Cuando lo eterno no tiene edad sino valentía
EN MEMORIA DE MARÍA JESÚS OROVIO PÉREZ (Textos de Pascual Andrés Tévar)
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ÉRASE una vez una princesa llamada María, que tuve la suerte y el honor de conocer a través de mi trabajo en la asesoría, y con veinte seis años, en aquel febrero de 2013, percibía, cuando la vi entrar en nuestro despacho, con su elegancia, en su caminar atrevido, que estaba ante una joven valiente y desafiante al futuro.
He sido testigo de cómo con imaginación y mucho trabajo, se hace una empresa, y se abre al mundo por internet y las redes sociales, con sus vestidos y su arte, y era como su nombre representa el PRESAGIO de una hermosa aventura.
La decisión era su mejor virtud, y en ella basada el desafío a todos los retos, y a todos los miedos que nos acompañan en la vida.
Era una líder nata, y exigente sin límites, al frente de su empresa, y en sus preguntas tenía el desafío de las respuestas implícitamente , y había que estar a mucha altura, para poder responderlas, sin improvisar, y previo concienzudo trabajo .
Ella tenía el coraje como virtud, y lo llevaba implícito en cada instante de su vida, de tal forma, que transmitía lucha y superación en todo lo que hacía.
Cuando conocimos la enfermedad del cáncer contra la que luchaba, y la forma que nos transmitía su entereza y superación, estábamos seguros, que no se iba a venir abajo nunca. Que todos los que estaban a su lado, iban a estar mucho menos enteros que ella. Porque transmitía, en sus palabras, en su trabajo, y en su lucha, la fe increíble en su desafío.
Hasta el último aliento ha estado trabajando y transmitiendo vida a su equipo en la empresa, y a los que han estado a su lado, especialmente a su compañero en la vida David. Y ha sido ella la que hado fuerzas y fe a los demás, con su valentía sin límites. Y lo demuestra el hecho que cuando la oncóloga le dijo que se acercaba el final, que si pasaban a la sedación, para que no sufriera, le dijo a su compañero en la vida David, que cerrara la puerta de la habitación para que no volviera a pasar.
La princesa María se ha dormido, en el sueño infinito, más allá de las estrellas, en un inicio de marzo de 2020, acercándose a la primavera, pero con sus treinta y tres años, ha sido capaz de vivir , mucho más que lo que nadie puede imaginarse. Porque la vida, tal, y como ella la concebía, y nos ha transmitido, a los que hemos tenido el honor de conocerla, no tiene sentido, sino se pone la intensidad y coraje, instante a instante, como si fuera el último.
Es increíblemente duro, y hasta sin sentido y explicación, que se haya marchado tan pronto de entre nosotros, pero a veces, la vida nos da la oportunidad, de conocer, a personas, como María, que son capaces, de detener el paso inexorable del tiempo, por su forma de entender, y desafiar con su forma de vivir y compartir valores eternos y desafiantes.
Tal vez, como decía el poeta, “caminante no hay camino, se hace el camino al andar, y al volver la vista atrás se ve el camino que no vas a volver a pisar”. Así era María, caminando, siempre, hacia el futuro, superando miedos, sufrimientos y dudas, y dejando muy claro, que la mejor verdad, sin dudarlo, es siempre ser nosotros mismos. Porque eso, es lo ella transmitía, firmeza, y serenidad, a pesar de todos los debates, en todo lo que hacía.
Se hace necesariamente imprescindible, desde la difícil serenidad, pararse a pensar, que lo que nos ha transmitido María, es para sacar, la valentía, coraje, imaginación y fe, de ser nosotros mismos, de creer, sin tibiezas ni dudas, en lo que sale del corazón, y nos da los valores eternos. Y que como ella ha hecho, ha vencido el tiempo, porque es insignificante, ante la herencia que nos dejado, y tenemos que saber descubrir, y honrar su memoria, cada uno y cada una, a su manera, bajo la increíble luz mediterránea.
Loa que conocimos a maría sabemos que pascua lleva razón en este escrito, ha sido una buena persona contagia a optimismo. Buen viaje Maria