Rafael Altamira no fue reconocido con el Nobel de la Paz en 1933 por la falta de entusiasmo entre los intelectuales españoles

Según avanza la celebración de actos culturales y académicos de acuerdo a una extensa e intensa programación a la que da forma el Ayuntamiento de El Campello en el bautizado como “Año Altamira”, se van conociendo datos y detalles sobre la trayectoria y obra del ilustre personaje hasta ahora desconocidos o, en su mayor parte, atesorados por los estudiosos del legado intelectual, humano y profesional en los más variados campos del conocimiento de Rafael Altamira Crevea, el humanista, literato, pacifista y jurista español de mayor trayectoria internacional.

Ayer, en la sala Ramón Llull de la Biblioteca Municipal de El Campello se conoció otro de esos datos. El público asistente a una conferencia impartida por de Rafael Asín Vergara, director de la biblioteca de autor “Rafael Altamira” (que se integra en la Biblioteca virtual Miguel de Cervantes), y destacado académico en el ámbito de la historia y la cultura, señaló que el ilustre intelectual no fue reconocido con el premio Nobel de la Paz en el año 1933 fundamentalmente por el tímido apoyo a la candidatura de su propio país: España.

Aquella propuesta, en reconocimiento a sus esfuerzos por evitar el belicismo, fue suscrita por gran cantidad de intelectuales europeos y americanos. Era muy sólida, e intelectuales de muchos países se sumaron a ella… pero no fue acogida con mucho entusiasmo en el suyo. España acogió con tibieza la proposición, y finalmente el premio fue a parar a manos del escritor y político británico Ralph Norman Angell Lane.

No es que la candidatura de Altamira fuera rechazada de plano, ya que sí hubo intelectuales españoles que la suscribieron, sino que, por aquello de las envidias y posturas enfrentadas, algunos se opusieron abiertamente, como fue el caso de Salvador de Maradiaga, diplomático con mucho peso entonces, además de historiador, novelista, poeta, académico y político.

Ayer se cumplió lo que vaticinó el señaló el alcalde de El Campello, Juanjo Berenguer, en su intervención de bienvenida a una nueva sesión del Club de la Lectura que dirige Conchi Agüero y fomenta la concejalía de Cultura que dirige Dorian Gomis. “Estoy convencido de que hoy saldremos todos de esta sala sabiendo mucho más sobre Altamira que cuando hemos entrado, porque Rafael Asín se encargará de ilustrarnos sobre aspectos que nos serán desconocidos totalmente o en parte, pero, sin duda, de mucho interés”, dijo Berenguer. Y así fue.

Rafael Altamira tuvo mucho contacto con la política, aunque nunca en el desempeño de cargos, pero su pensamiento era liberal e institucionista, nada acorde con los gobernantes de aquella época. La candidatura se frustró.

México, país en el que se estableció y en el que falleció, volvió a proponerlo para el Nobel de la Paz 18 años después, en 1951, pero en esa ocasión tampoco lo obtuvo al fallecer el 1 de junio de ese mismo año.

ACTIVISTA POR EL PACIFISMO

Rafael Altamira siempre fue equidistante en el terreno político. Conoció y se relacionó con políticos de alto nivel de todo el mundo, el Rey Alfonso XIII le concedió una doble cátedra de Educación y Derecho (algo inédito hasta la fecha), y le nombró director general de Primera Enseñanza, cargo que aprovecho para renovar todos los planes de estudios. Su gestión le enfrentó a Álvaro de Figueroa y Torres, Conde de Romanones y presidente del Consejo de Ministros.

Años más tarde le llegaron a proponer presidir la Segunda República Española, cargo que rechazó. Tras la Guerra Civil llegó el exilio y su llegada a México, país en el que falleció en 1951, a la edad de 85 años.

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