¿Libertad apolítica?
Opinión
Ángel Sánchez Sánchez
La reivindicación de libertad se está escuchando en los últimos días asociada al adjetivo “apolítico”. Pero, ¿qué significado tiene en el marco de un sistema político democrático y plural?. Creo que en realidad quiere significar un distanciamiento de la política, o al menos de la política o las opciones políticas que se rechazan. ¿No es esto una posición política?. Evidentemente. El “apartidismo” no significa “apoliticismo”.
En el contexto de las protestas que se están produciendo en nuestro país, lideradas por la derecha más radical, muchos y muchas de los que participan se definen como apolíticos, pero la misma referencia a la “libertad”, o a un cierto tipo de libertad los define ideológicamente. Calificarles como “fachas” quizá forme parte de esa retórica frentista instalada en una sociedad dualizada desde hace años en esos términos tan conocidos ( fachas, rojos…), y creo que no se ajusta a la realidad. Son personas sujetas a lo que Benedict Anderson ( Imagined Communities, 1983) definió como la fuerza manipuladora del nacionalismo, en concreto, ese nacionalismo renacido que reclama para si la herencia más conservadora de nuestro país; la “idealización nacional fantasmagórica” como exaltación de un patriotismo de adhesión incondicional y que tiene una evidente fuerza cohesionadora frente a la desafección que afecta a la sociedad respecto a la política. Pero, ¿qué libertad?. R. Nozick (Anarquía, Estado y Utopía, 1974) podría servirnos como referencia explicativa: unicamente es legítimo y moral un Estado mínimo que proteja al individuo y haga cumplir los contratos. Cualquier incremento en las competencias estatales ( como el Estado de alarma en el que algunos ven un intento de control más allá del sanitario) se ve como un atentado contra los derechos individuales. Si tuviésemos que resumir la divisa del extremismo neoliberal (que es la ideología de los populistas de extrema derecha), podríamos concluir que: libertad sin solidaridad. Los derechos individuales sin supeditarlos al bien común.
No son fascistas, porque el fascismo es un fenómeno que se da en el contexto de las primeras décadas del siglo XX, definidas por el uso de la violencia, pero si son “ultra neoliberales”, que niegan la legitimidad a cualquier gobierno que no cumpla con las premisas que defiende: la comunidad nacional (imaginada), la no imposición del bien común sobre la libertad individual, y la práctica eufemística de la igualdad partiendo del “darwinismo social” (competición social desigual).
El Estado de derecho no le es útil a la extrema derecha populista, pues considera que esta “viciado” de ese liberalismo que aborrecen, pues reconoce la pluralidad protegiéndola (libertad ideológica, pluralismo cultural e incluso nacional en un estado igualmente plural). Niegan la legitimidad, pese a que las leyes la reconozcan, rompiendo con la tolerancia que había definido el desarrollo del Estado democrático y que reconocía al adversario como legítimo en la alternancia en el poder.
Participar en las manifestaciones exigiendo la dimisión de un gobierno legítimamente constituido tiene como objetivo, no hacer caer a la coalición de gobierno sino aprovechar una situación de crisis para, apelando a esos instintos de supervivencia ( competitiva, no solidaria) dividir a la sociedad entre “patriotas y anti españoles”. La patrimonialización de la bandera nacional es el eje simbólico sobre el que hacen pivotar su “apoliticismo”, pues no es por política: es por España (pero, ¿cual es esa comunidad imaginada, cuales son sus componentes?)
Frente a este movimiento “apolítico” es necesario reivindicar la política como instrumento para resolver los conflictos inherentes en una sociedad tan plural y compleja como la nuestra. Frente a la simbología apropiada, es necesario reivindicar el patriotismo constitucional, la libertad “positiva” (respecto a las normas e instituciones que democráticamente nos hemos dado) frente a la “negativa” (la libertad individual frente a los derechos y libertades colectivos). Pedir libertad en un régimen político como el español, que reconoce y protege las libertades individuales es una paradoja que señala (en mi opinión) con claridad democrática la ideología de los que se manifiestan exigiendo “libertad”. Pero la única forma de combatirlos es con tolerancia; con más democracia y derechos sociales. No podemos caer en su estrategia de confrontación abierta, pues es el terreno donde mejor se mueven y donde más rédito político y social sacan de su “victimismo”. Ser una Comunidad o simplemente un conglomerado de Asociaciones en competencia; ese es el reto de la sociedad que sale de la crisis sanitaria y entra en otra: la miseria