RONDALLA SANVICENTINA. Parte I

José R. Carbonell Beviá. Mestre d’Escola.

En el mes de marzo de 1962, un amigo y compañero de trabajo de mi padre, sabedor de que he actuado con éxito varias veces en el Teatro de la Esperanza, le invita para que nos acerquemos a su casa en la que, un vez por semana, se reúnen un grupo de jóvenes de edades entre 16 y 19 años con la intención de formar un conjunto de instrumentos de pulso y púa. Acudimos al ensayo y nos percatamos de que, en verdad, son muy pocos componentes. Me prueban para poder incorporarme como solista y soy aceptado. Empiezo a memorizar y montar canciones y conforme va pasando el tiempo la ilusión de todos va en aumento, pues no cesan de incorporarse chicos de San Vicente y de familias muy conocidas. Se nombra a mi padre (Ramón Carbonell) presidente del grupo ya que es, a su vez, mi acompañante dada la corta edad que tengo. En un principio los ensayos se realizan en una casita, planta baja de la calle Primero de Mayo. Se solicita al Ayuntamiento un local de ensayo y se nos facilita el local del primer piso de lo que más tarde fue “El Hogar del Camarada”. Se siguieron haciendo ensayos con mucha ilusión y entusiasmo con el propósito de salir a la calle para que nuestro pueblo nos escuchara. El grupo fue creciendo y pasados unos meses de exhaustivos ensayos, se pensó en hacer una presentación pública. Lógicamente necesitábamos vestimenta adecuada. Se bajó a Alicante y se alquilaron unos trajes negros que despedían un fuerte y desagradable olor a naftalina. Era realmente muy molesto llevarlos puestos. Pero aun así, la alegría era grande. El miércoles 18 de julio de 1962, nos presentamos ante nuestro pueblo. Éramos doce componentes. En el periódico “Información” del día siguiente apareció un artículo relatando el acontecimiento: SIN HABLAR CON NADIE. Comentario en torno a la tuna local. Firmado por José Antonio Sirvent Mullor, corresponsal de dicho diario en nuestra población.

Salimos e hicimos un pasacalle. La gente, extrañada, pues no tenía noticia de que tal evento iba a producirse, nos aplaudía y animaba. Comprobamos que se necesitaba a alguien que asumiese con acierto la dirección musical del grupo. Para ello se piensa en Juan Pastor Huesca, sanvicentero al que recientemente hemos recordado y homenajeado desde estas mismas páginas y que además de ser un buen guitarrista, tiene una bella voz de tenor y entiende de canto. Quien esto escribe tenía doce años y era el cantante solista y tocaba la pandereta. Al ver la buena acogida que tuvo la agrupación en el pueblo, se solicita una ayuda económica que el Ayuntamiento decide otorgarle por medio de una pequeña subvención con la que pagamos los gastos que habíamos acumulado. Como el habitáculo comienza a ser pequeño, dado el número de componentes que ya somos, el presidente ofrece el taller de bordadoras que había en mi casa, pero con la condición de que no fumen allí, pues se podría quemar alguna tela, además del molesto olor que se queda en donde al día siguiente han de trabajar las chicas.

Dado lo caro que resulta el alquiler de los trajes, se decide confeccionar el nuestro propio y lo primero que se propone es una camisa verde como el color que identifica al municipio y una Bandera con su mástil de metal niquelado. La Bandera está espléndidamente bordada por Herminia Beviá Pastor (mi madre) y lo hizo de un modo totalmente desinteresado tanto por el trabajo realizado como por el hilo utilizado para su confección. Cantaba su hijo y eso era más que suficiente. En la actualidad cuelga de un mástil de madera con su correspondiente peana magníficamente diseñados y elaborados por Alejandro Moreno Martínez.

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