Por Alex Solar
Dicen que en los “saloons” del Oeste americano había un letrero colgado que advertía “no disparen al pianista”. Lo mismo deberíamos colgar en los ayuntamientos o en cualquier otra institución del estado.
En un programa de la televisión pública el Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, se refería a la devaluación de la política. Decía el ex político que era incomprensible que existiera el afán de infamar a la clase política, como si el resto de la sociedad fuera inocente, al menos no cómplice de todas las situaciones a las que se responsabiliza exclusivamente a los políticos.
Recientemente, la publicación de una nota redactada por un asesor de prensa del partido socialista en Sant Vicent del Raspeig, descalificaba a un edil de VOX por su “escasa preparación” para el cargo y hasta le afeaba que confundiera ciertos términos , pateando así la gramática. Al parecer, el aludido se dirigió al autor de la nota en una actitud “intimidatoria”, según alegan los responsables de la nota. Ignoro si el concejal ofendido le lanzó un botellín o simplemente le alzó la voz . El alcalde, que gobierna con el apoyo de su grupo político ha echado balones fuera alegando que los acontecimientos ocurridos fuera del ámbito municipal y de las competencias de los ediles no son cuestión de juicio ni debate y menos de expulsión, como le solicita la oposición.
No seré yo quien ponga ni quite rey en este embrollo. Bien saben los que me hayan leído alguna vez en este medio que no soy simpatizante ni del PSOE ni de VOX. Pero sí tengo una opinión, cómo no, de los políticos y creo con el filósofo francés Baudrillard que llevan en sus hombros una pesada carga que nosotros, buenos y piadosos ciudadanos, nos hemos quitado de encima para ponerla graciosa y generosamente sobre los suyos. Y en cuanto a la “preparación”, habría que preguntarse cuál tenían los grandes líderes de masas del pasado y algunos del presente. Tener un grado en Ciencias Políticas no hace que se sea un buen político, como hemos visto. Hitler no era más que un soldado raso y pintor fracasado, Stalin un seminarista. Maduro un ex chófer de autobuses y Lula obrero metalúrgico. Puede que no sean buenos ejemplos pero ahí fueron o están y algunos siguen.
ARGUMENTOS
El filósofo y escritor alemán Hans Magnus Enzensberger ha reflexionado sobre el oficio de la política en un artículo de hace algún tiempo titulado “Compadezcamos a los políticos”, que no me resisto a citar. Dice Hans Magnus que “quizás ha llegado el tiempo en que dejemos de insultar a los políticos”. Las razones que esgrime el pensador teutón son las siguientes:
-“Las acusaciones de que los políticos se llenan los bolsillos probablemente digan más de los acusadores que de los acusados”. Porque “ revelan una secreta envidia hacia el caballero de la industria que viven a costa de los demás y del desconocimiento de la realidad económica”. O sea, a los bolsillos de los políticos llega una suma irrisoria en comparación con la que perciben distintos grupos de presión, entre ellos los partidos políticos, fondos especiales y avales que representan una destrucción de capital diez mil veces mayor. Chocolate del loro, en cambio, son las prebendas tales como viajes de placer a cargo del estado, facturas de combustible o sastrería y las jubilaciones.
-La indignación moral (y lo recordaba también Gabilondo) oculta también otros problemas. Y respecto a la solidez intelectual de los políticos, Enzensberger afirma que por simple norma estadística no tendrían que ser inferiores en capacidad al resto de los ciudadanos. El político, por lo general, nos dice, no tiene profesión (o no la ejerce) y si ha pasado por las aulas universitarias ha sido descuidando los estudios para escalar posiciones siendo portavoz, delegado o presidente. Y “una vez superada la ardua tarea de pasar sucesivamente por la asociación de barrio, el comité de barrio y el consistorio municipal , ya no será necesario buscarse el sustento”.
MISERIA DE LA POLÍTICA
Pero esto no significa que sean unos vagos. Han de seguir atentos al campo de batalla de la política, por lo tanto es una ocupación de tiempo completo. El precio de figurar en la papeleta electoral o en la cúspide de su organización es también un déficit de realidad, que “defenderá frente a cualquier ataque”. Y prosigue diciendo que comparada con otras actividades como la banca o la industria, la política pierde. Los niveles de preparación para construir una planta de montaje, un nuevo avión o el saneamiento económico de una mediana empresa requieren una preparación que un político-con horizonte temporal restringido de poder-no puede soñar.
En suma, este filósofo nos indica que en vez de insultar a los políticos reflexionemos sobre su vacío existencial y su miseria ( “acceder a la política es despedirse de la vida, es el beso de la muerte”). Se exponen a “un increíble aburrimiento” porque en política todo es igual, lo mismo se repite una y otra vez. Reuniones, sesiones, congresos, durante largos años. Las consecuencias han de ser terroríficas. Finalmente, el político se cansa y delega en asesores, voceros a sueldo, que le cuentan lo que ellos quieren. Así solo se enteran de poco o nada en realidad. Porque les ocultarán los que no les guste oír.
Al político no se le permite expresarse en primera persona o sincerarse. Es un actor mediocre, habla mucho pero dice poco. Como diga lo que verdaderamente piensa los primeros en censurarlo serán sus propios compañeros, antes que la prensa o la opinión pública.
Ser político es someterse a humillaciones que no existen en otras actividades. Disfrazarse a veces, besar a y abrazar a gente que no conoce, también a animales, participar en carnavalescas situaciones. Y no hablemos de vacaciones ni tiempo libre, de ocio, en cualquier momento salta la emergencia y adiós. Su calendario está estrictamente programado, no hay hojas en blanco.
La política, o sea su ejercicio, es una trampa mortal. Seamos, pues indulgentes, no disparemos a los políticos. No merecen sino nuestra piedad. Reciben más tiros que una zorra de postal.