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San Vicente del Raspeig

CUANDO SE DESCUBREN LOS MIEDOS COMO LA MEJOR FORMA DE SENTIRTE VIVO

Pascual Andrés Tévar

En este vida mezcla de agitación y búsqueda de sosiego que intentamos darle pasión en este
casi inicio del verano del 2023, caminado hacia los 73, tengo que reconocer que una de las
mejores sensaciones de sentirme vivo, es estar agitado por el miedo en mis pensamientos, y en
mis debates internos, sin orden ni concierto.
Es sacudida del miedo, cada amanecer cuando pulso y miro la hora del reloj de la mesita, y
entiendo que a las cuatro de la madrugada, no es hora de levantarse, pero sí de pensar que me
siento vivo, y que aunque no duerma me siento más seguro por estar despierto. Y sobre todo
cuando pienso, en aquellos que nunca vuelven a despertarse. Estar vivo, ya es un reto, lo demás
ya lo iremos observando.
Es sacudida del miedo, cuando después de ir al aseo, con todo lo que significa, y de vestirme,
por fin , puedo ir por el largo pasillo, y mirar , sentada, normalmente en la cocina, o fumando
tranquilamente en la terraza, y ver y sentir emociones más allá de las palabras, a la compañera
de mi vida, con su móvil en su aplicación preferida, y darle un beso, con pasión, y a nuestra
manera, en los labios, y mirarle a los ojos, y sin palabras, irme , paso a paso , camino del
despacho. Y los retos por descubrir, desafiar, y luchar para superarlos, cada día, en el trabajo.
Es sacudida del miedo, cuando camino por las hermosas calles sanvicenteras, en el despertar de
un nuevo día, y ahora en el mes de junio, ver el hermoso amanecer, que, con el miedo a cuestas,
pensando en que no pueda llegar al trabajo, la sacudida de sus amenazas, me da más morbo,
para abrir la puerta de la oficina, poner la alarma, y entrar, y mirar, que todo sigue en su sitio. Y
que el miedo, es saber, si voy a poder trabajar como cualquier día, y que la ilusión, no me
abandone del todo, que me deje, descubrir, un poquito, cada día. Aunque luego tenga que
combatir con las dudas, y las impaciencias, y los demonios a cuestas.
Es sacudida del miedo, la impaciencia, de no recibir el mensaje bien tempranero, de mi hija,
desde el piso tutelado, del barrio Benacantil, de Alicante deseándome los buenos días, con sus
emoticonos elegidos, porque el tiempo de espera, se hace sufrimiento, impaciencia, y un mar
de angustias vitales. Hasta que al fin lo recibo, y le respondo, y dejo paso, a un nuevo día, que
no sé cómo le va ir, pero trato de buscar el lado positivo. Aunque del todo, nunca estoy tranquilo,
nunca estoy relajado, tal vez, porque no puedo permitirlo, si quiero estar alerta, para buscar la
mejor forma de luchar con los demonios de las angustias, y debates existenciales, y de sobrevivir,
que al fin y al cabo, es lo que importa.
Es sacudida del miedo, el desafío y la esperanza de volver a ver al amigo del alma, en el trabajo
de cada día, y tenerlo cerca, en el debate y en los desafíos, que te sacuden bien, para sentirte
vivo, y hasta te invaden la moral, y te animan a seguir adelante. Tal vez, no me tengo que permitir
pensar, que todo tiene un final, y en consecuencia, no quiero poner fechas. Ese es otro debate,
que no quiero, que llene más el armario de fantasmas, que ya tengo bastantes.
Es sacudida del miedo, pensar en cuando pondremos regresar a la Peña, a nuestra pequeña y
acogedora sede social, ahora que estamos con la actividad cerrada, y esperamos con ansiedad
el inicio de la nueva temporada. Y volver a ver, y a dialogar, y a discutir, y a reflexionar, con los
amigos y colegas, que tanto ansiamos reencontrarnos, aunque sea vez en cuando, y con horarios
inconstantes.2
Es sacudida del miedo, cuando quieres que llegue el fin de semana, y le pones fantasía, como si
fuera el último, tal vez, porque quieres vivirlos como alguno nuevo, fuera toda rutina, y de
momentos malos, y pretende llenarlo, de sensaciones positivas, aunque sean pocas, pero que
merecen la pena. Y te llenan los pocos momentos, rodeados de charlas distendidas, de risas
insospechadas, de placeres culinarios, y de copas esperadas, y también improvisadas. Pero todo
forma un conjunto, que es una buena terapia, para intentar vencer a ratitos los miedos. Y es
bueno, es imprescindible, saber conformarse con pocos, pero increíbles, momentos.
Así que, envuelto en este tenebroso y oscuro mundo de los miedos, que me sacuden, y me
desafían cada amanecer, siento que en medio de ese mar de tormentas, existen playas
remansadas de sol y hermosos amaneceres, que merecen sentirlas, y descubrirlas, como un
abrazo invisible, de moral, de fe, de coraje, y de lucha, que te hace sentirte vivo. Y tener los
pocos, pero buenos, argumentos vitales, para seguir con las necesarias y constantes gotas ilusión
que te empujan, con una extraña fuerza invisible, caminando bajo la increíble y desafiante luz
mediterránea.

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