LA REINVENCION

Pascual Andrés Tévar

Cuando pasas a la situación de jubilado, necesariamente te cambia, quieras o no
quieras, la vida y sus circunstancias, y no te queda más remedio, que asumir las
consecuencias en todos los sentidos. Por consiguiente, como diría Felipe González, es
vital replantear la razón de ser de la existencia, y reflexionar serenamente sobre la vida,
y el tiempo que te toca vivir en adelante, eso sí, a tu manera.
En primer lugar, es imposible estar preparado, para el tránsito del trabajo estresante e
interminable de la asesoría, donde los horarios te dominan y te controlan, a la vida, sin
horarios impuestos, y desconcentrado en saber ocuparlos. Y, en consecuencia, se trata
de buscar razones y modos de vida, que vayan ocupando los horarios, con argumentos
motivadores y convincentes, porque aburrirse no vale.
Vista la situación, y dada que la desconexión del despacho, aun siendo un hecho cierto
y rotundo, deja un limitado espacio y tiempo para dar consejos, con la paciencia del
jubilado. Y en consecuencia se hace imprescindible, buscar la forma, de romper
totalmente todos los lazos, hasta los mentales, y en eso, me debato, para buscar que la
ruptura sea irrevocable. Y a pesar de todo, la lucha es abierta y dura, para encontrar el
final del camino, me busco lo que puedo, que me haga olvidar el trabajo y sus ataduras.
Y como por otra parte, no lo tengo claro, tengo que ir improvisando, e inventado, que
voy a hacer con las horas por construir. Y al mismo tiempo, no darle muchas vueltas,
porque puedo entrar en el desasosiego, de no saber que hacer con el tiempo.
En esta lucha de reinvención, buscando la ruta que le da sentido a mi vida desubicada,
busco incansables refugios, que al menos en tiempos cortos, me alejen de la ansiedad
y las dudas, y a mi manera, lo voy encontrando, en el caminar, por rutas improvisadas,
en los almuerzos, a horas desordenadas. En las comidas improvisadas, en casa o en el
menú del día del restaurante amigo. En las tardes alargadas después del café y la copa,
y las tertulias pacientes, con los colegas y amigos, en la terraza del acogedor
restaurante y refugio, que te dejan en el final del atardecer saliendo del invierno, y
buscando la primavera. Y de esta forma estoy, con paciencia, y con debate, poco a poco,
voy construyendo el puente, sin vuelta atrás, hacia la desconexión total.
Otra parte de esta lucha de la desconexión, son los andares, sin rumbo cierto, por las
calles de mi ciudad, tratando de salir de la rutina, y valorar, con un poco de pausa, la
vida ciudadana, que nunca he sido lo mínimamente paciente, para valorar lo que
transmite, en miradas, en sonrisas, en imágenes, que traducen, de una forma
misteriosa, y que nunca he sabido apreciar cómo se merecen. Porque lo que sí estoy
seguro, que, pasando por el mismo sitio, por la misma calle, por el mismo rincón, cada
día, puedes, con mirada paciente, ser capaz de descubrir algo nuevo.
Existe pequeños momentos, que ayudan a la desconexión, como son los paseos con
rumbos controlados a los almuerzos, a la búsqueda de comercio para comprar o pagar,
a las entidades bancarias, para concertar citas o pasarlas, donde te encuentras con
personas conocidas, a las que saludas con la sonrisa abierta o entreabierta, y sacas el
lado solidario, humano y compresivo, y les cuentas que te has jubilado, y les animas en
su vida, como ellos y ellas tratan con simpatía de animarte en tu nuevo proyecto. Al fin
y al cabo, tienes que informarles, de tu nueva situación, pero con un sentido tolerante y
dicharachero. Al fin y al cabo, te está ayudando, sin prisa, pero sin pausa, a saber,
desconectar, y seguir haciendo tu vida.

Otra cosa son los fines de semana y los festivos, donde tenía más costumbres de
desconexiones, aunque siempre con la espada de Damocles, de tener que volver al
despacho. Por lo que aquí tendré que mentalizarme, que, al no haber vuelta al trabajo,
si va a existir la vuelta a una rutina sin obligaciones de trabajo, pero sí, una auto
exigencia, que me obliga a tener de otra forma, controlado mi tiempo, y lejos de vacíos
incomprensibles.
Por otra parte, la Peña me ayuda, para que, a través de dedicarle más tiempo, me sirve
de pretexto, para apoyar la tarea de la desconexión. Y, por otra parte, me estoy
complicando la vida con nuevas obligaciones, y asumiendo nuevas responsabilidades,
como explicaba en un artículo anterior. Y encima, ahora los posibles nuevos socios, que
me localizan por el WhatsApp ó por llamadas al móvil, quieren ser socios, porque
consideran una buena, o la mejor posibilidad de conseguir entradas para el estadio
SANTIAGO BERNABÉU sea de Liga o de Champions. Hasta el punto, que un taxista,
que conversando se ha percatado de quien era, me pide el móvil, para que se me pueda
solicitar entradas para la familia, en cualquier zona del estadio, porque son todos
madridistas, especialmente sus dos hijas, apasionadas de Vinicius. Así el tiempo libre
de compromisos, se me va mermando. Pero eso sí, compensan las nuevas
ocupaciones, como esta, de conectar con ese madridismo sencillo y abierto, de
ciudadanos y ciudadanas, de niños y de niñas, que viven y siente los valores del
madridismo, y quieren vivirlos y palparlos dentro del Templo.
Así que, en este largo y paciente camino de la desconexión, tratando de evitar
sobresaltos, pero con los miedos a cuestas, voy tratando, día a día, de descubrir nuevos
misterios que alimentan las razones de mi existencia. Y pensando, a solas conmigo
mismo, que queda tanto por desentrañar, que no estoy seguro de tener tiempo para, ni
siquiera, intentarlo, pero al menos lo pensaré ilusionado, bajo la increíble luz
mediterránea.

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