Pascual Andrés Tevar nos envía un nuevo artículo propio

A veces, como he dicho otras veces, la vida te da en los pequeños detalles emociones infinitas, que le dan sentido a la vida.
El pasado 10/09/2021 tuvimos que acudir a URGENCIAS DEL HOSPITAL GENERAL UNIVERSITARIO DE ALICANTE, porque mi compañera de la vida lo necesitaba.
Cogimos un taxis de un buen profesional y conocido de San Vicente del Raspeig, después de la llamada a tele taxis, que nos lleva a urgencias, donde llegamos a las 17 horas aproximadamente.
Y aquí quiero hacer un inciso, porque los taxistas, y soy testigo, han hecho un buen trabajo durante la pandemia, y lo siguen haciéndolo, que merece, respeto, reconocimiento y homenaje.
Es emoción, entrar a pie a la sala de recepción de URGENCIAS, y que en admisión te den la subcarpeta, con los datos y claves, con la que te van a identificar en todo el largo, y necesario proceso.
Es emoción, sentarse, en la sala de recepción, con los protocolos necesarios, y esperar a que tu clave de letras y números aparezcan en la pantalla.
Es emoción, que aparezca la clave en la pantalla, y la compañera de la vida, tenga que pasar por el triaje , sola, en busca de su sitio , a la espera del proceso de atención personal de sus dolencias, que nos ha motivado tener que acudir preocupados , aguantando los miedos y debates internos.
Es emoción, seguir desde la sala de espera, por mi parte, todas las vicisitudes de su asistencia urgente: Sala 2, Radiología, Médico, Información 1, Radiología, Médico, y salida. Se hacen eternos los minutos, y los pensamientos se debaten en preocupaciones infinitas, mientras la
espera no parece tener término. Al final, siendo más de las 21 horas, la veo aparecer sola, andando serena, y con su rostro me transmitía vida y fe para seguir adelante.
Emociona, pensar que en esas 24 horas, los médicos, enfermeros y enfermeras, recepcionistas, celadores y celadoras, personal de seguridad, etc., han formado parte de un buen equipo, y han hecho bien su trabajo, a pesar de las carencias. Y que merecen respeto, reconocimiento y
homenaje.
Emociona, pensar, todo lo que en la sala de espera he vivido, en el interminable paso del tiempo.
Esos familiares con pases, entrando y saliendo de los boxes. Esas ambulancias, entrando pacientes, por un largo pasillo hacia los boxes, y posible ingreso hospitalario. Esos pacientes graves, escuchando la palabra “parada”, que estremece y tambalea los pensamientos. Y todo
movilizado para intentar salvar una vida.
Emociona, en medio de tantas ansiedades, ver y observar, una anciana , sorda, que encuentra una joven, que le ayuda a que el médico, contacte por el móvil con su hija, y le pueda explicar que su padre , a pesar de las heridas de su caída en la residencia de mayores, está bien y a salvo.
En fin, la emoción, sube de tono, cuando la compañera de la vida, sale de la zona de atención multidisciplinar, y me dice, casi susurrando, “YA NOS PODEMOS IR A CASA”. Es entonces, y es ahora, cuando trato de entender, tantos sufrimientos de los que no pueden volver a casa, y tienen que ser ingresados. Es entonces, cuando se inicia otro desafío de sufrimientos, paciencia, y lucha, para encontrar fe en la recuperación.
Inmersos en este debate, y con la emoción contenida, charlamos, y miro a los ojos a la compañera de la vida, y veo esa luz incomprensible, que desde hace más de 47 años me acompaña en el camino, y siempre me hace sentirme de alguna forma, protegido y a salvo.
Llamamos a tele taxis, y el buen profesional, nos conduce a San Vicente del Raspeig, por la ruta de Villafranqueza, y llegando a casa, nos informa, que ha buscado no encontrarse ningún semáforo en el camino. Y sentimos, charlando tranquilamente, que hemos tomado un largo y
extenso e interminable café, y hemos pasado una hermosa tarde anochecida, en una hermosa terraza, sin pensar en el tiempo, bajo la increíble luz mediterránea.