Mikel Erentxun no defrauda en Alicante

El Auditorio de la Diputación de Alicante organizaba la semana pasada un ciclo de tres conciertos con artistas de flamenco, pop y rock en español, bajo el nombre de “ÚNICOS”.

La nota flamenca la ponían José Mercé y Diana Navarro, mientras que el pop-rock le correspondía a un veterano del género: Mikel Erentxun.

Erentxun lleva sobre los escenarios 35 años, y demostró que esto se lo sabe de memoria. Es uno de los grandes nombres del pop español, y ya desde muy temprano alternó su trayectoria en solitario, como si de mundos paralelos se tratara,  con la mítica banda Duncan Dhu, que formó a mediados de los años 80 con Diego Vasallo y con Juanra Viles, y que integraron Mikel y Diego como dúo hasta mediados de los 90.

Llegaba Mikel Erentxun al auditorio alicantino acompañado al bajo por Fernando Macaya y a la batería por Karlos Arancegui, habituales de Erentxun en los últimos años; sólo faltaba Marina Iñesta para completar la banda, así que en esta ocasión el público no pudo hipnotizarse con su magia a la guitarra, si pueden y tienen ocasión no se la pierdan.

Salieron los músicos al enorme escenario del arquitectónico auditorio alicantino y empezaron el espectáculo sin presentaciones, sin prolegómenos, directamente al lío, a hacer lo que saben, porque ¿para qué hacer esperar al público para darles lo que necesitan?

Lejos de ser una presentación del último trabajo, en realidad fue un repaso por la trayectoria y los grandes éxitos del artista, como el que recuerdan con sus amigos las mil historias por las que han pasado, algo que agradecieron los más incondicionales.

Abrieron el concierto con “Tu amor es un nudo”, primer tema del último disco “El Último Vuelo del Hombre Bala” (2019) que vio la luz el año pasado y del que también sonaron “La Vereda” y “Corazón de Mil Inviernos”. Con este disco se cierra la trilogía iniciada con el álbum “Corazones”(2015), del que se pudieron escuchar “Los Muros de Jerusalén” y “Corazones”, y completada con el disco “El Hombre Sin Sombra” (2017), del que interpretaron “Cicatrices”.

Poco a poco fueron subiendo de revoluciones y mientras Erentxun cantaba cada uno de los temas del repertorio, ponía al límite las dos guitarras acústicas y algo gastadas que había elegido para este concierto. Como al límite puso Karlos Arancegui su batería, vaya espectáculo de percusión. Sólo eran tres, pero parecía que fueran cien, no quiero pensar cómo hubieran saltado chispas si también hubiese estado Marina. Se nota que Mikel tiene bien engrasada a la banda, a pesar de los tiempos extraños que corren.

Sonaron otros temas como “A un minuto de ti” (Naufragio. 1992), “El cielo es del color de las hormigas” (El abrazo del Erizo. 1995), “Mañana” y “Vasos de Roma y Ginebra” (Ciudades de Paso. 2003), “Cartas de Amor” (El Corredor de la Suerte. 2006), o “Veneno” (24 Golpes. 2012).

El repertorio sonó del tirón, de principio a fin, con la única pausa para presentar a los músicos, y para agradecer al público su asistencia, sobre todo en estos tiempos.

El momento mágico llegó cuando los músicos salieron del escenario y Mikel Erentxun se sentó sólo al piano para interpretar tres temas, que le terminaron de conectar con el público. Se removieron las emociones con “Imagino” (Crepúsculo. 2001), “Quién se acuerda de ti” (Acróbatas. 1998), y la bonita “Corazón de Mil Inviernos” (El Último Vuelo del Hombre Bala. 2019)…ojalá un superman que hiciera girar el mundo marcha atrás, y ojalá que todos pidiéramos perdón.

Ya con toda la banda de vuelta en el escenario, el final del concierto estuvo dedicado precisamente al principio, como cerrando el círculo, y el espectáculo acababa con las canciones de Duncan Dhu. “Rosas en Agua” (Autobiografía. 1989) daba paso a las extraordinarias “100 gaviotas” y “Jardín de Rosas” (Canciones. 1986), que son un himno para muchos.

Con el espectáculo ya terminado, y con los músicos fuera de escena, Mikel Erentxun quiso regalar al público un último tema, un bis de los de antes, de los que no están previstos, y cerró el concierto con otro de los grandes himnos de Duncan Dhu: “En Algún Lugar” (El Grito del Tiempo. 1987).

Quizas encontré a faltar “Esos Ojos Negros” (Canciones. 1986) para irme a dormir tranquilo, pero eso ya es cosa mía.

Con todas las medidas de seguridad y un estricto protocolo para los asistentes, se sigue demostrando en cada concierto que la cultura es segura y que la música debe seguir sonando, por el bien de todos.

¿Qué nos das? Que nos tienes colgados de un hilo, bailando a tu son, y nos haces perder el compás, ¿qué nos das? ¿veneno quizás?

Esto nos hace mucha falta, más aún con la que está cayendo.

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