Vicente Millán Llin (Cercle d’Estudis Sequet però Sanet)
El 10 de febrero de 1925 José Server presentó un escrito en el registro del Ayuntamiento solicitando autorización para publicar un periódico con el nombre de El Raspeig. Superados todos los trámites administrativos el primer ejemplar del periódico se repartió el sábado 14 de marzo de 1925. Su director, propietario y fundador fue José Server. Su lema era “todo por el pueblo y para el pueblo”. La sede de la redacción estaba en la Plaza de la Libertad (actual Lillo Cánovas), en un edificio hoy inexistente, donde actualmente hay unos escalones que llevan hasta la Calle Mayor. En una trágica coincidencia, el 21 de marzo, una semana después de la aparición del periódico, el Diario de Alicante informó de la muerte, en San Vicente, del padre del director.



Esta primera etapa de El Raspeig tuvo una corta existencia y apenas se conocen unos pocos periódicos editados. Pero su importancia para conocer el pasado del municipio es extraordinaria. Por ejemplo, en el número 4 aparecen las imágenes de las más importantes villa o fincas de recreo de la burguesía alicantina, los personajes políticos y populares más significativos, las principales calles del casco urbano y asociaciones como la banda de música. Esas imágenes se repiten una y otra vez, constituyendo una fuente histórica extraordinaria.
La aparición de El Raspeig coincidió con unos meses de importantes proyectos como el inicio de la construcción de la fábrica de cementos o la decisión final sobre la ubicación y financiación del nuevo cementerio de la partida Inmediaciones. Parecía un momento propicio para su lanzamiento del periódico en el contexto de los felices 20, con un incremento de las actividades festivas, lúdicas y culturales, donde las familias de los veraneantes alicantinos colaboraban. Pero, por diversas causas, que se analizarán en su momento, esta primera etapa finalizó bruscamente.
Hubo que esperar 56 años para la aparición, en agosto de 1981, de la segunda etapa de El Raspeig. Más que periódico era un boletín de información ciudadana muy común en esos años de la Transición. Y también se repitió lo de la escasa perdurabilidad, al igual que en la tercera época de la cabecera (agosto 1985) con el mismo esquema de patrocinio y “dirección” del Ayuntamiento.
El primer proyecto sólido de El Raspeig vio la luz en el año 1996 amparado en una estrategia empresarial nueva, que aprovechó una coyuntura de existencia de empresas con relaciones institucionales que financiaron con fuertes campañas publicitarias al periódico, a lo que se añadía la publicidad institucional del propio Ayuntamiento, lo que permitió una estabilidad y duración desconocida hasta el momento en la prensa local sanvicentera. Pero la crisis económica que desde el año 2008 provocó la caída de empresas y los recortes en gastos de publicidad en el sector público y privado derivó en una lenta agonía de la cabecera, hasta su desaparición.
Un grupo de valientes y decididos extrabajadores lanzó en marzo de 2020 de nuevo la cabecera, ahora con el nombre de Somos Raspeig. Era el peor momento posible, porque a la sempiterna crisis económica se unió el desastre social, humano y económico del coronavirus. Sólo quienes han pilotado esta transformación saben de la lucha diaria por mantener vivo el espíritu de la prensa local independiente tanto en papel como en las redes.
Deseo larga vida a Somos Raspeig y me atrevo a solicitar la colaboración de instituciones, empresas, comercios, anunciantes, grupos políticos y asociaciones para mantener esta llama de identidad sanvicentera. Una ciudad sin una prensa o unos medios audiovisuales propios es menos ciudad.