Eduardo Seva
Opinión
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En el mundo de la estadística, se conoce como cadenas de Markov a todo un proceso de carácter estocástico en el que la probabilidad de que se dé un estado o de que ocurra un determinado suceso depende únicamente del estado inmediatamente anterior y es esa característica de considerar una memoria reciente (memoria de pez) lo que lo diferencia de los sucesos independientes, del azar mismo, que no tienen memoria de los estados anteriores.
Los llamados procesos markovianos o cadenas de Markov tienen múltiples utilidades, desde modelos epidemiológicos ramificados para tratar de predecir el comportamiento de una epidemia, pasando por predicciones en juegos de azar, la economía, el empleo, la genética y hasta la música y los ecosistemas más deseados por determinadas especies animales y vegetales.
En el caso de las poblaciones humanas y las políticas del municipalismo pueden establecerse determinadas relaciones cuyo eje primordial es la información que fluye y el recuerdo superficial del votante medio. Se recuerda únicamente lo que ha acontecido en los dos últimos meses antes de una decisión como es la del voto a la alcaldía, es decir, el estado inmediatamente anterior y, en consecuencia, su determinación en un solo acto estará presidida por el recuerdo vivo de un suceso, una inauguración, una limpieza concienzuda de las calles, el baldeo, el arreglo de la iglesia, pistas deportivas con césped nuevo, fiestas primorosas, etc.
De todo esto son conscientes los gobernantes a través de estudios de mercado que hacen los diversos partidos políticos, que van dejando hinchar el deterioro ambiental y de los servicios públicos algunos meses antes de un plebiscito marcado en el calendario, para iniciar una carrera enloquecida de arreglos y parcheo que acabará impepinablemente horas o días antes del día D. Basta con dar una vuelta por las principales poblaciones de la comarca o de la provincia -sea la que sea- para percibir desde ahora esa sensación de vaticinio.
Si nos fijamos un poco más en los detalles de este fenómeno, percibimos una intensificación del proceso restaurador, intensidad de la obra, maquinaria, peones, gasto en definitiva al acercarnos al centro de las ciudades o pueblos. Allí el flujo de la información es mayor al ser mayor la densidad de población, las relaciones vecinales o familiares, la voz baja en la intención de voto, lo más visitado, la actividad comercial, la densidad del voto en el caso de elecciones. Son como anillos concéntricos del rojo intenso en el centro del pueblo y decayendo la pigmentación hasta el anillo translúcido en los barrios del límite municipal, en aquellos barrios de baja densidad, de urbano muy disperso o de muy baja intención de acudir a las urnas, allá donde el poder no afecta en las conductas particulares o no hay flujo de información.
Desde aquí y desde ahora invito al lector de esta breve nota a que compruebe estos galimatías de Markov, los anillos concéntricos, los flujos de información, la intencionalidad del político que reina y las trampas de la oportunidad de la obra pública en el caso de El Campello.
Resumen, compendio y moraleja: parece que tengamos todos memoria de pez.