Pascual Andrés Tévar vuelve con sus artículos propios

En esta época de pandemia que nos ha tocado vivir, en esfuerzos de ilusiones desatadas por buscar salidas, se nos ha llenado el camino en busca de certezas, sacudidas por incertidumbres, que nos rompen los esquemas de nuestros duros equilibrios emocionales, y nos ponen a prueba
cada amanecer.
Es certeza, que nos ilusiona salir a la calle, desde bien temprano, sin mascarilla, ni nada que se le parezca. Pero es incertidumbre, que a pesar de estar vacunados con la pauta completa, una invisible fuerza irracionalmente exigente, nos lleva a ponérnosla, porque no nos fiamos ni de nosotros mismos.
Es certeza, que nos ilusiona, ir a nuestros queridos bares, y tomarnos nuestras cosas, sin pensar en la mascarilla, y disfrutando de cada momento a cara descubierta. Pero es incertidumbre, el miedo que nos empuja, a llevar la mascarilla, o a controlarla, como si en ello nos fuera la vida, y
sin razonar al mismo tiempo ninguna explicación.
Es certeza, que nos ilusiona, acudir a nuestro trabajo, y ver las caras descubiertas de mascarillas, de nuestros compañeros y compañeras, y mirarse, y sonreír, y sentir otra forma de recuperar las vivencias perdidas, en el limbo de las angustias y depresiones. Es incertidumbre, sentir, al
instante, que estamos trasgrediendo normas y protocolos, y que estamos complicando la vida a las compañeras y compañeros, y que no tenemos derecho ni a intentarlo.
Es certeza, que nos ilusiona, volver a la Peña, para compartir con pasión los partidos de nuestro Equipo del alma a cara descubierta, y sacar a flote nuestros comentarios, vivencias y debates intensos. Es incertidumbre, primero si podemos ir, y cuantos, y segundo, si podemos sentir a gusto, o con el miedo, y a pesar de la mascarilla. Al final, no vemos nada claro, como lo podemos conseguir.
Es cereza, que nos ilusiona a cara despejada, convivir con intensidad con nuestras hijas e hijos, que están fuera de casa, y dar rienda suelta a todas las emociones tantos tiempos contenidos.
Es incertidumbre, que la mascarilla nos impone prudencia y dudas, y nos hace sentirnos en el debate agobiante, si es bueno compartir así los momentos. Y al final, nos sentimos culpables hasta de lo que pueda pasar en este mundo de la pandemia y sus secuelas estremecedoras.
Es certeza, que nos ilusiona pasear, o compartir en cualquier lugar, con la mascarilla intencionalmente olvidada en el baúl de los recuerdos, y sentir cada mirada, y cada expresión, en todas sus infinitas dimensiones. Es incertidumbre, auto inculparnos, por no ser ciudadanas y ciudadanos solidarios, y sentir en nuestras conciencias que estamos trasgrediendo las normas, y al mismo tiempo, invadimos de angustias ilimitadas la vida de los demás.
Es certeza, que este inacabado camino de la pandemia, expresado en olas, y combatido con vacunas y protocolos, tenga un final. Es incertidumbre, que seguimos sin tener nada claro, ni la pandemia, ni las olas, ni las vacunas, ni la salida. Así que inmerso en el debate, cada cual con sus secuelas a cuesta, intentamos dar o encontrar una forma más o menos aceptable de seguir
adelante, con la mochila de las angustias, depresiones y sufrimientos, a los que ya no sabemos el nombre que poner , a cuestas.
Así que, cada uno y cada una, tiene que buscar su propio camino, y sus propios retos que sufrir e intentar superar, que no existen recetas mágicas, y que nos toca investirnos de moral, y buscar cada día, la forma y manera darle sentido a nuestras vidas, en esta etapa de nuestra existencia.
Y al final, como la pandemia nos ha cambiado la forma de vivir, tendremos que darle la vuelta, para que no suponga una secuela insoportable en nuestras vidas.
Así pues, reflexionando en esta mañana de agosto de 2021, me siendo en la misión de transmitir un poco de serenidad, y de sentido común, chorreado con unas gotas mágicas de alegría de vivir, y cocinado a fuego lento y paciente, y con fe inquebrantable en el futuro, y todo ello, bajo la
increíble luz mediterránea.