Edurado Seva
Concejal REDcv Ayuntamiento El Campello
Profesor de la Universidad de Alicante de Ecología
Si es un virus expresamente sintetizado para acabar con una parte de la Humanidad en un laboratorio de diversos países o es la guerra bacteriológica para acabar con un claro competidor como es China; o es una jugada de las multinacionales farmacéuticas para el enriquecimiento rápido porque ya tienen la vacuna,…., nos debe importar poco en este momento. Lo que es verdaderamente importante es evitar que este fenómeno se lleve vidas inútilmente y deprima nuestra economía hasta límites insalvables. Lo dicho más arriba ya lo analizaremos un poco más tarde.
Una de las cualidades (si ha de tener alguna) de un buen parásito es que la táctica global como población empleada en su propia supervivencia es no acabar por completo con la población de su HOSPEDADOR. Eso acabaría con las dos especies.
Ponemos dos ejemplos de la relación hospedador y parásito (o huésped): las plagas de procesionaria del pino y la plaga reciente de “picudo” en las palmeras, sobre todo la canaria. No podemos pretender que una de esas plagas no pase por nuestros pinos o nuestras palmeras. Podremos minorar el efecto que producen tomando medidas precautorias para ello y con la suficiente antelación pero el territorio sufrirá sin más remedio el efecto de estas pagas. Las sufrirá con más o menos intensidad según estén dispuestos los individuos en el espacio y es por ello que la topología del territorio, la biogeografía de las poblaciones, toma tanta importancia. No es lo mismo un plantel de palmeras distantes una de otra 100 metros que un grupo de 100 palmeras que ocupan una mancha densa de una hectárea; en este último caso, la mortandad será atrozmente elevada.
Es el conocido juego/modelo de la biogeografía de islas. Un continente repleto de especies pretende colonizar con ellas unas pequeñas islas que se encuentran a diferente distancia del mismo y son de distinto tamaño. El éxito en la colonización de cada una de las islas será absolutamente distinto dependiendo de estas variables que he apuntado y contarán también la presencia de pasillos o corredores que pueden utilizar los individuos para llegar a ellas y enraizar. El tiempo es la variable que falta para trazar la curva y conocer el punto de estabilidad: las extinciones igualan al número de las que se establecen.
Covid-19 es un virus y por lo tanto se está en presencia de una partícula entre lo vivo y lo no vivo. Tan pequeño que en ocasiones traspasa filtros de porcelana y que es capaz de cristalizar en ausencia de hospedadores que somos nosotros. También es lábil y esa estructura puede destruirse y perder toda su funcionalidad por calor, por frío o por sequedad.
Pero lo importante, y atendiendo a lo que antes hemos comentado, es que los individuos a los que potencialmente va a infectar estén lo suficientemente separados unos de otros como para que la colonización se les haga difícil, que las manchas de individuos (como la parcela llena de pinos o palmeras) no sean patentes en el territorio. Y que los pasillos o corredores por los que puedan desplazarse (instrumentos móviles, billetes y monedas de curso legal, ropa, alimento compartido…) desaparezcan.
Probablemente dirán que hemos llegado tarde en todos los niveles de la administración y es probable que haya sido porque pocas veces nos hemos enfrentado a situaciones iguales en el mundo occidental pero es muy importante que, a pesar de este retraso en un momento crucial para algunos, sepamos a ciencia cierta que las indicaciones que se han dado a todos los niveles son las más certeras sin dañar las libertades como personas.
Es preciso que asimilemos este comportamiento colectivo e individual durante un tiempo y que respetemos y asumamos las “órdenes” de epidemiólogos y autoridades sanitarias, que para eso han estudiado.
Traguémonos nuestras propias opiniones y no saquemos las vergüenzas de nuestra propia flaqueza intelectual.
Luego, cuando pase todo, tendremos tiempo de buscar a los culpables.