una base de operaciones de la aviación republicana. En 1938 se levantó un hangar monumental para adaptar aviones de combate. Aquel periodo dejó también su huella en forma de búnkeres, garitas y refugios que todavía se ocultan entre la vegetación del campus. En los años 50, el aeródromo se abrió de nuevo a la aviación civil, siendo utilizado por Aviaco e Iberia.
Pero el cielo se acabó cerrando. El auge del aeropuerto de El Altet desplazó la actividad aérea y en 1968 parte de los terrenos se cedieron para el naciente Centro de Estudios Universitarios, semilla de la actual universidad. Ya en los años noventa, Autobuses Pastor, titular hasta entonces del histórico hangar, se había convertido en una pieza incómoda en el tablero de expansión del campus universitario. Tras años de litigio, tuvo que ceder finalmente su espacio a una universidad abocada a lo que es hoy en día. El hangar se reconvirtió en un Palmétum, y la torre, ¿qué fue de la torre?
Aquí entra en escena un nombre propio: Diego Zapata. Concejal independiente del Ayuntamiento de Alicante entre 1991 y 1995, fue también el director de una emisora que puso voz a la torre de Rabasa: Radio Costablanca. Una radio libre, no legalizada, que emitió desde esa estructura hasta que el sueño se truncó violentamente.
El 16 de noviembre de 1987, El País relataba los hechos: “La Policía Municipal de Alicante irrumpió ayer en las instalaciones de la emisora no legalizada Radio Costa Blanca […] y detuvo a su director, Diego Zapata, al parecer por desacato a la autoridad”. La emisora había sido precintada, pero los responsables burlaron el cierre y reanudaron las emisiones. La torre de control, antaño centinela de los cielos, se había convertido en fortaleza radiofónica.
Aquel incidente marcó un hito en la historia local de la libertad de expresión. Durante un tiempo, después del cierre de la emisora, la torre albergó una copistería universitaria, hasta que finalmente fue rehabilitada y destinada a Relaciones Internacionales de la universidad.
La torre del antiguo Aeródromo de Rabasa es un palimpsesto arquitectónico. En su estructura se superponen relatos de aviadores legendarios, soldados, estudiantes y locutores insurgentes. Es, en definitiva, un monumento vivo a la transformación: del vuelo al verbo, del ruido del motor al eco de la palabra. Quien hoy la mire, tal vez no oiga nada. Pero si escucha con atención, oirá el zumbido de las hélices y una voz firme diciendo: «Aquí Radio Costablanca, que nunca paró de emitir…”.