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COMERCIO DE SAN VICENTE

San Vicente del Raspeig

EL AMIGO INVISIBLE

Pascual Andrés Tévar

Últimamente, en este caluroso y agotador verano de 2023, estoy sintiendo cada vez más claro,
que tengo un amigo invisible, que no deja de hacerme preguntas, y que de alguna manera, me
empuja cada día, para que no me canse de luchar y de ser inconformista, con lo que hago, con
lo que pienso, con lo que sueño, y con las dudas que siempre rodean mi vida.
El amigo invisible, aparece cada amanecer, cuando me levanto, y me pregunto, que necesito
motivación, para ir al trabajo, y aunque no sé por dónde empezar, el me saca de las dudas, lo
mínimamente necesario, para que me ponga en pie, y me hace sentir espíritu de lucha para
combatir el hastío, y armarse del valor necesario para comenzar la jornada, con las rutinas, y
desde antes del amanecer.
El amigo invisible , me hace preguntarme cada mañana, que soy un hombre afortunado, por
seguir junto a la compañera de mi vida, después de más de 46 años y algunos más como pareja,
y que no tengo mejor motivación que el beso del despertar, como le llamo a mi manera. Solo
verla, y mirarle a los ojos, es suficiente, para todo empiece a tener sentido, por muchos
problemas existenciales que siempre me está sobrevolando con tonos amenazantes. Al menos,
tengo un arma seria, para intentar defenderme día a día, y me hace reflexionar, y tratar que el
trabajo, y con el amigo del alma, compañero de la aventura, es un desafío imprescindible, para
que la vida tenga sentido cada día. Y más, siendo consciente, que tendremos que estar
preparados para enfrentamos a su culminación, y a emprender una forma de ver, y de descubrir
el nuevo futuro.
El amigo invisible, me pone en guardia, esperando, como cada tempranera mañana, que mi hija
me envíe al móvil, el mensaje de los buenos días, rodeado de emoticonos de sonrisas y otras
sugerencias, que me hacen sentirme orgulloso de ser padre, e intentar , demostrarlo cada
jornada . Y sentirme dispuesto, a luchar, con todo lo que eso representa, en este caso, del
desafío interminable de la enfermedad mental asumida, combatida, y reconvertida a la
normalidad que hemos transformado, desde hace mucho tiempo , como una rutina, y una
motivación al mismo tiempo.
El amigo invisible, sabe transmitirme serenidad, pensando en el hijo, en tierras castellanas de
Alcázar de San Juan, que sabe ser, como siempre, ser autosuficiente, con su vocación y trabajo,
y retos, e ilusiones, a cuestas. Y que no hace falta hablar mucho, para estar enteramente
conectados, sobre todo, a través de su madre y compañera de mi vida.
El amigo invisible, me hace pensar en los amigos de la Peña, que necesito, y que hecho mucho
de menos, porque la terminación de la liga y demás competiciones, nos quitó la costumbre de
seguir reuniéndonos, con los amigos y peñistas, en la sede social cada semana. Así que añoramos
la vuelta de la competición, como argumento de motivación semanal, y de recargar pilas, a mi
manera.
El amigo invisible, me empuja a la cita con el café con leche y el zumo, que cada mañana de
lunes a sábados, tomo en la cafetería amiga, frente al despacho, y que es una rutina necesaria,
para que el día comience con un poco de sosiego, con la mente organizándose, en esa mezcla
perversa de dudas, desafíos, dolores del espíritu, y del cuerpo, transportado a todo lo que te
rodea. Y que bastan, esos pocos minutos, para el amigo invisible te ponga en marcha, aunque
no quieras, porque sabe cómo forzar la máquina de las emociones.2
El amigo invisible, me sugiere, que para intentar desconectar un poco, y mi manera, que acuda
todo los días, por la tarde, y más hora en jornada intensiva, al restaurante amigo, y aparte del
café, y la copa, y la cerveza, me encuentre con los colegas y amigos y amigas, en las tertulias
interminables, y hasta las risas abiertas, que me sacan de las ansiedades, y angustias asfixiantes,
y me da una buena dosis de motivación. Son esos ratitos insustituibles, que te atizan la moral,
para intentar ser más activo y luchador, y con la dosis de humor puntualmente arrolladora.
Es pues vital, es necesario, entender, que el amigo invisible, no es un invento, es saber pelear
por encontrarlo dentro de nosotros mismos, es una filosofía de la vida, que si sabes trabajar, y
sufrir por descubrirla, y superas el reto, te va a ser útil, para enfrentarte a ti mismo, y por ende,
a los demás. Pero solo te va a ayudar, si sabes descubrirlo, y pelear duro, por mantenerlo vivo
día a día.
El amigo invisible, ahora que el bendito espolón en el talón del pie izquierdo, me impide desde
hace semanas, salir a caminar, los domingos, desde antes del amanecer luminoso, por las
hermosas rotondas de nuestro San Vicente del Raspeig a San Juan de Alicante, me empuja, a
sustituirlo, por las reflexiones sibilinas, de que hay que tener alternativas, cuando lo físico falla.
Descubrir, que también es vital, trabajar, tener en forma, el espíritu de lucha ante el sufrimiento
físico, y arrastrado, el emocional.
Así que, en este transcurrir por la vida, y sus pasiones, y sus secuelas, y sus desafíos, y sus
preguntas sin respuestas, el amigo invisible, es un compañero imprescindible, para que no llegue
a los abismos, de los miedos sin respuestas, a las dudas interminables. Y sea capaz de parar, de
reflexionar, de hacerme las preguntas necesarias, para encontrar sentido a las tormentas que
me amenazan cada amanecer. Y como un sobreviviente más, seguir caminando, porque he
llegado a tiempo, de tener el motivo de que todo, o al menos, lo mínimamente necesario, un
día más, vuelva a tener sentido, bajo la increíble luz mediterránea.

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