Riesgos y coherencias

Opinión

Ángel Sánchez

Se puede caer en la comodidad de considerar que nuestro sistema democrático está lo suficientemente consolidado, que los procesos están plenamente legitimados y, por lo tanto, el rendimiento de los procedimientos y reglas es el adecuado. Pero en momentos de crisis, como el que estamos viviendo, surgen voces que cuestionan esas aparentes certezas.

            Hace unos días, el politólogo Pablo Simón publicaba un oportuno artículo en el diario El País en el que planteaba éstas cuestiones: las aparentes certezas de una sociedad que, declarándose “demócrata”, presta oídos a los vehementes argumentos que piden mayor severidad y autoridad en la toma de decisiones. El ejemplo de China es utilizado como prueba de eficacia y eficiencia, pero el contexto político y social del régimen chino es, como parece evidente, sustancialmente diferente al nuestro.

            La democracia no está a salvo de riesgos, y uno evidente es ese cuestionamiento de la legitimidad que, fruto de la polarización política ha calado igualmente en la sociedad, utilizando cualquier argumento para “dañar”, sin más objetivo que socavar la confianza en nuestro sistema político.

             El análisis racional y responsable de las situaciones extremas es sustituido por ejercicios que pueden calificarse de populismo político. Se busca poner en evidencia, no al adversario , sino al enemigo, desde una actitud que pudiendo parecer sólo crítica, es frentista en un contexto de crisis social y económica como el que vivimos, intentando aprovecharlo para  sacar rédito político.

             El tacticismo electoralista se superpone a la deseable (como decía, en esas situaciones extremas) lealtad democrática. No hacia un gobierno, sino hacia el propio sistema que se dice defender. Y ésto no es un síntoma ni un signo de debilidad, ni de concesión, y ni mucho menos de “bajada” de nada ante el gobierno. Simplemente es un ejercicio de responsabilidad que no conlleva renuncia alguna ni a ideas ni a planteamientos políticos: sólo responsabilidad.

            Todo esto, como decía, no significa que en esas situaciones deba imponerse un “trágala”, pues habrán momento y oportunidad de analizar, evaluar y exigir las responsabilidades que, como es el caso, los criterios técnicos aconsejen. La democracia se fundamenta también en ésto: rendición de cuentas. Y el gobierno, pero también la oposición, deberá rendirlas ante una sociedad que merece y necesita  más respuestas y seguridades y menos retórica partidista interesada en quebrar la cohesión.

            China no es el referente de procedimientos democráticos, por lo que la eficacia y eficiencia de las medidas de contención que el régimen chino ha adoptado, difícilmente tendrían encaje en una sociedad de libertades y derechos civiles como la nuestra, donde la pluralidad social y política debe buscar y lograr un complejo equilibrio. La unidad de acción no beneficia al gobierno actual, sino a nuestra democracia, cuya legitimidad, pese a ser cuestionada de forma vergonzosa por algunos de los que dicen defenderla, es plena. Lo contrario es, no un ejercicio de discrepancia, sino alimento para los y las que defienden ese perverso argumento de “mano dura”. El populismo es una seria amenaza, venga de la derecha o la izquierda, pues llama a cuestionar los cimientos de nuestro sistema político. Y éste populismo, expresado de forma pública como si se tratase de un argumento válido, no puede ser absorbido sin más, sin tamizar su contenido. Pero oportunidades tendremos de analizar, con la distancia necesaria y en una situación más propicia, qué se ha dicho y porqué.

            En lo que como pueblo nos toca, creo que el ejemplo que se ha dado de coherencia,( sólo roto en ocasiones puntuales por ciertas salidas de tono en la línea de esa actitud que antes señalaba  como efecto de la polarización trasmitida a través de las redes sociales, por ejemplo), creo que ha sido la deseable y exigible como imagen de cohesión local. Evidentemente se podría criticar que esta o aquella medida a llegado a destiempo pero, ni es el momento, ni cabe, pues lejos de acusar de improvisación, lo que se ha hecho, al igual que en el Estado, ha sido actuar desde la incertidumbre, por lo que los aciertos o errores no pueden servir como arma arrojadiza.

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