Serafin Serrano, experto en Ciberdelincuencia
En la era digital el acoso escolar ha traspasado las fronteras físicas del aula mutando en lo que denominamos “ciberbullying”. El anonimato que ofrece internet permite a los agresores actuar sin temor a ser identificados e incrementar la intensidad y frecuencia del acoso. Además, la viralidad de los contenidos digitales puede amplificar el daño psicológico, ya que humillaciones y ataques pueden ser aireados en cuestión de minutos. A ello se le suma la disponibilidad constante de dispositivos digitales, provocando que las víctimas no puedan escapar de un acoso enfrentado las 24 horas del día.
Un reciente estudio de “Save the Children” indica que el 40% de los jóvenes españoles ha sufrido ciberacoso durante su infancia. La Fundación ANAR y la Fundación Mutua Madrileña apunta que 1 de cada 4 casos de acoso escolar se produce en el ámbito digital. Estas cifras evidencian la magnitud del problema y la urgente necesidad de implementar medidas efectivas que protejan a nuestros jóvenes de un ataque que puede llegar a tener consecuencias realmente trágicas. Un fenómeno que afecta directamente al menor, pero con repercusiones muy serias en su entorno familiar y social.
En este contexto, la respuesta institucional y social es relevante. Se ha aprobado la Ley de Protección Integral a la Infancia y la Adolescencia frente a la Violencia, que incluye medidas específicas contra el acoso escolar y el ciberacoso. Pero la legislación, por sí sola, no es suficiente. Se hace necesario fomentar una cultura de respeto y responsabilidad en el uso de las tecnologías desde una edad temprana. Programas educativos que promuevan el uso seguro y responsable de internet y las redes sociales pueden ser herramientas efectivas para prevenir el ciberbullyng.
La participación activa de padres y educadores también es fundamental. Debemos estar atentos a los signos de ciberacoso y fomentar un ambiente de comunicación abierta donde nuestros hijos se sientan seguros al expresar sus preocupaciones.
El ciberbullyng no es asintomático. Si apreciamos cambios repentinos en el estado de ánimo de nuestros hijos e hijas, de sus hábitos alimentarios, si se aísla socialmente, deja de ir a clase o evita usar dispositivos electrónicos es importante que iniciemos ese diálogo, buscando ayuda profesional si fuera necesario.
Debemos educar a los jóvenes en el uso responsable de las nuevas tecnologías, enseñándoles a identificar y prevenir situaciones de acoso, fomentando valores como la empatía y el respeto. Las autoridades educativas han de reconocer y reaccionar ante esta realidad y, por otro lado, las plataformas online deben asumir una mayor responsabilidad en la protección de usuarios, implementando medidas más estrictas para identificar y eliminar contenidos abusivos, proporcionando herramientas eficaces para denunciar el acoso.
El ciberbullying es una problemática compleja que requiere una respuesta compleja. La combinación de legislación adecuada, educación familiar preventiva, implicación “real” de los centros educativos, participación activa de la comunidad y responsabilidad por parte de las plataformas digitales es esencial para abordar este desafío. Es hora de visibilizar, reconocer y tomar medidas contundentes y efectivas para frenar esta amenaza silenciosa.