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“Mis amigos me decían que era un apocalíptico y un ‘cuñao’, pero ahora me llaman alarmados pidiéndome ayuda”

Hace unos días, muchos amigos se reían de él cuando avisaba de lo que se le venía encima a España. Esos mismos ahora le llaman desesperados para pedirle consejo. Así ha vivido esta experiencia del Coronavirus un sanvicentero afincado en China.

Tomándole la temperatura al salir de su edificio.

Silvio Azorín es un arquitecto que hace años emigró a China, desde donde nos contó en su día los secretos de la cultura oriental. En los últimos meses el gran país asiático ha sido el epicentro de toda la pandemia, pero posiblemente ahora sea uno de los lugares más seguros donde vivir. Así se ve China en estos momentos a través de los ojos de un sanvicentero.

Los primeros casos de coronavirus se detectaron en diciembre de 2019. Antes del nuevo año Chino (20 de enero), son muchos los que cogen vacaciones y se desplazan a sus países de origen. Silvio, que acababa de rescindir en la empresa donde trabajaba, decidió volverse a España para ver a la familia, justo antes de que se desatara la alarma del coronavirus. “Cuando llegué, me preguntaban continuamente sobre la situación en China y yo no sabía a qué se referían hasta que vi los telediarios en España”, explica Silvio, que suele vivir en Shanghái, donde fue ajeno a la problemática que se vivía en Wuhan durante los primeros días de Enero. “En España comencé a ser consciente de la situación y a contactar con conocidos de China. Tenía pensado regresar a principios de Febrero, pero me dijeron que la cosa estaba muy mal y que me esperara”, señala. El gobierno chino decretó que nadie volviera de sus vacaciones pasado el año nuevo y Silvio tuvo que cancelar el vuelo que tenía para el día 4. “Hablé con otro amigo que vino a Alicante de allí y decidimos que lo mejor era esperar hasta que mejorara la situación”, explica.

Sin embargo, Silvio tenía el convencimiento de regresar cuando se estabilizara la cosa. “Sabía que tras esta situación habría muchas oportunidades de trabajo”. Y así lo hizo, pese a la preocupación de sus familiares y amigos que le consideraban un loco por ir al foco de la epidemia. “A mediados de febrero el alarmismo en China estaba decreciendo, sólo había nuevos contagios en Wuhan y decidimos (mi amigo y yo) que era el mejor momento para volver”, asegura.

Vuelta a China

Era una idea arriesgada, especialmente por las medidas de seguridad que se encontraría en el aeropuerto a su vuelta. “Apenas había aerolíneas, tuve que coger una que hacía escala en Rusia”, explica, añadiendo que “voy con mascarilla desde España, donde muchos me miraban raro, incluido el taxista que me llevó al aeropuerto de Barajas”. En Europa y España se estaban registrando los primeros casos, pero la población estaba lejos de tomar conciencia de lo que estaba ocurriendo.

Se abren las puertas del avión.

“Ya en el avión casi todos llevábamos mascarilla. Al llegar nos iban sacando uno a uno, empezando por los que venían de zonas de riesgo. Tuve que esperar varias horas hasta salir del aeropuerto”, indica Silvio. “Todos los empleados de aduanas llevaban los famosos trajes y gafas de buceador, impresiona bastante. Me tomaron la temperatura, me hicieron varias preguntas y me obligaron a firmar varios papeles indicando los sitios donde había estado en las últimas semanas”. Después de eso, prosigue, “te cuestionan sobre la finalidad de tu viaje, te desinfectan e incluso con una aplicación de rastreo conectada con mi teléfono se aseguran de que no vaya a mentir”. Según explica Silvio, “los que no pasan los controles tienen que quedarse en cuarentena en una especie de hotel que han habilitado en el aeropuerto”. Por suerte, él no era de los contagiados y pudo seguir su rumbo con un código que le daba permiso para circular por la calle.

Al llegar a su casa, dos guardias de la ‘Baoan’ (seguridad pública china), volvieron a pedirle todos los documentos, indicándole que podía comenzar el periodo de cuarentena en su domicilio “En los siguientes días sólo salí para hacer la compra y todo el mundo seguía a rajatabla las medidas de seguridad. Tuve la suerte de encontrar trabajo en un estudio de arquitectura y comencé los primeros días desde casa”, aunque en ese momento su preocupación se enfocaba más en los familiares que había dejado en España, donde el virus empezaba a expandirse peligrosamente.

“Lo único que hacía era trabajar desde casa y hacer la compra. Todavía había un mínimo riesgo de poder estar infectado y era mi responsabilidad actuar así”. La sugestión le hizo coger un par de jaquecas, “una por el jet-lag y otra creo por la preocupación, ya que sabía que si tenía fiebre me aislarían”.

“Nunca he tenido miedo al virus, pero sí mucho respeto”

“Nunca he tenido miedo al virus, pero sí mucho respeto, que es lo que le ha faltado a la gente, especialmente a amigos españoles que se reían de mis advertencias. Me decían que era un apocalíptico y un ‘cuñao’, pero ahora me llaman alarmados pidiéndome ayuda”. La preocupación de Silvio se centra en su familia de España, donde ahora se ha trasladado el foco principal de la epidemia. “Mi padre trabaja en un centro de salud y tiene más de 60 años. Mi hermano está encerrado en Madrid y su compañera de piso es enfermera en la planta del Corona”, lamenta.

“Nuestra sociedad no está preparada para actuar con conciencia colectiva”

Silvio cuenta que una de las claves para bajar la curva de infectados en China ha sido la implicación de la población. “Una vez pasada la fase de pánico, los chinos por su cultura reman todos en la misma dirección, algo que no ocurre en occidente donde prima la forma de actuar individualista y egoísta”. Para Silvio, “nuestra sociedad no está preparada para actuar con conciencia colectiva, pero lo que ha pasado es una oportunidad de demostrar al mundo que volvemos a ser una gran nación y que podemos estar unidos”. Nuestro protagonista opina que “En España nos hemos acostumbrado a un exceso de derechos y a una inexistencia de deberes, lo que provoca que en momentos como estos muchos no sepan que tienen un deber cívico y social”.

“En España nos hemos acostumbrado a un exceso de derechos y a una inexistencia de deberes”

El ejemplo de China

Silvio no cree que esto pase en quince días. “Tardará mínimo uno o dos meses”, calcula, añadiendo que “después vendrán preocupaciones que ahora no nos planteamos, como los efectos secundarios del virus”. Cree que “se ha tratado mediáticamente de forma injusta a China pero en otros países han tenido dos meses para prepararse y no se ha hecho nada. Y curiosamente ahora son los chinos quienes empiezan a suministrar ayuda y material sanitario. Creo que China va a salir muy reforzada de esta epidemia y es el país a quien menos va a afectar la recesión, de hecho ya están empezando a funcionar y posicionándose muy bien a nivel mundial en esta crisis internacional”. El propio Silvio, junto con otros amigos españoles, están buscando la manera de contribuir enviando material sanitario carente en nuestro país. Además, nos advierte de la importancia de seguir las recomendaciones, incluida la letra pequeña, ya que hay muchas cosas que la gente ignora. “Si sales a la calle y tocas el móvil, no sirve que luego te laves las manos, porque cuando vuelvas a tocar el teléfono puedes volver a estar en contacto con el virus”, explica, siendo sólo uno de los muchos ejemplos que la sociedad China ha podido asimilar. Ahora nos toca a nosotros. ¿Seremos capaces?

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