«Justicia social o sálvese el que pueda», por: Ángel Sanchez

                Hoy, me voy a poner trascendente: ¿que es la libertad?. Si hay una diferencia clara entre derecha e izquierda, ésta es el significado de esa palabra tan gloriosa como equivoca.

                La simplificación que pretenden imprimir al significado de libertad los ultras de la derecha extrema (como Ia Ayuso, Abascal o su referente ideológico, Milei) es profundamente reaccionaria, como deberíamos haber aprendido a lo largo de nuestra historia.

                El Presidente de Argentina, el ultra neocon Milei ha dicho: “la justicia social es aberrante, la redistribución de la riqueza se basa en la envidia, los impuestos son un robo y el control del capital es inmoral.  A su vez y siguiendo la estela de la “motosierra”, la Presidenta de la Comunidad de Madrid, la defensora de la libertad como concepto vacío intelectualmente,  fan y alumna aventajada del discurso neoconservador e iliberal, también afirmó que la justicia social es “un invento de la izquierda que solo promueve la cultura de la envidia, el rencor y la búsqueda de falsos culpables.

                Separar, convenientemente libertad de igualdad es un ejercicio “goebeliano” que, en una sociedad atravesada por miedos e incertidumbres vitales (sobre todo de los y las trabajadores y trabajadoras más humildes y precarios)  tiene como objetivo vaciar el contenido de emancipación que la palabra conlleva, pues la libertad y la igualdad son interdependientes, y  unidas desempeñan un papel crucial en la construcción de una sociedad más  justa y democrática.

                Sobre la libertad, hago mías las palabras de un histórico dirigente socialista, Luis Gomez Llorente. En el vigésimo aniversario de la creación de la corriente Izquierda Socialista ( hoy prácticamente disuelta) dijo:  Si alguien me pregunta: ¿Qué es lo diferencial específico del socialismo? Le respondería sin vacilar: LA IGUALDAD. La igualdad entendida como igual libertad para todos .El socialismo surge precisamente de la crítica al concepto liberal de la libertad por cuanto éste se reduce a esa forma de democracia formal que consiste en la afirmación de las libertades individuales y del Gobierno representativo…Los grandes pensadores socialistas asumieron la reforma liberal del Estado como un paso positivo en la historia, pero fueron más allá, porque se dieron cuenta de que con eso, y sólo con eso, una gran parte de los seres humanos no son real y verdaderamente libres . Se dieron cuenta de que la libertad real de todos exigía liberar a los ciudadanos no sólo del absolutismo, y del control eclesiástico de las conciencias, sino que era necesario liberarles también de la prepotencia patronal, y del control que el poder del dinero ejerce sobre la vida social. Sólo mediante reformas económicas profundas es posible acceder a la libertad real para todos, es decir, a la igualdad entendida como igual libertad”. Poco más puedo añadir.

                El término Justicia social se generalizó durante la Revolución Industrial como contrapeso a los conflictos que provocó el nuevo modo de producción capitalista con una explotación cruel de los y las trabajadores y trabajadoras. La reivindicación del concepto partía de la necesidad de corregir los defectos provocados por un mercado desregulado, donde la clase obrera sufría las penurias provocadas por el darwinismo social (¡sálvese quien pueda!) . Desregulación que hoy reivindican de nuevo los y las líderes de esa “revolución” neoconservadora” y reaccionaria que recorre España y el mundo, y que una parte de la clase trabajadora compra sin pararse a pensar en las consecuencias. ¿No aprendemos de la historia?.

                La derecha y la extrema derecha, que defiende la libertad como el nuevo paradigma antisistema olvidan que el de libertad siempre ha estado atravesado por cuestiones tan prosaicas (insisto) y “peligrosas” como el entorno socio económico donde uno o una ha nacido, o el trabajo y las remuneraciones con las que tiene que vivir. Apelar a la igualdad de oportunidades en una sociedad donde, por el mero hecho de nacer en un entorno socioeconómico u otro, no se tienen y negar que la redistribución es la herramienta de justicia social  que los españoles y españolas nos hemos dado es, en mi opinión, ser un patriota de pacotilla y un reaccionario,  por mucha bandera que se lleve.

                La Constitución, que fue fruto de un amplio acuerdo político y social, consagra qué es ser un patriota: el artículo 40 dice con rotunda claridad que “los poderes públicos promoverán las condiciones favorables para el progreso social y económico y una distribución de la renta regional y personal equitativa. Y termino con las citas constitucionales”. El artículo 128 sentencia lo que en mi opinión es ser un patriota: toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general. Por lo tanto, como patriotas, defendamos lo que nuestra Constitución proclama: igualdad  como igual libertad y, por lo tanto, justicia social para los que no han (hemos) nacido en cuna pudiente, que en definitiva somos la gran mayoría de españoles y españolas, aunque la conciencia de ésta pertenencia a veces se vea alienada por simbólicas pertenencias a una comunidad imaginada en la que los ganadores siempre han sido los mismos: los  que históricamente se han opuesto al progreso colectivo de los y las españoles y españolas. Aprendamos de nuestra historia.

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