
La historia de la calle Dragonera no empieza hoy. No es un problema reciente ni un olvido puntual. Es el resultado de cuatro años de advertencias vecinales, preguntas en plenos municipales, informes oficiales de la Policía Local y promesas políticas incumplidas, mientras el día a día de dos edificios enteros (Aquilón y Torre de Trevi) ha seguido marcado por el barro, la oscuridad y la inseguridad.
Todo comenzó en septiembre de 2021, cuando las comunidades de propietarios presentaron un escrito formal ante el Ayuntamiento. No pedían nada extraordinario: simplemente poder acceder a sus garajes por una calle en condiciones mínimas de seguridad, con firme estable, iluminación y la retirada o señalización de una torre eléctrica plantada en mitad del vial, completamente a oscuras. Ese registro municipal fue el primer aviso serio de que allí había un problema que no podía esperar.
Poco después, el asunto llegó al pleno. El concejal Vicent Vaello trasladó públicamente la situación al equipo de gobierno, describiendo el firme destruido, los socavones, el peligro de circular junto a la torre eléctrica sin señalizar y los charcos que convertían la calle en un lodazal cada vez que llovía. La respuesta del concejal de Servicios fue que la reorganización del tráfico en la zona se debía a una propuesta técnica y que la solución sería “compactar con material granulado”.
Nunca se solucionó nada. Al llover, el camino volvía a abrirse, los baches reaparecían y el acceso seguía igual de peligroso.
Desde entonces, cada vez que el tema volvió al pleno, la respuesta oficial fue siempre la misma: “se arreglará”, “entra en el plan de asfaltado”, “ya está previsto”. Pero la realidad demostró que nada avanzaba.
Mientras tanto, la Policía Local emitió dos informes: uno en 2021 y otro en 2022. Ambos advertían del mal estado del vial y de los riesgos evidentes que suponía.
Era la confirmación técnica de que las quejas de los vecinos y las denuncias en pleno no solo eran legítimas, sino urgentes. Aun así, no se llevó a cabo ninguna actuación.
Pasaron los años y, a medida que el Ayuntamiento anunciaba nuevos “planes de asfaltado”, los vecinos seguían viendo lo mismo desde sus ventanas: tierra, agujeros, oscuridad total y la torre eléctrica en el centro del camino sin un solo elemento de seguridad. De hecho, las fotografías tomadas en 2022 y las realizadas de nuevo en 2025 (por el propio concejal, no por los edificios) muestran una imagen casi idéntica. Tres años de diferencia y ni un solo metro de mejora.
A este deterioro se añadió otro problema: la maleza en la parte posterior de los edificios, donde comenzaron a proliferar ratas y serpientes. Los vecinos lo comunicaron, preocupados por la falta de salubridad y por el riesgo para niños y mascotas. Y otra vez, ninguna actuación municipal.
En resumen, durante cuatro años se han acumulado:
- Un escrito vecinal formal.
- Dos informes policiales.
- Varias intervenciones en pleno y recordatorio en distintos años.
- Compromisos verbales del gobierno municipal.
- Anuncios repetidos de planes de asfaltado.
- Y pruebas gráficas que demuestran que no se ha hecho absolutamente nada.
Los concejales no adscritos recuerdan que lo que piden no es extraordinario: piden asfalto para que los vecinos no tengan que circular por un barrizal, piden iluminación para que la calle no quede a oscuras cada noche, piden señalización para evitar accidentes con la torre eléctrica y piden limpieza para evitar plagas. Piden lo que cualquier ciudadano de El Campello debería tener garantizado sin necesidad de esperar cuatro años ni de acudir una y otra vez al Ayuntamiento.
La situación de Dragonera no es un debate político: es un ejemplo evidente de cómo un problema claro, documentado y denunciado repetidamente puede quedar paralizado en la administración mientras los vecinos continúan sufriéndolo día tras día. La calle no solo está abandonada físicamente; ha sido abandonada institucionalmente.
La calle Dragonera sigue hoy exactamente como estaba en 2021: una vía de tierra, sin iluminación, con una torre eléctrica sin señalizar, con barro y charcos, con maleza y animales en la parte trasera y con vecinos que deben pasar por allí cada día para simplemente llegar a su casa.
Lo que se reclama no es un favor ni un lujo. Es lo básico: asfalto, luz, limpieza y seguridad. Y después de cuatro años, ya no caben excusas. Los vecinos merecen una solución real, ejecutada y no anunciada. Merecen un Ayuntamiento que actúe, no que prometa. Y merecen vivir en un entorno digno, no en una calle que parece olvidada por la administración pese a la enorme documentación y llamadas de atención acumuladas.
La calle Dragonera no necesita más planes: necesita máquinas, iluminación y obras. Y las necesita ya.